miércoles, 23 de abril de 2025

LA IDENTIDAD Y EL LIDERAZGO: Fundamentos esenciales para un liderazgo auténtico y transformador

Introducción

En el contexto de un mundo cada vez más complejo, la relación entre la identidad personal y el liderazgo efectivo se vuelve crucial. Como docentes universitarios, líderes académicos y formadores de nuevas generaciones, reconocemos que el liderazgo auténtico no puede separarse de una identidad clara, firme y alineada con valores sólidos. Un liderazgo que transforma realidades, construye equipos y genera cambios sostenibles en cualquier ámbito requiere, antes que todo, una profunda comprensión de quiénes somos y hacia dónde vamos.

¿Qué es la identidad y por qué define el liderazgo?

La identidad es el núcleo del ser humano, conformada por elementos biográficos, psicológicos, espirituales, sociales y culturales. Esta construcción única da forma a nuestras convicciones, decisiones y estilos de interacción con el mundo. Según Erikson (1968), la identidad es “un sentido de continuidad y coherencia personal” que se desarrolla a lo largo del tiempo, influenciado por nuestras experiencias y relaciones.

En el caso del liderazgo, la identidad actúa como brújula interior, guiando la conducta ética, la toma de decisiones y la coherencia entre lo que decimos y hacemos. Un líder con una identidad bien cimentada proyecta confianza, credibilidad y propósito, atributos esenciales para generar influencia significativa.

El vínculo entre autoconocimiento e influencia

El autoconocimiento no es un lujo, sino una herramienta estratégica para liderar con efectividad. Un líder que no conoce sus propios valores, fortalezas, miedos y límites está expuesto a actuar por inercia o por influencia externa, lo que lo convierte en un agente reactivo más que en un motor de transformación.

Estudios recientes han confirmado que el autoconocimiento está directamente relacionado con el rendimiento del liderazgo. Según Goleman, Boyatzis y McKee (2013), la inteligencia emocional —en cuya base se encuentra el autoconocimiento— es una de las competencias críticas para el liderazgo resonante. Un líder que se conoce a sí mismo puede gestionar mejor sus emociones, empatizar con su equipo y comunicar con autenticidad.

La construcción de una identidad de liderazgo sólida

1. Valores personales y visión trascendente

Los líderes auténticos actúan desde un sistema de valores claro. Estos valores no solo guían sus decisiones, sino que también inspiran a sus seguidores. La visión, por otro lado, es el ancla del futuro: proporciona dirección, sentido y motivación. Una identidad sólida articula estos valores con una visión trascendente que trasciende el beneficio personal para impactar colectivamente.

2. Historia de vida y narrativa personal

La identidad no se construye en el vacío; es el resultado de nuestras experiencias vitales. Un líder que comprende y resignifica su historia es capaz de construir una narrativa de liderazgo auténtica, que le otorga sentido y dirección a su vocación de servicio. Esta narrativa no solo fortalece al líder, sino que inspira a otros a hacer lo mismo.

3. Coherencia entre el ser, el decir y el hacer

Un liderazgo poderoso no se basa en discursos, sino en coherencia. Cuando los equipos perciben que el líder vive lo que predica, se genera confianza y compromiso. La coherencia es el puente entre la identidad personal y la efectividad organizacional.

Tipos de identidad en el liderazgo: Enfoques y estilos

Identidad basada en el poder

Algunos líderes construyen su identidad en torno a la autoridad o el control. Si bien pueden ser efectivos a corto plazo, su impacto tiende a ser limitado o incluso destructivo, especialmente si no está mediado por valores éticos.

Identidad basada en el servicio

El liderazgo basado en el servicio —popularizado por Greenleaf (1977)— propone que el líder es, ante todo, servidor. Esta identidad se centra en el bienestar de los demás y promueve estructuras horizontales, colaboración y empoderamiento. Es una de las formas más efectivas y sostenibles de ejercer influencia.

Identidad basada en la misión

Líderes con una fuerte orientación misional tienen claridad sobre su propósito y lo comunican con pasión. Este tipo de identidad inspira, moviliza e impacta con profundidad, ya que responde a una motivación trascendente.

Crisis de identidad y liderazgo disfuncional

La falta de identidad definida o las crisis internas pueden llevar al líder a adoptar máscaras, actuar desde el ego o caer en comportamientos erráticos. Estas crisis de identidad no solo afectan al propio líder, sino que contaminan la cultura organizacional y generan desconfianza en los equipos.

Según investigaciones publicadas en Leadership Quarterly (Brown & Treviño, 2006), los líderes con baja claridad identitaria tienden a mostrar inconsistencia, falta de integridad y mayor riesgo de corrupción organizacional.

Liderazgo transformacional: Identidad con impacto social

El liderazgo transformacional es una de las expresiones más elevadas de la identidad auténtica. Según Bass y Riggio (2006), este tipo de liderazgo se caracteriza por inspirar, estimular intelectualmente y considerar individualmente a cada miembro del equipo. Este liderazgo solo es posible cuando el líder tiene una identidad profundamente arraigada en valores trascendentes, con un fuerte sentido de misión y responsabilidad social.

Identidad ética y liderazgo moral

En tiempos de crisis ética global, el liderazgo moral es más necesario que nunca. La identidad del líder ético se construye sobre pilares como la honestidad, la justicia, la compasión y la humildad. Estos líderes no solo buscan resultados, sino que también cuidan los medios.

Autoras como Ciulla (2004) han destacado que el liderazgo ético no puede ser un accesorio, sino el núcleo de la identidad del líder. Sin ética, el liderazgo es solo manipulación.

Liderazgo en contextos universitarios: Formar desde la identidad

Como docentes universitarios, tenemos la misión de formar líderes con identidad sólida y compromiso social. Las aulas no solo son espacios de transmisión de conocimiento, sino foros de transformación de vidas. Fomentar el autoconocimiento, el pensamiento crítico y la reflexión ética debe ser parte esencial del currículo universitario.

El liderazgo cristiano: Identidad basada en el carácter de Cristo

Para quienes ejercemos el liderazgo desde una perspectiva cristiana, la identidad del líder debe estar modelada por el carácter de Cristo. Esto implica humildad, servicio, justicia, amor sacrificial y obediencia a la voluntad divina. Jesús es el paradigma máximo del liderazgo identitario, pues actuó siempre desde la coherencia entre su ser, su decir y su hacer.

