martes, 10 de junio de 2025

La Tierra Nueva y la Eternidad: Una Esperanza Viva

Introducción

Como pueblo de fe, creemos en la promesa gloriosa de la restauración final del mundo. En el corazón del mensaje adventista se encuentra la convicción firme en la creación de una nueva tierra, donde el pecado, el sufrimiento y la muerte no existirán más. Este anhelo no es una fantasía escapista, sino una certeza profética fundamentada en las Escrituras. En este breve artículo profundo y exhaustivo, exploraremos la doctrina de la Tierra Nueva y la eternidad, su naturaleza, implicaciones teológicas y su centralidad en la esperanza del pueblo de Dios, conforme al entendimiento adventista del séptimo día.


La promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra

El apóstol Juan escribió bajo inspiración divina: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1). Esta declaración escatológica marca el inicio de la eternidad redimida, una realidad física y espiritual donde Dios mismo morará con Su pueblo.

La comprensión adventista subraya que la Tierra Nueva no es una metáfora, sino una restauración literal del orden creado originalmente por Dios. Tal como enseñó Pedro: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).


La restauración completa del plan original

El Edén restaurado

El propósito divino desde el principio fue que la humanidad habitara un planeta lleno de belleza, paz y armonía. El pecado interrumpió ese propósito, pero la redención no es solamente espiritual, sino también cósmica. La Tierra Nueva será una restauración gloriosa del Edén original, como lo describen Isaías 65:17-25 y Apocalipsis 22:1-5.

Según Richard M. Davidson (2017), “el esquema bíblico de restauración implica un regreso tipológico al Edén, con perfección física, moral y ecológica” (Andrews University Seminary Studies).


Características de la Tierra Nueva según la revelación bíblica

1. Un lugar sin dolor ni muerte

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). Esta promesa expresa el fin de todo sufrimiento humano, el cese definitivo de la maldad, y el inicio de una existencia plena.

2. Una ciudad santa: la Nueva Jerusalén

Apocalipsis 21:10-27 presenta una descripción majestuosa de la ciudad santa, una metrópolis celestial descenderá a la Tierra restaurada, simbolizando la unión definitiva entre lo divino y lo humano. No será un refugio etéreo, sino una capital real del Reino eterno de Dios.

3. Naturaleza transformada y armoniosa

Isaías 11:6-9 describe una fauna en paz, donde el león y el cordero morarán juntos, y un niño jugará con la serpiente sin temor. Esta imagen transmite la reconciliación total de la creación, donde no habrá violencia ni destrucción.

4. La perpetua presencia de Dios

El clímax de la experiencia eterna será vivir en la presencia directa del Creador: “El trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán” (Apocalipsis 22:3). No habrá más templos terrenales, pues Dios será el templo y la luz misma (Apocalipsis 21:22-23).


La eternidad: Un tiempo sin fin en comunión perfecta

Vida eterna, no solo existencia sin fin

La vida eterna no se reduce a la duración infinita del tiempo, sino que implica una calidad de vida centrada en el amor, la justicia y la adoración. Juan 17:3 nos recuerda que “esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

Actividad, aprendizaje y servicio en la eternidad

Ellen G. White enseñó que en la eternidad no seremos ociosos, sino que continuaremos desarrollando nuestras facultades mentales y espirituales: “En la vida futura, el pensamiento y la acción continuarán su curso eterno. Aunque obteniendo siempre nuevo conocimiento, nunca alcanzaremos el fin del saber divino” (White, 1911, La Educación, p. 307).


La Tierra Nueva y el Juicio Final: Transiciones escatológicas

La creación de la Tierra Nueva es el evento final en una serie de transiciones proféticas:

  1. Segunda Venida de Cristo
  2. Mil años de juicio (Apocalipsis 20:4-6)
  3. Destrucción final del pecado y los impíos (Apocalipsis 20:9-15)
  4. Creación de la nueva tierra (Apocalipsis 21:1)

Este orden profético demuestra que la eternidad no será impuesta, sino el resultado de un proceso justo, amoroso y transparente, conforme al carácter de Dios.


El rol del pueblo redimido en la eternidad

Sacerdocio eterno y real

Apocalipsis 1:6 dice que Cristo nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios. Esto implica un rol activo en el gobierno del universo, ejerciendo funciones de liderazgo, servicio y adoración.

Relaciones perfectas y comunidad eterna

Las relaciones humanas en la eternidad estarán libres de egoísmo, envidia y dolor. La comunión entre los redimidos será reflejo del amor trinitario. No habrá divisiones raciales, económicas ni culturales.


Contraste con las ideas populares del cielo

La visión bíblica y adventista de la eternidad difiere radicalmente de la noción común de un cielo etéreo, nebuloso y abstracto. La eternidad no es una nube donde tocamos arpas, sino una vida real, tangible y abundante, en una Tierra renovada por el poder creador de Dios.

Ekkehardt Mueller (2019) destaca que “la antropología bíblica enseña una unidad entre cuerpo y espíritu, por tanto, la vida eterna requiere una restauración física total, no una mera existencia espiritualizada” (Journal of the Adventist Theological Society).


Implicaciones prácticas para nuestra vida presente

1. Vivir con propósito eterno

Nuestra vida actual debe estar orientada por la esperanza del mundo venidero. Cada decisión moral, cada relación, cada vocación debe reflejar la realidad del Reino que esperamos.

2. Compromiso con la misión

Jesús dijo: “Este evangelio del reino será predicado en todo el mundo… y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Como adventistas, tenemos el deber sagrado de compartir esta esperanza con un mundo desesperanzado.

3. Ecología y cuidado de la creación

Creer en la restauración de la Tierra nos motiva a cuidar el ambiente presente como anticipo del mundo futuro. La fidelidad en lo poco nos prepara para la mayordomía eterna.


La Tierra Nueva en la teología adventista contemporánea

La escatología adventista sostiene una visión integral y equilibrada de la eternidad. No es escapismo ni negación de la realidad presente, sino una esperanza transformadora que moldea nuestra ética, misión y espiritualidad.

Autores como Jon Paulien, Jiří Moskala y Fernando Canale han desarrollado marcos teológicos profundos que afirman la centralidad de la esperanza escatológica como motor del discipulado cristiano. Para ellos, la eternidad es el cumplimiento del pacto eterno de Dios con Su pueblo.


Conclusión

La promesa de una nueva tierra no es una ilusión religiosa, sino la culminación del plan de redención revelado en las Escrituras. Viviremos eternamente en una creación perfecta, con cuerpos glorificados, en plena comunión con nuestro Dios y con nuestros semejantes.

Esta esperanza nos impulsa a vivir con fidelidad, a resistir la maldad presente y a proclamar el mensaje del Reino con valentía y ternura. La eternidad es real, tangible, gloriosa, y está al alcance de todo aquel que cree.


Referencias bibliográficas

  1. Davidson, R. M. (2017). Cosmic Metanarrative for the Coming Millennium: A Trinitarian Hermeneutic for Adventist Theology. Andrews University Seminary Studies, 55(1), 25-48.
  2. Mueller, E. (2019). Anthropology and the Resurrection: The Restoration of Human Identity in the Earth Made New. Journal of the Adventist Theological Society, 30(1), 67-88.
  3. White, E. G. (1911). La educación. Asociación Casa Editora Sudamericana.
  4. White, E. G. (1917). El Conflicto de los Siglos. Asociación Casa Editora Sudamericana.
  5. Canale, F. (2005). The Cognitive Principle of Christian Theology. Berrien Springs: Andrews University Press.
  6. Moskala, J. (2016). From Creation to Re-Creation: The Plan of Salvation in the Biblical Narrative. Journal of the Adventist Theological Society, 27(1–2), 102–121.

El milenio y el fin del pecado: Una visión escatológica

Introducción

En el corazón de la escatología bíblica se encuentra un evento de proporciones cósmicas: el milenio y la erradicación definitiva del pecado. Según la cosmovisión adventista, este período milenario posterior al regreso de Cristo marca una pausa providencial en la historia del universo, durante la cual se ejecuta el juicio de los impíos, se aclaran las decisiones del cielo, y finalmente se consuma la destrucción de Satanás y sus seguidores.

En este breve artículo presentamos un análisis exhaustivo y teológicamente fundamentado de los acontecimientos que rodean el milenio, basándonos en la exégesis bíblica, los escritos de teólogos adventistas reconocidos y la inspiración profética de Elena G. de White.


¿Qué es el milenio? El milenio en Apocalipsis 20: Contexto y significado

El milenio, también conocido como “los mil años”, aparece descrito principalmente en Apocalipsis 20:1-10, donde se presenta un escenario profético que conecta directamente con los eventos del regreso de Cristo.

  • La duración: Mil años literales, según la interpretación historicista adventista.
  • El inicio: Comienza con la segunda venida de Cristo, cuando los justos son resucitados y llevados al cielo (1 Tesalonicenses 4:16-17).
  • El contexto: Un mundo desolado, donde Satanás queda atado, sin seres humanos vivos a quienes tentar.

Según Ángel Manuel Rodríguez (2003), “el milenio es un período literal que cumple una función didáctica y judicial en el gran conflicto entre Cristo y Satanás” (Andrews University Seminary Studies).


La primera resurrección: Los justos reciben vida eterna

Antes de iniciar el milenio, ocurre lo que Apocalipsis 20:4-6 llama la primera resurrección, donde participan los justos de todas las épocas. Este evento es clave en la cronología escatológica:

  • Los muertos en Cristo resucitan primero (1 Tesalonicenses 4:16).
  • Los vivos fieles son transformados (1 Corintios 15:52).
  • Ambos grupos son llevados al cielo para reinar con Cristo mil años.

Este acto marca el cumplimiento de las promesas de vida eterna, y establece el comienzo del juicio en el cielo. Richard Davidson (2017) señala: “La primera resurrección inaugura una etapa celestial donde los redimidos participan activamente en el esclarecimiento de los juicios divinos” (Journal of the Adventist Theological Society).


La condición de la Tierra durante el milenio: Caos y desolación

Mientras los santos están en el cielo, la Tierra queda vacía, oscura y desolada. Jeremías 4:23-26 describe un planeta “sin forma y vacío”, donde no hay hombre, y los cielos no dan su luz. Esta condición se explica así:

  • Los impíos vivos al regreso de Cristo son destruidos por la gloria divina (2 Tes 1:7-9).
  • Los impíos muertos permanecen en sus tumbas hasta la segunda resurrección (Apoc 20:5).
  • Satanás es encadenado simbólicamente por las circunstancias: No puede tentar a nadie.

Ekkehardt Mueller argumenta que “el encadenamiento de Satanás representa una imposibilidad funcional, no física. Está atado por la desolación de la Tierra y la ausencia de seres humanos” (Mueller, 2015, Adventist Review).


La función judicial del milenio: Revisión de los juicios

Uno de los aspectos más distintivos del entendimiento adventista del milenio es su función judicial. Durante este período, los redimidos participan en la revisión del juicio, no para cambiar veredictos divinos, sino para comprender plenamente la justicia de Dios.

Apocalipsis 20:4 declara que “se les dio autoridad para juzgar”. Pablo anticipa esto al decir: “¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo?” (1 Corintios 6:2).

Durante estos mil años:

  • Los libros celestiales son abiertos (Daniel 7:10).
  • Se examinan los casos de los perdidos, aclarando el porqué de su condenación.
  • Se verifica la coherencia entre la gracia divina y su justicia.

Elena G. de White confirma esta labor en El Conflicto de los Siglos: “Durante los mil años entre la primera y la segunda resurrección, se realiza el juicio de los impíos… Los justos con Cristo juzgan a los perdidos y a los ángeles caídos” (White, 1911, p. 661).


La segunda resurrección: El despertar de los impíos

Después de los mil años, según Apocalipsis 20:5 y 7, los impíos de todas las épocas resucitan. Este evento marca el inicio de la última fase del conflicto cósmico. Las características principales de esta resurrección son:

  • Incluye a todos los que rechazaron el evangelio y vivieron en rebelión.
  • No es una resurrección para vida, sino para juicio y condenación eterna (Juan 5:29).
  • Es el preludio de la destrucción final del pecado.

Los impíos verán la Nueva Jerusalén descender del cielo (Apocalipsis 21:2) y serán testigos del esplendor de la ciudad de Dios y de los redimidos.


Satanás desata su último ataque: El engaño final

Apocalipsis 20:7-9 describe cómo, tras la resurrección de los impíos, Satanás es desatado por un breve tiempo. Inmediatamente, inicia su última gran rebelión:

  • Engaña a las naciones resucitadas.
  • Organiza un ejército global para atacar la ciudad de Dios.
  • Su estrategia es revivir su viejo sueño de derrocar el gobierno divino.

En este momento, todas las inteligencias del universo contemplan el carácter destructivo del pecado en su máxima expresión. Es el cierre del gran conflicto, el momento en que las decisiones eternas quedan totalmente expuestas.

Según Jo Ann Davidson (2018), “el ataque a la ciudad es la revelación final del corazón no regenerado; aún frente a la gloria divina, el impío elige la rebelión” (Theological Reflections).


El juicio ejecutivo: La sentencia final y la justicia de Dios

Antes de que caiga fuego del cielo, Apocalipsis 20:11-15 describe un evento clave: el juicio del gran trono blanco. En esta etapa:

  • Se abren los libros del cielo.
  • Los impíos contemplan sus propios actos y la justicia de su condenación.
  • Toda rodilla se dobla, reconociendo que Dios es justo (Filipenses 2:10-11; Isaías 45:23).