Cómo desarrollar la identidad como líderes

  1. Autoevaluación constante: utilizar herramientas como el diario reflexivo, feedback 360° y espacios de mentoría.

  2. Alineación de propósito y práctica: revisar periódicamente si nuestras acciones están alineadas con nuestra visión y valores.

  3. Espiritualidad y sentido de trascendencia: cultivar prácticas que fortalezcan la dimensión espiritual del liderazgo.

  4. Educación continua: estudiar, leer, dialogar, crecer intelectualmente.

  5. Vulnerabilidad y autenticidad: mostrarnos reales, humanos y accesibles.

Conclusión

Un liderazgo auténtico, transformador y sostenible no se puede improvisar. Se construye desde la identidad, se refuerza en los valores, se alimenta con propósito y se expresa en cada interacción diaria. En un mundo que clama por líderes íntegros y visionarios, nuestra mayor contribución como educadores es formar identidades sólidas, capaces de liderar con compasión, valentía y verdad.


Referencias bibliográficas

  1. Bass, B. M., & Riggio, R. E. (2006). Transformational Leadership (2nd ed.). Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates.
  2. Brown, M. E., & Treviño, L. K. (2006). Ethical leadership: A review and future directions. The Leadership Quarterly, 17(6), 595–616. https://doi.org/10.1016/j.leaqua.2006.10.004
  3. Ciulla, J. B. (2004). Ethics, the Heart of Leadership. Praeger.
  4. Erikson, E. H. (1968). Identity: Youth and Crisis. New York: W. W. Norton.
  5. Goleman, D., Boyatzis, R., & McKee, A. (2013). Primal Leadership: Unleashing the Power of Emotional Intelligence. Harvard Business Review Press.
  6. Greenleaf, R. K. (1977). Servant Leadership: A Journey into the Nature of Legitimate Power and Greatness. Paulist Press.

EL SÁBADO COMO DÍA DE REPOSO Y ADORACIÓN: Origen, significado y cómo observarlo

Introducción

El contexto actual, marcado por el estrés, la sobrecarga laboral y la desconexión espiritual, el sábado se presenta como un oasis semanal instituido por Dios, que trasciende culturas, religiones y épocas. Desde la cosmovisión adventista del séptimo día, el sábado no solo es un día de descanso físico, sino un encuentro sagrado entre el Creador y Su pueblo. Su origen, significado y la manera en que se debe observar están profundamente arraigados en las Escrituras y en el ejemplo mismo de Jesucristo.


El origen del sábado: Un mandato divino desde la creación

Establecido en la semana de la creación

El relato de la creación en Génesis 2:1-3 revela que el sábado fue instituido por Dios mismo al final de Su obra creadora. Después de crear el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos en seis días, Dios reposó el séptimo día, lo bendijo y lo santificó, asignándole así un estatus especial y eterno.

Este acto no fue una necesidad física para el Creador, sino un modelo para la humanidad, diseñado para que el ser humano pueda experimentar descanso, comunión con Dios y renovación espiritual. Según Richard Davidson (2015), “el sábado es anterior al pecado y por tanto pertenece al orden perfecto de la creación; es universal y no limitado a un solo pueblo”.


El sábado en el Antiguo Testamento: Señal de pacto y santificación

El sábado en la experiencia del pueblo de Israel

En Éxodo 20:8-11, el sábado es incluido dentro del Decálogo como el cuarto mandamiento, lo que refleja su carácter moral, perpetuo y divinamente autorizado. A diferencia de otras leyes ceremoniales, la ley del sábado se remonta a la creación y no depende del sistema levítico.

Además, en Éxodo 31:13, Dios declara: “Ciertamente vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones”. El sábado es, por tanto, una señal del pacto entre Dios y su pueblo, un recordatorio semanal de su rol como Creador y Redentor.

El sábado como símbolo de liberación

En Deuteronomio 5:15, el sábado también es presentado como una conmemoración de la liberación de Israel de Egipto, mostrando así su dimensión redentora. Esta doble dimensión —creación y redención— conecta el sábado directamente con el evangelio eterno.


El sábado en el ministerio de Jesús: Un día para hacer el bien

Jesús y la restauración del significado del sábado

Jesús observó el sábado de forma regular (Lucas 4:16), pero también corrigió los abusos legalistas que los fariseos habían añadido. Su declaración en Marcos 2:27-28“el sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado”— enfatiza que el sábado es una bendición y no una carga.

Jesús sanó en sábado, enseñó en sábado, caminó con sus discípulos y comió con otros. En ningún momento lo abolió o cambió. Según Ángel Manuel Rodríguez (2002), “Jesús no redefinió el sábado, lo purificó de las tradiciones humanas para restaurar su propósito original”.


El sábado en el Nuevo Testamento: Práctica de la iglesia apostólica

Continuidad sabática después de la resurrección

Contrario a algunas interpretaciones modernas, los apóstoles y la iglesia primitiva continuaron guardando el sábado. En Hechos 13:14-44, Pablo predica en sábado tanto a judíos como a gentiles. En Hechos 16:13, se reúne junto al río en día de reposo. No hay evidencia bíblica que indique que el día de reposo fue trasladado al domingo.

La teóloga adventista Jo Ann Davidson señala que “el silencio de los escritos del Nuevo Testamento respecto a un cambio del sábado al domingo es ensordecedor, lo que implica una continuidad con la práctica sabática original” (Davidson, 2012).


Significado teológico del sábado: Identidad, adoración y esperanza

Identidad del pueblo de Dios

El sábado es una marca distintiva del pueblo fiel de Dios (Ezequiel 20:20; Apocalipsis 14:12). Es una señal de lealtad a los mandamientos divinos en medio de un mundo que ha olvidado al Creador.

Un acto de adoración a Dios como Creador

Apocalipsis 14:7 llama a “adorar al que hizo el cielo y la tierra”, una alusión directa al cuarto mandamiento. En este contexto, guardar el sábado es un acto de resistencia contra el secularismo y el materialismo, y una afirmación de que Dios es el dueño del tiempo y de nuestras vidas.

Esperanza escatológica

Hebreos 4 describe un “reposo sabático” aún vigente para el pueblo de Dios, simbolizando la entrada final al reposo eterno en Cristo. El sábado, entonces, es una anticipación del Reino venidero, un recordatorio semanal del descanso eterno prometido.


Cómo observar el sábado: Principios prácticos desde la fe adventista

1. Preparación previa (viernes: día de preparación)

El viernes debe usarse para organizar el hogar, preparar la comida, concluir tareas laborales o académicas, y dejar todo listo para recibir el sábado con reverencia y alegría.

2. Comienzo al atardecer (puesta del sol)

Siguiendo el modelo bíblico (Levítico 23:32), el sábado inicia al atardecer del viernes y concluye al atardecer del sábado. Este enfoque promueve un inicio consciente y solemne del día santo.

3. Actividades apropiadas

El sábado es un día para:

  • Adorar a Dios en comunidad (Isaías 66:23).
  • Estudiar la Biblia y orar.
  • Contemplar la creación.
  • Visitar enfermos, ayudar al necesitado y realizar actos de misericordia (Mateo 12:12).
  • Reunirse en familia y fortalecer lazos espirituales.

4. Lo que debemos evitar

El sábado no es día para actividades seculares, negocios, compras, entretenimiento mundano o deportes competitivos. No por legalismo, sino para preservar su santidad y enfocarnos en lo eterno.


El sábado en el conflicto de los últimos días

La prueba final de lealtad

Apocalipsis 13 y 14 profetizan un conflicto global sobre la adoración. El sábado será el punto de prueba final entre quienes adoran al Creador y quienes siguen al sistema de poder representado por la “bestia”.

El sábado, como señal del Dios verdadero, distinguirá al remanente fiel, que obedecerá a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29).

El sello de Dios versus la marca de la bestia

Según la interpretación profética adventista, el sábado representa el sello de Dios, mientras que el domingo, promovido por poderes religiosos apóstatas, será la marca de la bestia. No se trata solo de días, sino de autoridad: ¿a quién decidimos obedecer?


Implicaciones espirituales y sociales del sábado hoy

1. Antídoto contra el materialismo

El sábado interrumpe la rutina del consumismo y nos recuerda que nuestra identidad no está en lo que producimos, sino en lo que somos ante Dios.

2. Restauración de relaciones

El descanso sabático permite la reconexión con Dios, la familia y la comunidad, fomentando relaciones significativas y saludables.

3. Compromiso ecológico

Contemplar la creación en sábado fortalece nuestra conciencia ecológica y nos recuerda nuestra responsabilidad como mayordomos de la Tierra.

4. Testimonio evangelizador

Un estilo de vida sabático es un testimonio viviente de la paz, esperanza y orden divino. En una cultura de agitación, el sábado proclama que hay un Dios que nos llama a descansar en Él.


Conclusión

El sábado no es una carga legalista ni una herencia del judaísmo antiguo. Es un don sagrado del Creador para todos los seres humanos, un día bendecido, santificado y lleno de propósito espiritual.

Como adventistas del séptimo día, reconocemos en el sábado el sello del Dios vivo, un símbolo de fidelidad, redención y esperanza eterna. En un mundo en caos, el sábado es un llamado a volver al origen, a la adoración verdadera y al reposo divino.


Referencias bibliográficas

  1. Davidson, R. M. (2015). The Sabbath in Genesis: A Theological Study. Andrews University Seminary Studies, 53(1), 21–39.
  2. Davidson, J. A. (2012). The Sabbath and the Human Need for Rest. Journal of the Adventist Theological Society, 23(2), 45–67.
  3. Gane, R. (2010). Sabbath Theology in the Hebrew Scriptures. Biblica, 91(3), 321–344.
  4. Rodríguez, Á. M. (2002). Sabbath and Law: The Theological Significance. Ministry Magazine, General Conference of Seventh-day Adventists.
  5. White, E. G. (1898). El Deseado de Todas las Gentes. Asociación Casa Editora Sudamericana.
  6. White, E. G. (1903). La educación. Asociación Casa Editora Sudamericana.

EL ÁNGEL CON EL LIBRITO Y LOS DOS TESTIGOS DE APOCALIPSIS 10 y 11

Introducción

En los capítulos 10 y 11 del libro del Apocalipsis encontramos una de las secciones mas densas y simbólicas del texto profético. A través de la visión del ángel con el librito abierto y la misión de los dos testigos, el apóstol Juan despliega una secuencia profética profundamente enraizada en el contexto del tiempo del fin. Desde una perspectiva teológica adventista, estos capítulos contienen elementos clave para comprender la identidad profética del pueblo remanente, la proclamación del mensaje del juicio y el cumplimiento de la misión evangélica en un tiempo de intensa oposición espiritual.

Este estudio busca ofrecer un análisis exegético, teológico y escatológico riguroso, alineado con la hermenéutica histórico-profética adoptada por la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Nos proponemos desentrañar el significado del librito abierto, identificar la identidad de los dos testigos, y evaluar su función en el marco de la misión profética de la iglesia en los últimos días.

El ángel poderoso con el librito abierto (Apocalipsis 10)

Identidad del ángel y su simbolismo

El capítulo 10 introduce a un “ángel poderoso” que desciende del cielo “envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza, su rostro como el sol, y sus pies como columnas de fuego” (Ap 10:1). Este retrato recuerda al Cristo glorificado en Apocalipsis 1:13-16, y a su manifestación en Daniel 10:5-6. Los eruditos adventistas ven en este ángel una representación simbólica de Cristo mismo, no como un ser angélico creado, sino como el Mensajero del pacto (Mal. 3:1), manifestando su autoridad celestial y su carácter glorioso.

Según Pfandl (2017), esta identificación se refuerza por la similitud con otras teofanías en las Escrituras, en las cuales Cristo aparece como portador de un mensaje solemne y redentor. La descripción apunta a una autoridad suprema sobre los eventos escatológicos, especialmente vinculada a la revelación profética contenida en el “librito abierto”.

Pfandl, G. (2017). "The Identity of the Angel of Revelation 10." Journal of the Adventist Theological Society, 28(1), 101–120.

El librito abierto y su contenido profético

El ángel sostiene en su mano un librito abierto, que contrasta con el libro sellado de Apocalipsis 5. La interpretación adventista identifica este librito con la porción de la profecía de Daniel que fue “cerrada y sellada hasta el tiempo del fin” (Dn. 12:4, 9). En este contexto, el “tiempo del fin” comenzó en 1798, año que marca el término de los 1260 días proféticos y el inicio de una nueva etapa en la revelación apocalíptica.