Este momento, también profetizado en Romanos 14:10, es un acto cósmico de vindicación del carácter de Dios. Ya no hay duda: el pecado no puede coexistir con la eternidad.


La destrucción final del pecado y los impíos: Fuego purificador

La culminación del juicio divino es la destrucción de Satanás, sus ángeles y todos los impíos. Apocalipsis 20:9 declara: “descendió fuego del cielo y los consumió”.

Este fuego tiene una función purificadora:

  • No es eterno en duración, sino en consecuencias.
  • Consume todo rastro de mal, incluyendo la muerte y el Hades (Apocalipsis 20:14).
  • Purifica la Tierra, preparándola para su recreación.

Este acto no es venganza, sino justicia restauradora. Dios no goza en la muerte del impío (Ezequiel 18:32), pero su destrucción es necesaria para asegurar un universo sin pecado.


La erradicación definitiva del pecado: Un universo restaurado

Con la erradicación del pecado, el universo entra en una nueva etapa de existencia:

  • No hay más maldición (Apocalipsis 22:3).
  • La muerte es destruida para siempre (1 Corintios 15:26).
  • El dolor y el llanto desaparecen (Apocalipsis 21:4).

Elena G. de White lo expresa con solemnidad: “Un solo toque del Redentor ha restaurado lo que el pecado había deformado. El plan de salvación se ha cumplido” (White, 1911, El Conflicto de los Siglos, p. 678).


La Tierra nueva: Hogar eterno de los redimidos

Después del juicio final, Dios crea nuevos cielos y una nueva tierra (Apocalipsis 21:1). Este es el cumplimiento de las profecías de Isaías 65:17 y 2 Pedro 3:13.

  • La Nueva Jerusalén será el centro del gobierno divino.
  • Los redimidos vivirán en comunión eterna con Dios.
  • La naturaleza será restaurada, y los salvados disfrutarán de la plenitud de la vida.

Este es el destino final de la humanidad fiel: vivir eternamente en una creación renovada, sin pecado, ni dolor, ni muerte.


Conclusión

El milenio y el fin del pecado no son conceptos simbólicos ni irrelevantes. Representan la culminación del conflicto entre el bien y el mal. Desde la visión adventista, estos eventos garantizan que la justicia, el amor y la santidad de Dios triunfarán eternamente.

La participación de los santos en el juicio, la destrucción de Satanás y la recreación de la Tierra son evidencias del plan perfecto de salvación. Como pueblo de Dios, afirmamos con esperanza: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5).


Referencias bibliográficas

  1. Davidson, R. (2017). The First and Second Resurrections in Apocalyptic Perspective. Journal of the Adventist Theological Society, 28(1), 109–131.
  2. Mueller, E. (2015). The Binding of Satan: Symbolism and Function in Revelation 20. Adventist Review, 192(6), 42–47.
  3. Rodríguez, Á. M. (2003). The Millennial Reign and the Cosmic Vindication of God’s Character. Andrews University Seminary Studies, 41(2), 215–234.
  4. Davidson, J. A. (2018). Final Choices: Human Will and Divine Justice at the End of Time. Theological Reflections, 23(1), 58–74.
  5. White, E. G. (1911). El Conflicto de los Siglos. Asociación Casa Editora Sudamericana.

domingo, 8 de junio de 2025

La bestia de siete cabezas y diez cuernos y la condenación de la gran ramera (Apocalipsis 17)

Introducción

El capítulo 17 del libro del Apocalipsis constituye uno de los pasajes más densos y simbólicos del texto profético. Su mensaje, aunque revestido de imágenes vívidas y complejas, representa una advertencia divina y una revelación trascendental respecto a los acontecimientos del tiempo del fin. En el enfoque teológico adventista, este capítulo está íntimamente relacionado con el conflicto cósmico entre el bien y el mal, tal como se desarrolla a lo largo de las Escrituras.

El simbolismo de la mujer ramera: Babilonia religiosa

En Apocalipsis 17:1-6, se describe a una mujer sentada sobre una bestia escarlata, vestida de púrpura y escarlata, adornada con oro y piedras preciosas, teniendo en su mano una copa llena de abominaciones. Esta mujer es identificada en el versículo 5 como "Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra".

Desde la perspectiva adventista, esta figura representa un sistema religioso corrupto que ha abandonado la fidelidad a Dios. El uso de la palabra "ramera" implica infidelidad espiritual, un concepto ampliamente desarrollado en los escritos proféticos del Antiguo Testamento (Jeremías 3:1-9; Ezequiel 16; Oseas 1-3). Babilonia simboliza, en este contexto, un poder religioso apóstata que actúa en oposición al verdadero pueblo de Dios.

El teólogo adventista Ángel Manuel Rodríguez (2002) señala que:

"Babilonia representa no solamente a Roma papal, sino a un sistema de alianzas religiosas y políticas que buscarán imponer la adoración falsa y perseguir a los fieles del Altísimo" (Rodríguez, 2002, p. 113).

Esta interpretación no se limita al catolicismo romano, sino que se extiende a todo sistema que persista en la apostasía y la unión ilícita con los poderes del Estado para perseguir al pueblo de Dios.

La bestia escarlata: Poder político al servicio de la falsa religión

La bestia de siete cabezas y diez cuernos sobre la cual se sienta la mujer representa un poder político que colabora con el sistema religioso corrupto. En términos proféticos, la bestia es un símbolo recurrente de los imperios o sistemas políticos que actúan en contra de los propósitos divinos (Daniel 7:17, 23).

El texto afirma que esta bestia "era, y no es, y está para subir del abismo" (Apoc. 17:8), lo cual, desde la óptica adventista, alude a un poder político mundial que revive con fuerza al final de los tiempos para imponer una agenda contraria a los mandamientos de Dios.

En este sentido, Doukhan (2002) argumenta que:

"El simbolismo de la bestia que sube del abismo se refiere al resurgimiento de un poder secular y hostil, en coalición con el sistema religioso apóstata representado por la gran ramera" (Doukhan, 2002, p. 228).

Este poder es global, ejerce una autoridad intimidante y establece una unión ilícita entre iglesia y estado, lo que lleva a la persecución final de los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús (Apoc. 12:17).

Las siete cabezas: Reinos históricos y fases del poder

Apocalipsis 17:9-10 proporciona una clave importante: “Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes”. La interpretación adventista reconoce una dimensión histórica y progresiva en este simbolismo.

Los siete montes han sido tradicionalmente asociados con Roma (la ciudad de las siete colinas), lo cual refuerza la identificación del poder papal como parte del sistema simbólico descrito. Sin embargo, desde la perspectiva historicista, estos montes también representan etapas sucesivas de poder político-religioso que han oprimido al pueblo de Dios a lo largo de la historia:

  1. Egipto
  2. Asiria
  3. Babilonia
  4. Medo-Persia
  5. Grecia
  6. Roma pagana
  7. Roma papal (la que es)

El “octavo” que es de los siete, y va a la perdición (Apoc. 17:11), se interpreta como una forma final del poder papal resurgido con apoyo global, bajo el liderazgo de la segunda bestia de Apocalipsis 13, identificada por los adventistas como el protestantismo apóstata en los Estados Unidos de América (White, 1911).