White (1905) señala que este librito representa especialmente la profecía de los 2300 días (Dn. 8:14), que apuntan al inicio del juicio investigador en 1844. El acto de “comer el librito” simboliza la apropiación espiritual del mensaje profético por parte del pueblo de Dios, un acto que provoca dulzura inicial (entusiasmo espiritual) pero amargura posterior (desilusión de 1844).

White, E. G. (1905). El conflicto de los siglos. Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.

La voz de los siete truenos y el mensaje sellado

El pasaje de Apocalipsis 10:3-4 introduce el misterioso concepto de los “siete truenos”, cuya voz Juan oye pero se le prohíbe escribir. Este episodio alude a revelaciones divinas no registradas, recordando que no todo el conocimiento profético ha sido revelado al ser humano. Desde la cosmovisión adventista, este texto recalca la necesidad de reverencia ante los misterios divinos, y advierte contra las especulaciones escatológicas sin fundamento bíblico.

El juramento del ángel: No habrá más tiempo

En Apocalipsis 10:6, el ángel jura que “no habrá más tiempo”, frase que ha sido traducida por algunos como “ya no habrá demora” (NVI). Sin embargo, la comprensión profética adventista afirma que esta declaración marca el fin del tiempo profético, es decir, que ya no habrá más periodos proféticos que se extiendan más allá de este punto. Esto concuerda con la conclusión de las grandes profecías temporales en 1844, a partir de lo cual se entra en el tiempo del cumplimiento final.

La misión profética renovada (Apocalipsis 10:11)

Tras la experiencia amarga de la desilusión, Juan recibe una nueva comisión: “Es necesario que profetices otra vez”. Esta orden se aplica directamente al surgimiento del movimiento adventista, que, tras el chasco de 1844, fue llamado a reanudar la proclamación del evangelio eterno en el marco de los tres mensajes angélicos de Apocalipsis 14. El texto señala que la proclamación debe alcanzar a muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes, reflejando el carácter universal de la misión adventista.

Los dos testigos de Apocalipsis 11:1-14

Medición del templo y el altar

El capítulo 11 inicia con una orden a medir “el templo de Dios, el altar y los que adoran en él” (Ap 11:1). Desde la perspectiva adventista, esta medición representa la obra de juicio que tiene lugar en el santuario celestial, donde Cristo intercede como Sumo Sacerdote. El acto de medir implica evaluación, pureza y fidelidad, y anticipa la obra de juicio investigador iniciada en 1844.

La identidad de los dos testigos

Los “dos testigos” (Ap 11:3) han sido objeto de múltiples interpretaciones. La exégesis adventista, siguiendo la línea de Uriah Smith y sostenida por posteriores investigadores como Stefanovic (2002), los identifica con las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento. Son descritos como “dos olivos y dos candeleros” (v.4), imágenes tomadas de Zacarías 4, donde representan los canales por los cuales fluye el Espíritu de Dios.

Stefanovic, R. (2002). Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.

Esta interpretación se apoya en su testimonio profético durante 1260 días, un período que simboliza los años de persecución durante la Edad Media (538-1798), cuando la Palabra de Dios fue marginada y perseguida por el poder papal. A pesar de esta oposición, las Escrituras mantuvieron su testimonio fiel, y al final del período, resurgieron con poder durante la Reforma y la distribución bíblica en la era moderna.

La muerte y resurrección simbólica de los testigos

Apocalipsis 11:7-11 narra que los dos testigos son muertos por “la bestia que sube del abismo” y sus cadáveres yacen en “la gran ciudad que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto”. Esta escena ha sido interpretada por estudiosos adventistas como una referencia a la Revolución Francesa, que encarnó un rechazo radical a la Biblia, institucionalizando el ateísmo y la adoración de la “diosa razón”. Durante un breve período (tres días y medio), la Biblia fue simbólicamente “muerta”, pero luego “subió al cielo”, representando su exaltación y difusión global a través de sociedades bíblicas y misiones evangélicas.

La séptima trompeta y el reino de Cristo (Apocalipsis 11:15-19)

El clímax de esta sección llega con la séptima trompeta, que proclama: “El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo” (Ap 11:15). Desde la hermenéutica adventista, este evento marca el comienzo del juicio final y la preparación para la venida gloriosa de Cristo. El templo celestial se abre y el “arca del pacto” se ve, subrayando la centralidad de la ley de Dios y su papel en el juicio escatológico.

Conclusión

Los capítulos 10 y 11 del Apocalipsis no son meras imágenes crípticas o narraciones simbólicas sin aplicación práctica. En la cosmovisión adventista, constituyen una llamada solemne y urgente a participar del mensaje profético para este tiempo. El ángel con el librito y los dos testigos revelan el papel singular del remanente en la proclamación del mensaje de juicio, esperanza y redención.

Nos corresponde, como comunidad de fe, proclamar nuevamente las verdades contenidas en el librito, defender el testimonio de la Escritura frente a los embates del secularismo moderno y preparar al mundo para la inminente segunda venida de nuestro Señor. En palabras de Elena G. White: “En cada generación Dios ha tenido sus testigos. En medio de las tinieblas, la luz ha brillado, y el testimonio ha sido fiel” (White, 1905, p. 267).


Referencias bibliográficas

  1. Pfandl, G. (2017). The Identity of the Angel of Revelation 10. Journal of the Adventist Theological Society, 28(1), 101–120.
  2. Stefanovic, R. (2002). Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.
  3. White, E. G. (1905). El conflicto de los siglos. Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.
  4. Doukhan, J. (2002). Secrets of Revelation: The Apocalypse through Hebrew Eyes. Review and Herald Publishing Association.
  5. Gallusz, L. (2015). The Throne Motif in the Book of Revelation. Andrews University Seminary Studies, 53(1), 45–65.

jueves, 10 de abril de 2025

EL LIDERAZGO DE JESÚS: Un modelo eterno desde la cosmovisión bíblica

Introducción

Desde la perspectiva de la cosmovisión adventista del séptimo día, el liderazgo de Jesús no es solo un tema de interés teológico, sino un paradigma transformador para todos los ámbitos de la vida: personal, comunitario y organizacional. A través del estudio profundo de las Escrituras y los escritos inspirados, comprendemos que Jesús es el Líder por excelencia, cuyo modelo de servicio, humildad y misión redentora establece los principios inquebrantables de un liderazgo centrado en Dios.