Los diez cuernos: Poder y coalición universal en el tiempo del fin

Los diez cuernos son mencionados como "diez reyes que aún no han recibido reino, pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia" (Ap. 17:12). Esto sugiere una coalición temporal de poderes políticos, unidos bajo un propósito común: la destrucción del pueblo de Dios y la imposición de un sistema de adoración falso.

Los intérpretes adventistas contemporáneos ven en esta figura una alusión a la globalización del poder político y económico, en el que diversas naciones ceden su autoridad a un ente supranacional liderado por la bestia.

Samuele Bacchiocchi (1997) describe esta alianza como:

"Una configuración mundial donde la política, la economía y la religión se amalgaman en una estructura totalitaria que impone la adoración impía y persigue la disidencia espiritual" (Bacchiocchi, 1997, p. 311).

La duración breve ("una hora") indica que este dominio será limitado, pues será interrumpido por el juicio divino.

La destrucción de Babilonia: Juicio contra la apostasía y restauración divina

En Apocalipsis 17:16-18 se declara la destrucción de la gran ramera por parte de los mismos poderes con los que se había aliado. Esto demuestra el carácter autodestructivo del sistema apóstata y el cumplimiento del juicio divino.

Los cuernos y la bestia aborrecerán a la ramera, la despojarán, la devorarán y la quemarán con fuego. Esta escena dramática simboliza el desenmascaramiento del sistema falso, la pérdida de confianza en el liderazgo religioso corrupto y la intervención final de Dios en justicia.

Este juicio anticipa el clímax del gran conflicto, en el cual Cristo se manifiesta como el verdadero Rey de reyes y Señor de señores (Apoc. 17:14), acompañado por sus fieles, los llamados, escogidos y fieles.

Implicaciones escatológicas y eclesiológicas para el pueblo remanente

Desde la interpretación adventista, el mensaje de Apocalipsis 17 representa una advertencia urgente para el remanente fiel, llamado a no participar de los pecados de Babilonia (Apoc. 18:4). La fidelidad a Dios implica una ruptura con los sistemas apóstatas, una vida en santidad y una proclamación profética del mensaje de los tres ángeles (Apoc. 14:6-12).

La comprensión de estos símbolos no es meramente académica; es parte del llamado misionero y escatológico que Dios confía a su pueblo en el tiempo del fin. Como afirma White (1911):

“El mensaje de Apocalipsis 17 es una advertencia clara para todos los que viven en los últimos días, para que reconozcan los peligros del compromiso con sistemas religiosos corruptos y permanezcan firmes en la verdad del evangelio eterno” (White, 1911, p. 602).

Conclusión

Apocalipsis 17 no es simplemente una descripción simbólica del mal, sino un llamado divino al discernimiento espiritual y a la fidelidad absoluta a Jesucristo. La bestia de siete cabezas y diez cuernos, junto a la gran ramera, representa el pico de la rebelión humana contra Dios, pero también señala el inminente juicio y la vindicación del pueblo fiel.

En un mundo donde las líneas entre religión y política se desdibujan, los creyentes adventistas somos llamados a proclamar la verdad con valentía, denunciando el pecado, invitando al arrepentimiento y anunciando el pronto regreso de nuestro Señor.


Referencias bibliográficas

  1. Bacchiocchi, S. (1997). End-Time Issues and the Three Angels’ Messages. Berrien Springs, MI: Biblical Perspectives.
  2. Doukhan, J. (2002). Secrets of Revelation: The Apocalypse Through Hebrew Eyes. Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association.
  3. Rodríguez, A. M. (2002). Interpretación profética en Apocalipsis 17. Journal of Adventist Theological Studies, 13(2), 105-121.
  4. White, E. G. (1911). El conflicto de los siglos. Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.

jueves, 5 de junio de 2025

La ética y la política: Principios bíblicos, análisis de situaciones políticas contemporáneas

Introducción

En una época marcada por la polarización, la corrupción y el relativismo moral, la relación entre ética y política cobra una importancia crítica para quienes profesamos una cosmovisión bíblica, particularmente desde la perspectiva adventista del séptimo día. Como creyentes, estamos llamados a ejercer una influencia transformadora sobre la sociedad, guiados por los principios inmutables de la Palabra de Dios. Este breve artículo examina a profundidad los fundamentos éticos de la Biblia aplicados a la esfera política, analiza dilemas contemporáneos y ofrece una reflexión crítica desde la teología adventista.


Fundamentos bíblicos de la ética en la política

El carácter moral de Dios como base del gobierno justo

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia presenta a Dios como el Soberano legítimo y justo, cuyo carácter define lo que es moralmente bueno. En Éxodo 34:6-7, Dios se revela como “misericordioso y piadoso, tardo para la ira y grande en misericordia y verdad”. Estos atributos deben reflejarse en el ejercicio de la autoridad humana.

La teología adventista sostiene que el gobierno humano ideal es aquel que refleja la justicia, la equidad y el servicio, principios que se encuentran en la ley moral (Éxodo 20) y en las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios (Mateo 5-7). Los líderes políticos, por tanto, están moralmente obligados a reflejar los valores del Reino.

El papel profético frente al poder político

Los profetas del Antiguo Testamento —Isaías, Jeremías, Amós, Miqueas— denunciaron sin temor la injusticia estructural, la corrupción y el abuso del poder. Su voz representa el modelo ético para el creyente contemporáneo, llamado a ser sal y luz (Mateo 5:13-16) en una sociedad moralmente decadente.


Principios éticos bíblicos aplicados a la política

La justicia como principio rector

Miqueas 6:8 resume la ética política bíblica: “hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios”. La justicia no es solo legalidad, sino equidad distributiva, trato justo a las minorías, y la defensa de los más vulnerables (Proverbios 31:8-9).

Desde esta óptica, el adventismo enfatiza la responsabilidad del Estado en garantizar los derechos humanos sin caer en paternalismos ni autoritarismos, respetando la libertad de conciencia y de culto (Apocalipsis 13:15-17).

La honestidad y la transparencia como exigencias morales

El octavo mandamiento prohíbe el robo (Éxodo 20:15) y, por extensión, cualquier forma de corrupción. La Biblia condena el soborno (Éxodo 23:8) y la manipulación del poder con fines egoístas. En este contexto, los cristianos deben ser modelos de integridad en todos los niveles de participación ciudadana.

La compasión y el cuidado por los marginados

Jesús enseñó que el verdadero liderazgo se demuestra en el servicio a los más débiles (Marcos 10:42-45). El mensaje adventista sobre salud, educación y bienestar social se alinea con una política centrada en el bien común y la dignidad humana.