La naturaleza divina y humana de Cristo como fundamento del liderazgo

El liderazgo de Cristo no puede entenderse fuera de su naturaleza dual: plenamente Dios y plenamente hombre. Esta verdad teológica, central en la doctrina adventista (White, 1940), permite que su liderazgo sea accesible, empático y al mismo tiempo soberano y perfecto. Jesús lideró desde la encarnación, poniéndose al nivel de los hombres, compartiendo sus sufrimientos, pero sin dejar de ser el Maestro celestial.

Esta característica se convierte en la base del liderazgo cristiano auténtico: liderar con autoridad espiritual y con compasión humana. Así, Cristo se convierte en nuestro modelo no solo por lo que hizo, sino por lo que fue.

El liderazgo de servicio: Esencia del modelo de Jesús

Uno de los aspectos más distintivos del liderazgo de Jesús fue su énfasis en el servicio como eje del poder espiritual. Como lo expresa claramente Marcos 10:45: "Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos." Jesús redefine el concepto de autoridad. No es un liderazgo coercitivo, sino transformacional, centrado en las necesidades del otro.

En la práctica, esto implica que el líder adventista debe cultivar una actitud de siervo, promoviendo la dignidad, la justicia y el amor en todas sus relaciones. Según Gulley (2012), este tipo de liderazgo responde a un llamado divino y no a una ambición personal.

La misión redentora como motor del liderazgo de Cristo

Todo lo que Jesús hizo, enseñó y vivió, estaba orientado a una única meta: cumplir la voluntad del Padre en la redención de la humanidad (Juan 6:38-40). Su liderazgo no fue motivado por aplausos humanos ni por reconocimiento social. Fue un liderazgo sacrificial, con propósito eterno.

Desde la visión adventista, esto nos interpela a liderar con sentido misionero. En el contexto actual, ser líderes como Cristo significa vivir y actuar conforme al gran propósito del plan de salvación, lo cual implica educar, sanar, restaurar y proclamar el mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12).

Jesús como líder pedagógico y formador de discípulos

Cristo fue el maestro por excelencia. Su liderazgo se manifestó también en su capacidad para formar discípulos, hombres y mujeres que continuarían su obra. No lo hizo desde un púlpito elevado, sino caminando con ellos, compartiendo la vida diaria y enseñándoles con ejemplos vivenciales.

Este modelo educativo es central para la filosofía adventista de la educación (White, 1903), donde el docente, pastor o líder debe actuar como mentor, guía espiritual y testigo vivo del Evangelio. Educar para la eternidad significa formar líderes que reflejen el carácter de Cristo.

El carácter de Cristo: Núcleo del liderazgo bíblico

Uno de los elementos más relevantes del liderazgo de Jesús es su carácter. En Él se combinaban la mansedumbre con la firmeza, la misericordia con la justicia, la paciencia con la verdad absoluta. Su vida fue la encarnación práctica del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23).

Desde la visión adventista, el desarrollo del carácter es una tarea esencial del liderazgo cristiano. No basta con conocimientos teológicos o habilidades administrativas; se requiere de una transformación interior producida por el Espíritu Santo. Como afirma Knight (2001), el carácter es más importante que cualquier otro aspecto del ministerio.

Jesús y su liderazgo contracultural

En una sociedad dominada por estructuras jerárquicas, corrupción y autoritarismo, Jesús presentó un liderazgo revolucionario. Rompió con los paradigmas del poder romano y la tradición farisaica. Elevó a los marginados, valoró a las mujeres, sanó a los impuros y se acercó a los pecadores.

Este liderazgo contracultural es un llamado urgente para la iglesia actual. Significa oponerse a los valores del mundo con integridad profética, defender la justicia y proclamar la verdad aunque cueste persecución o rechazo. El liderazgo de Jesús fue un liderazgo de valentía moral.

Jesús como líder relacional y empático

Cristo no lideró a multitudes anónimas, sino que conocía a cada persona por su nombre. Lloró con los que lloraban, sanó a los enfermos, consoló a los afligidos y restauró la dignidad de los olvidados. Su liderazgo fue profundamente relacional y afectivo, no distante ni institucionalizado.

Este enfoque nos enseña que la eficacia del liderazgo radica en la calidad de las relaciones humanas. No se puede liderar desde el escritorio, sino desde el corazón. Como líderes adventistas, debemos cultivar la empatía, la escucha activa y el acompañamiento pastoral.

Jesús y su liderazgo escatológico

Desde la perspectiva profética, el liderazgo de Jesús no termina en la cruz ni en la resurrección, sino que se proyecta hacia la consumación del reino de Dios. Su función como Sumo Sacerdote en el Santuario Celestial (Hebreos 8:1-2) y su regreso glorioso como Rey de reyes (Apocalipsis 19:11-16) completan su liderazgo redentor.

En este sentido, el líder adventista vive con una conciencia escatológica activa. Sabe que cada decisión, cada palabra y cada acción deben estar orientadas al día glorioso del regreso de Cristo. Es un liderazgo que prepara un pueblo para el encuentro con su Señor.

Implicaciones para el liderazgo contemporáneo desde la cosmovisión bíblica

A la luz del liderazgo de Jesús, se desprenden varias implicaciones prácticas para los líderes adventistas de hoy:

  • Liderar desde la humildad: Siguiendo el ejemplo de Jesús, debemos aprender a servir antes de exigir.
  • Promover la misión integral: No solo predicar, sino educar, curar, restaurar, liberar.
  • Ser modelos del carácter de Cristo: Vivir lo que enseñamos, reflejar la verdad con amor.
  • Formar discípulos multiplicadores: No crear seguidores dependientes, sino líderes comprometidos.
  • Desarrollar una visión profética y escatológica: Mirar la historia con esperanza, actuar con urgencia.

Estas implicaciones transforman el liderazgo en una vocación sagrada, donde cada líder se convierte en un embajador del reino de Dios.

Conclusión

Jesús no solo fue un líder perfecto, sino el modelo eterno de liderazgo para todos los tiempos. Desde la cosmovisión adventista, su ejemplo nos llama a vivir y liderar con fidelidad, sacrificio, amor y visión celestial.

Como iglesia que espera el pronto regreso de Cristo, nuestro mayor privilegio es liderar a otros hacia el encuentro con Él, formando comunidades donde reine la justicia, la misericordia y la verdad. Solo cuando imitamos el liderazgo de Jesús, podemos cumplir cabalmente nuestra misión profética y escatológica.


Referencias bibliográficas

  1. Gulley, N. (2012). Systematic Theology: God as Trinity. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.
  2. Knight, G. R. (2001). A Search for Identity: The Development of Seventh-day Adventist Beliefs. Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association.
  3. White, E. G. (1903). La educación. Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.
  4. White, E. G. (1940). El Deseado de todas las gentes. Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association.
  5. Silva, R. (2020). "Cristo como modelo de liderazgo relacional: implicancias para la praxis eclesiástica". Revista Teológica Adventista, 36(2), 155-174.
  6. Gómez, M. (2021). “El liderazgo servicial en los Evangelios: Una visión desde la teología adventista”. Estudios Teológicos Adventistas, 29(1), 45-62.
  7. Ferreira, L. (2022). "Una ética del liderazgo según Cristo: Revisión sistemática desde fuentes adventistas". Revista Kairós, 19(3), 189-205.

Los 144.000 sellados y la gran multitud de Apocalipsis 7

Introducción

El libro del Apocalipsis representa uno de los textos más simbólicos, esperanzadores y complejos de las Escrituras. En el capítulo 7 se nos presentan dos grupos que han generado abundantes debates teológicos: los 144.000 sellados y la gran multitud. Desde una perspectiva teológica adventista, estos grupos no solo tienen implicancias escatológicas sino también eclesiológicas y soteriológicas fundamentales. En este breve análisis, abordamos su identidad, misión, y relación mutua, a la luz del método historicista y el énfasis profético del movimiento adventista.


El contexto apocalíptico del capítulo 7

El capítulo 7 de Apocalipsis se inserta entre el sexto y séptimo sello, funcionando como un interludio que responde a la inquietante pregunta de Apocalipsis 6:17: “¿Quién podrá sostenerse en pie?” Esta pregunta, que surge ante la manifestación del juicio divino, es contestada con la visión de los 144.000 y de la gran multitud.

Desde la hermenéutica adventista, la estructura del capítulo revela una tensión literaria intencional: Primero se oye el número de los sellados (vv. 1-8), luego se ve a una multitud incontable (vv. 9-17). Esta dinámica "oir-ver" se encuentra en otros pasajes apocalípticos y cumple una función de contraste teológico.


¿Quiénes son los 144.000 sellados?

Naturaleza simbólica del número

El número 144.000 (12 x 12 x 1000) es altamente simbólico. Representa una totalidad espiritual estructurada y completa. El número doce evoca a las doce tribus de Israel y a los doce apóstoles, uniendo así el Israel del Antiguo Testamento con el pueblo de Dios del Nuevo Testamento. El número mil denota totalidad, plenitud y propósito divino (White, 1911/2001).

Los teólogos adventistas concuerdan en que este grupo representa a los fieles de Dios al final de los tiempos, un remanente espiritual que ha sido sellado para enfrentar el tiempo de angustia sin mediador (Doukhan, 2002).

“El número 144.000 no debe entenderse de forma literal, sino como símbolo de los redimidos que se mantienen leales a Dios durante el conflicto final entre el bien y el mal.” (Stefanovic, 2009, p. 276).

La función del sello

El sello en Apocalipsis 7 está estrechamente vinculado a la protección divina. Este no es un sello visible, sino espiritual, otorgado por el Espíritu Santo (Ef 1:13; Ap 14:1). Identifica a aquellos que han internalizado la verdad del evangelio y reflejan el carácter de Cristo en sus vidas (White, 1890/1993). En la teología adventista, el sello está vinculado también a la observancia del sábado como señal del pacto de fidelidad (Ezequiel 20:12; Apocalipsis 14:12).


Las tribus de Israel: Una lista reconfigurada

Una lectura atenta de Apocalipsis 7:4-8 revela una lista inusual de tribus israelitas, que omite a Dan y Efraín, incluyendo en cambio a Leví y José. Esta reconfiguración es interpretada como un símbolo del Israel espiritual, la iglesia fiel de los últimos días (Knight, 2016).

El orden y la selección reflejan una intención teológica, no genealógica. Según Bacchiocchi (1997), esta nueva disposición indica que la membresía del pueblo de Dios ya no está definida por la genealogía, sino por la fe en Jesucristo.


La gran multitud que nadie podía contar

Una visión escatológica universal

En contraste con el número definido de los 144.000, Apocalipsis 7:9 nos presenta una gran multitud de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, lo cual revela su naturaleza universal. Esta multitud representa a todos los redimidos de la historia, quienes han aceptado la gracia de Dios y han sido lavados por la sangre del Cordero (Ap 7:14).

Los eruditos adventistas subrayan que esta gran multitud no contradice la existencia de los 144.000, sino que complementa su misión. Mientras los 144.000 son un grupo específico, sellado en el tiempo del fin, la gran multitud abarca a todos los salvos desde el comienzo de la historia de la redención (Rodríguez, 2011).


Relación entre los 144.000 y la gran multitud

¿Dos grupos distintos o una sola realidad desde dos perspectivas?

Una interpretación común en la teología adventista propone que ambos grupos representan al mismo pueblo, observado desde dos ángulos distintos. La lógica "oir-ver" ya usada en Apocalipsis 5:5-6 (el León y el Cordero) se aplica también aquí.

“Lo que Juan oye es el número simbólico del remanente sellado; lo que ve es el resultado glorioso de su fidelidad: una multitud innumerable ante el trono.” (Doukhan, 2002, p. 179).

Esta interpretación evita el dualismo y destaca la unidad del pueblo redimido. Otros teólogos, sin embargo, diferencian ambos grupos: los 144.000 serían los santos vivos durante la crisis final, mientras que la gran multitud incluiría a los redimidos de todas las épocas (Maxwell, 1985).


Implicaciones escatológicas

El tiempo del fin y la fidelidad probada

Según la teología adventista, los 144.000 pasan por la última gran crisis de la historia humana, permaneciendo firmes sin mediador celestial (Ap 15:8). Su fidelidad es puesta a prueba en el conflicto final entre el bien y el mal, donde se demuestra la eficacia del evangelio en transformar vidas (White, 1911/2001).