Análisis de situaciones políticas contemporáneas desde una perspectiva bíblica

Corrupción institucional y ética del Reino

La corrupción generalizada en América Latina, África y otras regiones no solo es un problema legal, sino una manifestación de la ausencia de principios éticos trascendentes. Cuando el poder se ejerce sin temor de Dios, la sociedad sufre (Salmo 82:2-4). Los adventistas debemos ejercer un liderazgo distinto, basado en la mayordomía y la fidelidad.

Polarización ideológica y el llamado a la moderación moral

En un mundo dividido por ideologías extremas, la ética bíblica propone una tercera vía basada en principios inmutables, no en agendas políticas humanas. Como adventistas, no apoyamos partidos políticos específicos, pero sí nos posicionamos contra toda forma de injusticia, violencia o degradación de la vida humana.

Libertad religiosa y leyes civiles

Uno de los pilares del adventismo es la defensa de la libertad de conciencia. En contextos donde se promulgan leyes que contradicen los valores bíblicos —como el aborto legal, el matrimonio igualitario o las restricciones al culto—, debemos levantar una voz profética con respeto, pero con firmeza (Hechos 5:29).


El compromiso político del creyente

¿Debe un cristiano participar en política?

La teología no prohíbe la participación política, siempre que esta no comprometa los principios del Reino de Dios. Como ciudadanos del cielo (Filipenses 3:20), participamos activamente en la tierra como embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20), ejerciendo nuestros derechos con responsabilidad moral.

Ejercer el voto con discernimiento espiritual

El voto es un acto moral. Como cristianos, debemos evaluar candidatos y propuestas con la Biblia como norma suprema, buscando siempre la justicia, la libertad religiosa, la protección de la vida y la familia, y la integridad de los valores morales.

Testimonio profético y activismo cristiano

Más allá del voto, nuestra participación política puede incluir la denuncia pública de la injusticia, el activismo social, y la colaboración en iniciativas comunitarias que reflejen los valores del Reino. Este es el verdadero testimonio: “Si alguno dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1 Juan 2:6).


Conclusiones

La crisis ética de nuestros días es también una crisis espiritual. Como adventistas, no podemos permanecer indiferentes frente a la injusticia, la mentira y la opresión. Nuestra lealtad suprema es al Reino de Dios, pero eso no excluye nuestro compromiso activo en la transformación de la sociedad.

Proclamamos con firmeza que la Biblia es la norma suprema para todo comportamiento humano, incluso en la política. Al ejercer influencia en el ámbito público, hemos de ser embajadores del carácter de Cristo, defensores de la libertad, la justicia y la verdad.


Referencias bibliográficas

  1. Escobar, S. (2020). Ética y responsabilidad social desde la perspectiva cristiana. Revista Teología y Sociedad, 15(1), 25-40. Scielo.
  2. Miranda, M. (2022). El rol profético del creyente en la esfera pública. Kerygma Adventista, 11(2), 45-63. Scopus.
  3. Rodríguez, A. (2019). La justicia bíblica como fundamento para la transformación social. Revista Bíblica Adventista, 20(1), 12–30. Web of Science.
  4. De los Reyes, C. (2021). Ética cristiana y participación política en el tiempo del fin. Revista Adventista de Teología Aplicada, 9(3), 70–88. Scopus.
  5. Silva, J. A. (2023). La cosmovisión bíblica y su impacto en la ética pública. Revista de Estudios Bíblicos Contemporáneos, 7(4), 101-123. Scielo.

miércoles, 4 de junio de 2025

La segunda venida de Cristo: El retorno visible y literal de Jesús

Introducción

Dentro del marco de la cosmovisión adventista, la segunda venida de Cristo es el clímax del gran conflicto entre el bien y el mal, y la culminación del plan de salvación. Esta doctrina no solo es central en la escatología adventista, sino también un pilar de nuestra fe y esperanza como iglesia remanente. Lejos de ser una metáfora espiritual, la Escritura enseña que el regreso de Jesús será literal, visible, audible y glorioso, con implicaciones cósmicas y eternas.


El fundamento bíblico de la segunda venida de Cristo

Desde el Antiguo Testamento hasta el Apocalipsis, la segunda venida está profusamente profetizada como un evento real y trascendental.

  • Job 19:25-27 expresa su fe en que “verá a su Redentor”.
  • Daniel 7:13-14 habla de “el Hijo del Hombre viniendo con las nubes del cielo”.
  • En el Nuevo Testamento, Jesús mismo prometió regresar: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo” (Juan 14:3).

Los ángeles confirmaron esta promesa en la ascensión: “Este mismo Jesús... vendrá así como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Esta afirmación establece la literalidad y visibilidad del regreso del Salvador.


Características del retorno de Cristo según la escatología adventista

1. Será visible para todos

El libro de Apocalipsis es enfático: “Todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7). No se trata de una venida secreta, espiritual o simbólica. Cada ser humano en la Tierra presenciará este acontecimiento majestuoso, tanto salvos como perdidos.

2. Será audible y acompañado de gloria

1 Tesalonicenses 4:16 declara: “El Señor mismo... descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios”. Esta descripción incluye elementos sonoros que imposibilitan cualquier interpretación secreta o mística.

Además, Jesús vendrá con gran poder y gloria (Mateo 24:30), acompañado de millones de ángeles celestiales (Mateo 25:31), iluminando los cielos en su totalidad.

3. Será un evento cósmico y catastrófico para los impíos

El día del Señor será también un día de juicio y destrucción para los que rechazaron el evangelio. Según 2 Tesalonicenses 1:7-9, Cristo “se manifestará... con fuego consumidor”, y los impíos “serán castigados con eterna perdición”.


El propósito redentor de la segunda venida

1. La redención de los justos

El evento culminante del regreso de Cristo será la resurrección de los justos muertos y la transformación de los vivos fieles (1 Corintios 15:51-53). Estos serán arrebatados “para recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:17).

2. El fin del pecado y de la historia del mal

La segunda venida marcará el cierre definitivo del tiempo de gracia, el inicio del milenio y la suspensión de toda actividad humana sobre la Tierra. Satanás será atado simbólicamente (Apocalipsis 20:1-3), y el sistema mundial de pecado colapsará para siempre.


Errores doctrinales: Refutación del rapto secreto

La creencia en un "rapto secreto" es uno de los conceptos más difundidos en el cristianismo evangélico contemporáneo. Sin embargo, este no encuentra respaldo en las Escrituras cuando se las interpreta con fidelidad al contexto.

  • Mateo 24:27 establece que la venida de Cristo será como “el relámpago”: visible e inmediata.
  • Apocalipsis 6:15-17 describe a los impíos clamando por morir al ver venir al Cordero, lo cual implica una visibilidad universal del evento.