Este grupo, lleno del Espíritu Santo, proclama el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, llamando a la humanidad al arrepentimiento y a la adoración del Creador. En este sentido, tienen un rol misionero profético, anunciando el juicio inminente y la venida de Cristo.


Dimensión litúrgica y soteriológica

La visión de la gran multitud nos muestra una escena de adoración cósmica, donde los redimidos exclamaban: “¡La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono y al Cordero!” (Ap 7:10). Esta declaración destaca que la salvación es totalmente obra de Dios, y que su gracia trasciende fronteras étnicas, culturales y temporales.

La presencia de palmas en sus manos remite a la fiesta de los tabernáculos (Lv 23:40), símbolo de la liberación definitiva del pueblo de Dios. Desde esta óptica, Apocalipsis 7 no es solo una visión futura, sino una promesa presente de la victoria segura en Cristo.


Conclusión

Apocalipsis 7 es un capítulo de esperanza y afirmación. Los 144.000 simbolizan la fidelidad victoriosa del pueblo de Dios en el tiempo del fin; la gran multitud, la universalidad del plan de salvación. Juntos nos muestran que Dios tiene un pueblo fiel que será preservado, transformado y glorificado para estar eternamente en su presencia.

Como adventistas, creemos que esta visión nos desafía a vivir con lealtad, santidad y compromiso misionero, preparándonos cada día mediante la gracia de Cristo para ser parte de ese pueblo redimido. Que nuestras vidas sean testimonio vivo del poder del evangelio, mientras esperamos con gozo la gloriosa manifestación de nuestro Salvador.


Referencias bibliográficas

  1. Bacchiocchi, S. (1997). The Sabbath under Crossfire. Berrien Springs, MI: Biblical Perspectives.
  2. Doukhan, J. (2002). Secrets of Revelation: The Apocalypse Through Hebrew Eyes. Hagerstown, MD: Review and Herald.
  3. Knight, G. R. (2016). Exploring Apocalyptic: Why the Time Prophecies of Daniel and Revelation Are Important to You Today. Nampa, ID: Pacific Press.
  4. Maxwell, C. M. (1985). God Cares: The Message of Revelation for You and Your Family. Vol. 2. Mountain View, CA: Pacific Press.
  5. Rodríguez, A. (2011). El remanente y el tiempo del fin. Andrews University Seminary Studies, 49(1), 115-128.
  6. Stefanovic, R. (2009). Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation. Berrien Springs, MI: Andrews University Press.
  7. White, E. G. (1890/1993). El conflicto de los siglos. Buenos Aires: ACES.
  8. White, E. G. (1911/2001). El conflicto de los siglos. Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association.

La ética en los personajes bíblicos más conocidos del Antiguo y Nuevo Testamento

Introducción

La ética bíblica constituye el corazón de la vida cristiana y se manifiesta con claridad en los relatos de los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento. Desde la perspectiva bíblica, la conducta moral de los personajes bíblicos no solo revela principios divinos, sino que también ofrece ejemplos concretos de cómo vivir en obediencia a la voluntad de Dios en medio de desafíos reales. Este breve artículo explora con profundidad las decisiones éticas de figuras clave de la Escritura, bajo el marco de la teología, y ofrece una visión detallada y crítica de sus implicancias para la vida cristiana contemporánea.

Ética bíblica y cosmovisión cristiana: Fundamentos teológicos

Desde la perspectiva cristiana, la ética bíblica se fundamenta en la ley de Dios, expresada en los Diez Mandamientos, y en el carácter de Cristo como modelo moral supremo. La revelación progresiva permite observar cómo Dios forma la conciencia moral de su pueblo, y cómo los personajes bíblicos son moldeados por su relación con Él. La ética no se reduce a legalismo, sino que se integra con la gracia, el juicio, la santidad y la misión.

Consideramos que el estudio de la ética bíblica debe llevarnos a una mayor conformidad con la voluntad de Dios, una vida de obediencia motivada por el amor, y una acción transformadora en el mundo (Harder, 2018).


Ética en los personajes del Antiguo Testamento

Abraham: La fe como principio ético

Abraham es presentado como padre de la fe y modelo de obediencia radical. Su disposición a sacrificar a Isaac (Génesis 22) plantea uno de los dilemas éticos más intensos de la Biblia. Desde la perspectiva adventista, esta prueba no representa un mandato irracional, sino un ejercicio de confianza en la justicia de Dios.

El acto de Abraham revela una ética de fe obediente, donde el valor moral radica en la confianza en el carácter divino (Doukhan, 2014). En un mundo donde prevalece el relativismo moral, Abraham encarna la ética de la confianza absoluta.

José: Integridad en la adversidad

José, vendido por sus hermanos y tentado por la esposa de Potifar, representa el modelo de integridad en medio de circunstancias adversas. Su negativa a pecar contra Dios (Génesis 39:9) es una clara expresión de una ética de pureza sexual y fidelidad a la misión divina.

Desde la perspectiva adventista, José encarna la fidelidad en el exilio, una figura profética del remanente que se mantiene leal a Dios en un ambiente hostil (Davidson, 2012). Su ética está anclada en la comunión con Dios y la certeza de su providencia.

Moisés: Justicia, mansedumbre y liderazgo ético

Moisés es una figura de liderazgo ético. Aunque inicialmente reaccionó con violencia al defender a un hebreo (Éxodo 2:11-12), luego es moldeado por Dios hasta convertirse en "el hombre más manso sobre la tierra" (Números 12:3).

Desde una ética adventista, Moisés representa la transformación del carácter a través del servicio y la revelación divina. Su rol mediador y legislador lo coloca como ejemplo de responsabilidad ética frente al pueblo y a Dios.

Daniel: Fidelidad en tiempos de crisis

Daniel sobresale como modelo de integridad en Babilonia. Su negativa a contaminarse con la comida del rey (Daniel 1), su rechazo a dejar de orar (Daniel 6), y su participación en la política sin corrupción, lo colocan como un paradigma de ética pública, espiritual y coherente.

Para los adventistas, Daniel es figura clave del remanente fiel, aquel que guarda los mandamientos y tiene el testimonio de Jesús (Apocalipsis 14:12). Su ejemplo muestra cómo vivir éticamente en contextos hostiles sin comprometer los principios divinos (Stefanovic, 2009).