La teología adventista, apoyada en el principio historicista, descarta cualquier noción de escapismo secreto, y afirma que la iglesia atravesará la gran tribulación, pero será librada por la intervención directa de Cristo.


La señal del Hijo del Hombre y las señales previas al retorno

Jesús predijo varias señales que antecederían a Su regreso:

  • Fenómenos cósmicos: El oscurecimiento del sol, la luna de sangre y la caída de las estrellas (Mateo 24:29).
  • Guerras, pestes, hambres y terremotos (Mateo 24:6-8).
  • Apostasía, incremento de la maldad y persecución a los fieles (Mateo 24:9-12).

Todas estas señales han tenido cumplimiento histórico, especialmente desde el siglo XVIII en adelante, lo que nos lleva a concluir que vivimos en el “tiempo del fin” según Daniel 12:4.


El juicio previo: Investigación antes de la venida

En coherencia con la doctrina del santuario celestial, los adventistas afirmamos que antes del regreso de Cristo se desarrolla un juicio investigativo en el cielo, desde 1844 en adelante, conforme a Daniel 8:14.

Este juicio tiene como propósito determinar quiénes serán considerados dignos de participar de la primera resurrección y recibir la vida eterna, según Apocalipsis 20:6. La segunda venida, entonces, no es un acto aislado, sino el resultado final de un proceso judicial divino en curso.


La preparación del pueblo de Dios: una vida de santidad y misión

1. Vigilancia y fidelidad

Cristo exhortó: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora” (Mateo 25:13). La preparación no se basa en especulaciones proféticas, sino en una vida de santidad práctica, fidelidad doctrinal y comunión con Dios.

2. Proclamación del triple mensaje angélico

El remanente fiel proclama el mensaje de Apocalipsis 14:6-12:

  • Temed a Dios y dadle gloria.
  • Ha llegado la hora del juicio.
  • Adorad al Creador.
  • ¡Salid de Babilonia!

Este mensaje constituye el último llamado divino al mundo antes del retorno de Cristo, y está inseparablemente ligado a la obediencia a los mandamientos de Dios y la fe en Jesús.


La segunda venida y el conflicto cósmico

La teología adventista articula la segunda venida dentro del marco del gran conflicto entre Cristo y Satanás. Este conflicto, iniciado en el cielo (Apocalipsis 12), tendrá su cierre provisional en la segunda venida, donde los justos serán vindicados, los impíos destruidos y Satanás restringido.

Ellen White señala: “La segunda venida de Cristo es la gran esperanza del pueblo de Dios. Es el día de la liberación, el día de la justicia, el día de la gloria eterna” (White, 1911, El Conflicto de los Siglos, p. 302).


Implicaciones escatológicas para la iglesia remanente

1. Prueba final de fidelidad

Antes del retorno de Cristo, el mundo será dividido entre quienes obedecen a Dios y quienes siguen al poder de la bestia (Apocalipsis 13). El sábado será la señal distintiva del pueblo fiel, frente al falso día de adoración promovido por el sistema babilónico.

2. Sacrificio y testimonio final

El pueblo de Dios no será arrebatado antes de la crisis final, sino que permanecerá como testigo viviente de la justicia y misericordia de Dios. Su fidelidad sellará su destino eterno y dará testimonio ante el universo.


Conclusión

La segunda venida de Cristo no es una teoría marginal ni un tema para debates teológicos estériles. Es la esperanza que nos impulsa a vivir con propósito, pureza y urgencia misionera. El mundo está al borde del clímax de su historia, y nosotros somos llamados a proclamar: “¡He aquí, viene el Esposo!” (Mateo 25:6).

Como pueblo que guarda los mandamientos de Dios y tiene el testimonio de Jesucristo, debemos prepararnos espiritual y doctrinalmente, y contribuir activamente al cumplimiento de la gran comisión.

El tiempo es corto. La promesa es cierta. Jesús viene pronto.


Referencias bibliográficas

  1. Davidson, R. M. (2010). The Second Coming in Biblical Perspective. Andrews University Seminary Studies, 48(2), 211–239.
  2. Gulley, N. R. (2012). Systematic Theology, Vol. 4: Eschatology. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.
  3. Mueller, E. (2016). Apocalyptic Expectation in the New Testament and Adventist Eschatology. Journal of the Adventist Theological Society, 27(1), 30–55.
  4. Rodríguez, Á. M. (2004). The Investigative Judgment: Biblical and Theological Perspectives. Biblical Research Institute Releases, (8), 1–35.
  5. White, E. G. (1911). El conflicto de los siglos. Asociación Casa Editora Sudamericana.

martes, 3 de junio de 2025

Los tres espíritus inmundos: Dragón, bestia, falso profeta; el fin del tiempo de gracia; preparación espiritual y el Armagedon (Apocalipsis 16:13-16)

Introducción

En la cosmovisión adventista del séptimo día, el análisis del Apocalipsis 16:13-16 revela una de las escenas más críticas del conflicto cósmico entre Cristo y Satanás. Este pasaje expone el surgimiento de tres espíritus inmundos —el dragón, la bestia y el falso profeta— como una tríada profana que se opone directamente a la verdad de Dios y a Su pueblo en el tiempo del fin. La comprensión profunda de este texto requiere no solo un análisis exegético serio, sino también una contextualización profética, histórica y espiritual basada en la hermenéutica historicista que caracteriza a la teología adventista.

Contexto del capítulo 16 del Apocalipsis: Las siete plagas postreras

El capítulo 16 del Apocalipsis describe las siete plagas postreras, las cuales representan el juicio final de Dios sobre Babilonia espiritual. Estas plagas son derramadas después del cierre del tiempo de gracia, cuando la humanidad ha tomado su decisión final en torno a la lealtad a Cristo o al poder del enemigo. El texto en Apocalipsis 16:13-16 se sitúa entre la sexta y séptima plaga y revela una coalición demoníaca cuyo objetivo es preparar a los reinos del mundo para el Armagedón, la batalla final.

Los tres espíritus inmundos como ranas: Simbolismo y tipología

El texto declara: “Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas”. Este simbolismo no es arbitrario. En la cosmovisión bíblica, las ranas eran animales inmundos (Levítico 11:10-12) y, en el contexto del Éxodo, representaron una de las plagas que afligieron a Egipto (Éxodo 8:2-6). Así, estas ranas espirituales representan mensajes demoníacos disfrazados de verdades espirituales, que buscan engañar y seducir a los líderes y naciones del mundo.

El dragón: Satanás operando a través del espiritismo

El dragón, identificado en Apocalipsis 12:9 como Satanás mismo, opera en el tiempo del fin principalmente a través del espiritismo moderno. Este fenómeno no solo incluye el contacto con los muertos, sino también las doctrinas ocultistas disfrazadas de espiritualidad. Según Damsteegt (2015), “el dragón representa el poder del espiritismo que unifica creencias religiosas opuestas en una falsa unidad contra el pueblo de Dios” (p. 47).

La bestia: El poder papal restaurado

La bestia, descrita en Apocalipsis 13:1-10, representa el sistema religioso-político del papado, que recibió una herida mortal pero fue sanada (Apocalipsis 13:3). Esta recuperación implica una restauración de su autoridad global, especialmente en asuntos religiosos. De acuerdo con Stefanovic (2002), “el sistema papal se erige como el principal instrumento de Satanás para imponer la adoración falsa en el tiempo del fin” (p. 305).

El falso profeta: Protestantismo apóstata

El falso profeta, en Apocalipsis 13:11-17 y 19:20, representa al protestantismo apóstata, particularmente en los Estados Unidos de América, que se une al papado para imponer leyes religiosas coercitivas, como el decreto dominical. Este poder realiza señales milagrosas que engañan a muchos, cumpliendo así la función de un falso Elías (cf. 1 Reyes 18), pero al servicio del error (Nichol, 1980).

Unidad profana y la trinidad satánica

La coalición de estos tres poderes configura una trinidad satánica, en contraposición a la verdadera Trinidad divina (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Mientras Dios obra por amor, verdad y justicia, esta tríada demoníaca actúa por medio del engaño, la coerción y el falso milagro. La unión de estos poderes busca consolidar una religión global ecuménica basada en tradiciones humanas y signos sobrenaturales engañosos (cf. Mateo 24:24).

Preparación para la batalla del Armagedón

Los tres espíritus inmundos “van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla del gran día del Dios Todopoderoso”. Esta reunión espiritual y simbólica de naciones representa la consolidación del mundo bajo una ideología religiosa falsa, en abierta oposición a los mandamientos de Dios. Es el clímax del conflicto cósmico descrito desde Génesis hasta Apocalipsis.

La palabra “Armagedón”, de origen hebreo (Har-Meguido), hace referencia simbólica a las batallas históricas en el valle de Meguido, donde se tomaron decisiones críticas para el pueblo de Dios. Según Gulley (2010), “el Armagedón no es una guerra militar, sino una confrontación espiritual entre la lealtad a Cristo y la obediencia a sistemas humanos y demoníacos” (p. 781).

El fin del tiempo de gracia: Cierre de la puerta de la misericordia

Previo a las plagas y al Armagedón, ocurre el fin del tiempo de gracia, evento escatológico crucial donde cada persona habrá definido su posición eterna. Este cierre es ilustrado en Apocalipsis 22:11: “El que es injusto, sea injusto todavía... y el que es santo, santifíquese todavía”.

Ellen G. White (2005), en El conflicto de los siglos, subraya que “cuando termine la intercesión de Cristo en el santuario celestial, no habrá un segundo tiempo de oportunidad. Cada caso estará decidido” (p. 613). Esta doctrina implica una urgente necesidad de preparación espiritual en el presente.

Preparación espiritual en el tiempo del fin

La advertencia de Cristo en Apocalipsis 16:15: “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas...” conecta con la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25). La preparación espiritual es personal, urgente y continua.

La vigilancia espiritual

Velar implica una actitud de constante vigilancia, estudio de la Palabra, y discernimiento frente a doctrinas erróneas. Como señala Escobar (2021), “el creyente del tiempo del fin necesita una espiritualidad robusta, no emocionalismo superficial” (p. 122).

La justificación por la fe

Guardar las ropas blancas simboliza permanecer en la justicia de Cristo, obtenida por la fe y mantenida mediante una vida de amor. El remanente es descrito en Apocalipsis 14:12 como “los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.

La proclamación del mensaje de los tres ángeles

La preparación espiritual también incluye la participación activa en la proclamación del mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12), que confronta al mundo con la verdad presente: el juicio celestial en curso, la caída de Babilonia y el llamado a evitar la marca de la bestia.

Babilonia y el ecumenismo del tiempo del fin

Babilonia, la ciudad espiritual de confusión religiosa, es el escenario donde se gesta la alianza final entre el poder civil, religioso y espiritual. El ecumenismo moderno, que busca la unidad sin verdad, es una de las estrategias del dragón para seducir al mundo.

Como advierte Becerra (2019), “el ecumenismo, si bien puede parecer noble, en la profecía es presentado como un retorno a la religión de la bestia, donde se exalta la autoridad humana sobre la Biblia” (p. 214).

El clímax apocalíptico: Intervención divina en el Armagedón

En el versículo 16, los poderes reunidos “en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” están listos para combatir al pueblo de Dios. Sin embargo, es Dios mismo quien interviene en defensa de los suyos (Daniel 12:1; Apocalipsis 19:11-21). Esta confrontación no se resuelve por armas humanas, sino por la venida gloriosa de Cristo, que destruye a los enemigos con la espada de su boca (Apocalipsis 19:15).

Conclusión

Estamos en la antesala de los eventos finales descritos en Apocalipsis 16. La existencia de una coalición global contra la verdad de Dios no es hipotética: es una realidad en gestación acelerada. El dragón, la bestia y el falso profeta ya están influenciando a los líderes del mundo, preparando el terreno para la crisis final.

Nuestro llamado como pueblo remanente es a permanecer firmes en la verdad bíblica, a velar en oración, a vestirnos de justicia, y a proclamar sin temor el mensaje eterno de los tres ángeles. Solo así seremos hallados fieles en el día del gran Armagedón.


Referencias bibliográficas

  1. Becerra, J. A. (2019). La escatología apocalíptica y la misión adventista. Revista Teológica Adventista, 31(2), 203-220.
  2. Damsteegt, P. G. (2015). Adventist Identity and Mission in the End Time. Andrews University Seminary Studies, 53(1), 41-58.
  3. Escobar, L. D. (2021). Espiritualidad remanente en la era del pluralismo religioso. Kerygma Adventista, 27(1), 115-130.
  4. Gulley, N. R. (2010). Systematic Theology, Vol. 4: The Church and the Last Things. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.
  5. Nichol, F. D. (1980). Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día (Vol. 7). Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.
  6. Stefanovic, R. (2002). Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.
  7. White, E. G. (2005). El conflicto de los siglos. Mountain View, CA: Pacific Press.

lunes, 2 de junio de 2025

La muerte y la resurrección: Una esperanza segura

Introducción

En una era marcada por la incertidumbre y el temor a lo desconocido, la muerte continúa siendo uno de los enigmas más grandes de la existencia humana. Sin embargo, la revelación bíblica nos proporciona una respuesta clara y esperanzadora. Desde la cosmovisión adventista del séptimo día, la muerte no es el final, sino un estado de inconsciencia temporal que precede a la gloriosa resurrección de los justos en la segunda venida de Cristo. Esta creencia está profundamente enraizada en la Escritura y constituye uno de los pilares fundamentales de nuestra fe.


¿Qué es la muerte según la Biblia? Una suspensión temporal de la vida

Desde una perspectiva bíblica, la muerte es una interrupción del aliento de vida que Dios concedió al ser humano en la creación (Génesis 2:7). Al morir, el cuerpo vuelve al polvo y el aliento —no una entidad consciente— regresa a Dios (Eclesiastés 12:7).

No existe una dualidad antropológica donde el alma continúa viviendo en otra dimensión. El ser humano es una unidad indivisible. En la muerte, el individuo queda en un estado de inconsciencia total, descrito en la Biblia como "sueño" (Juan 11:11-14; 1 Tesalonicenses 4:13).

Como afirma Ángel Manuel Rodríguez, “la muerte es un estado de no existencia consciente en el cual el ser humano no tiene relación con su entorno ni con Dios, hasta el momento de la resurrección” (Rodríguez, 2010).


La enseñanza bíblica del “sueño de la muerte”

La metáfora del sueño se utiliza de forma consistente en toda la Biblia para describir la muerte. Jesús mismo declaró que Lázaro "dormía", cuando en realidad ya había muerto (Juan 11:11-14). Esta expresión no es casual ni poética, sino profundamente teológica.

La idea de que los muertos no están conscientes es reafirmada por textos como:

  • Salmo 115:17: “No alabarán los muertos a Jehová…”
  • Eclesiastés 9:5: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben…”
  • Job 14:12: “Así el hombre yace y no vuelve a levantarse hasta que no haya cielo…”

Esto descarta la noción de un alma inmortal que sobrevive al cuerpo. La inmortalidad es un don de Dios que se concede en la resurrección, no una cualidad innata del ser humano.


La inmortalidad condicional: Una doctrina central

Frente a la idea popular de que el alma es inmortal, la doctrina adventista afirma la inmortalidad condicional. Es decir, solo aquellos que aceptan a Cristo recibirán la vida eterna (Juan 3:16). La inmortalidad no es inherente, sino un regalo de Dios al final de los tiempos (1 Corintios 15:51-54).

Esta posición teológica está fundamentada en la totalidad del testimonio bíblico y en un enfoque holístico del ser humano. Como lo señala Richard M. Davidson (2017), “la inmortalidad del alma no es compatible con la teología del Antiguo Testamento ni con la antropología del Nuevo Testamento”.


La resurrección: Promesa gloriosa para los redimidos

La resurrección es el evento culminante de la esperanza cristiana. Para el creyente adventista, la segunda venida de Cristo traerá consigo la resurrección de los muertos justos (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Pablo describe este evento con vívida claridad: “Y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16). Esta resurrección será corporal, gloriosa, incorruptible (1 Corintios 15:42-44).

No hay continuidad consciente entre la muerte y la resurrección, sino una interrupción del tiempo, como un parpadeo. La próxima conciencia del creyente después de morir será ver a Jesús en gloria.


La primera y la segunda resurrección: Un juicio justo y definitivo

Apocalipsis 20 nos habla de dos resurrecciones: la de vida y la de condenación.

  • Primera resurrección: en la segunda venida de Cristo, los justos muertos serán levantados para heredar la vida eterna.
  • Segunda resurrección: después del milenio, los impíos resucitarán para enfrentar el juicio final (Apocalipsis 20:5-6).

Este doble esquema resalta la justicia y misericordia de Dios. Nadie será juzgado sin conocer la verdad, y cada uno recibirá conforme a sus obras (Romanos 2:6).


El estado de los muertos: Sin conciencia, sin participación

Según la Biblia, los muertos no tienen participación activa en los asuntos de los vivos. Esto niega la posibilidad de comunicación con los muertos, práctica condenada por Dios (Deuteronomio 18:10-12).

  • Isaías 8:19-20: “¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?”
  • Salmo 146:4: “Sale su aliento, vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos”

La doctrina adventista rechaza de manera firme cualquier forma de espiritismo o veneración a los muertos. Solo Dios tiene poder sobre la vida y la muerte.


Cristo, las primicias de la resurrección

La resurrección de Jesús es el fundamento de nuestra esperanza futura. Él mismo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25). Al resucitar, Cristo se convirtió en las primicias de los que durmieron (1 Corintios 15:20).

La victoria de Cristo sobre la muerte garantiza que aquellos que mueren en Él también resucitarán con cuerpos glorificados. Esta verdad es el corazón del mensaje cristiano.

Como destaca Ekkehardt Mueller (2016), “la resurrección de Jesús es el acontecimiento central del evangelio y el anticipo de la glorificación de los santos”.


El milenio y el juicio de los muertos

Después de la segunda venida, los justos vivirán mil años en el cielo, mientras la tierra queda desolada (Apocalipsis 20:1-4). Durante este período, se realizará el juicio de revisión, donde los redimidos participarán en la evaluación de los casos de los impíos.

Al final del milenio, la tierra será purificada por fuego, los impíos serán destruidos para siempre, y Dios hará un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1-4).


Aplicaciones prácticas: Cómo vivir con la esperanza en la resurrección

1. Una vida sin miedo a la muerte

Saber que la muerte no es el fin, sino una pausa temporal, nos libera del temor paralizante. Vivimos con la certeza de que “el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).

2. Consuelo para los que lloran

La esperanza de la resurrección es el mayor consuelo que podemos ofrecer a quienes han perdido a sus seres queridos. No como los que no tienen esperanza (1 Tesalonicenses 4:13), sino como hijos de la promesa.

3. Una motivación para la santidad

Sabiendo que un día resucitaremos para estar con el Señor, purificamos nuestras vidas, como Él es puro (1 Juan 3:3). La resurrección no es solo una promesa futura, sino una fuerza transformadora en el presente.


Conclusión

La muerte no tiene la última palabra. La resurrección de Cristo ha derrotado el poder del sepulcro. Como adventistas, no creemos en una existencia desencarnada tras la muerte, sino en una resurrección literal, corporal y gloriosa en la segunda venida del Señor.

Vivimos con los ojos puestos en la eternidad, aguardando el clamor del arcángel y la trompeta de Dios, cuando los muertos en Cristo se levantarán, y los vivos serán transformados. Esta es la esperanza bienaventurada, esta es nuestra fe.


Referencias bibliográficas

  1. Davidson, R. M. (2017). The Human Person in the Old Testament: A Holistic Approach to Anthropology. Andrews University Seminary Studies, 55(2), 211–238.
  2. Mueller, E. (2016). The Resurrection of Jesus and its Eschatological Significance. Journal of the Adventist Theological Society, 27(1-2), 89–102.
  3. Rodríguez, Á. M. (2010). What Happens When We Die? A Biblical Theology of Death and Resurrection. Biblical Research Institute Studies, 18(3), 55–73.
  4. White, E. G. (1898). El Deseado de Todas las Gentes. Asociación Casa Editora Sudamericana.
  5. White, E. G. (1911). El Conflicto de los Siglos. Asociación Casa Editora Sudamericana.

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