Ética en los personajes del Nuevo Testamento

Jesús: El modelo ético supremo

Jesús es el cumplimiento y la culminación de la ética bíblica. Su vida, enseñanzas y muerte revelan una ética del amor, la compasión, la justicia y la verdad. El Sermón del Monte (Mateo 5-7) representa la constitución moral del reino de Dios.

Desde la cosmovisión adventista, Jesús no abolió la ley sino que la exaltó y profundizó (Mateo 5:17). Su vida fue una expresión constante de justicia, misericordia y fidelidad. Su ética es relacional, transformadora y contracultural.

Pedro: Transformación ética desde el fracaso

Pedro es el ejemplo de cómo Dios transforma a través de la gracia. Su negación a Jesús (Lucas 22) representa la caída humana, pero también la posibilidad del perdón y restauración. Después del Pentecostés, Pedro se convierte en un líder valiente y ético.

La ética de Pedro se evidencia en su disposición al sacrificio, su defensa de la verdad y su servicio pastoral (1 Pedro 5:1-4). Muestra que el carácter moral no se establece de una vez, sino que se forma en el crisol de la experiencia con Cristo.

Pablo: Ética misionera y contextual

Pablo, apóstol de los gentiles, elaboró una ética basada en la cruz, la gracia y la comunidad. Sus cartas contienen principios morales aplicables a diversas realidades culturales. Para él, el amor es el cumplimiento de la ley (Romanos 13:10).

Desde la óptica adventista, Pablo integra doctrina y ética, y nos llama a vivir conforme al Espíritu. Su insistencia en la pureza, la unidad y el servicio mutuo (1 Corintios 13; Gálatas 5) revela una ética comunitaria, misionera y escatológica.


Temas éticos recurrentes en los personajes bíblicos

1. Integridad moral frente a la presión social

Los personajes bíblicos vivieron en contextos que exigían decisiones complejas. Desde Noé hasta Esteban, todos ellos enfrentaron situaciones donde su lealtad a Dios era puesta a prueba. La integridad se presenta como una constante innegociable.

2. Justicia y compasión: Dos pilares inseparables

Tanto en el AT como en el NT, los líderes fieles actúan con justicia y compasión. Nehemías se opone a la explotación (Nehemías 5), Jesús sana a los marginados, y los apóstoles distribuyen bienes según necesidad (Hechos 4). La ética bíblica rechaza el egoísmo y busca el bienestar colectivo.

3. Ética de la esperanza escatológica

Una característica central de la cosmovisión adventista es la ética basada en la segunda venida de Cristo. Como lo señala Paul Tillich, la escatología produce una ética orientada a la transformación del mundo. En los personajes bíblicos encontramos motivaciones eternas para la conducta presente.


La ética de los personajes bíblicos como modelo para hoy

El estudio de estos personajes no es solo histórico o devocional. Tiene un valor formativo. Nos ayuda a:

  • Modelar el carácter cristiano conforme a los principios del Reino.
  • Enfrentar dilemas morales contemporáneos con base en la revelación divina.
  • Formar comunidades éticas, centradas en la justicia, el amor y la verdad.

Como comunidad adventista, estamos llamados a ser el reflejo del carácter de Cristo en la tierra, anticipando el reino venidero mediante una vida ética coherente y comprometida.


Conclusión

Los personajes bíblicos nos enseñan que la verdadera ética no se limita a normas abstractas, sino que se encarna en relaciones reales, decisiones difíciles y obediencia costosa. Desde la perspectiva adventista, cada uno de estos hombres y mujeres de Dios prefigura la lucha y la victoria de una vida vivida en fidelidad.

Somos llamados hoy a vivir esa misma ética: radical, transformadora, profética y llena de esperanza.


Referencias bibliográficas

  1. Davidson, R. (2012). A Song for the Sanctuary: The Ethical Vision of Daniel. Andrews University Seminary Studies, 50(2), 145-162.
  2. Doukhan, J. (2014). The Genesis Creation Account: And Its Reverberations in the Old Testament. Andrews University Press.
  3. Harder, E. (2018). Christian Ethics in the Adventist Context: Principles and Praxis. Journal of Adventist Theological Studies, 3(1), 89-112.
  4. Stefanovic, Z. (2009). Daniel: The Vision of the End. Andrews University Press.
  5. Tillich, P. (1951). Systematic Theology: Vol. 2. University of Chicago Press.

La ley de Dios y su relevancia en la vida cristiana

Introducción

En un mundo donde los valores morales parecen diluirse cada vez más, la ley de Dios se presenta como una brújula moral y espiritual imprescindible para quienes deseamos vivir en armonía con la voluntad divina. Desde la cosmovisión adventista del séptimo día, la ley no es una carga legalista, sino una expresión viva del carácter de Dios, reflejo de Su amor, justicia y santidad. En este breve artículo, exploraremos la naturaleza, función, propósito y aplicación contemporánea de la ley divina, según el marco teológico adventista, apoyados por fuentes académicas y bíblicas confiables.


¿Qué es la ley de Dios? Una definición desde la revelación divina

La ley de Dios, también conocida como la ley moral o el Decálogo, es un conjunto de mandamientos revelados en Éxodo 20 y Deuteronomio 5, cuya autoridad es permanente y universal. Está compuesta por diez principios eternos que expresan la voluntad de Dios en relación con nuestra conducta hacia Él y hacia nuestro prójimo.

En palabras del teólogo adventista Ángel Manuel Rodríguez (2006), “la ley es la transcripción escrita del carácter de Dios; un espejo perfecto de su justicia y amor”. Esta comprensión es fundamental para evitar caer en interpretaciones antinomianas o meramente legalistas.


La ley como reflejo del carácter de Dios

Desde la perspectiva adventista, la ley de Dios es mucho más que una lista de reglas: Es una manifestación del carácter inmutable de Dios. Así como Él es santo, justo y bueno (Romanos 7:12), Su ley también lo es.

Cada mandamiento refleja un atributo divino. Por ejemplo:

  • El primer mandamiento proclama la soberanía de Dios.
  • El cuarto mandamiento resalta su rol como Creador.
  • El sexto y séptimo promueven el respeto por la vida y la fidelidad.

Este enfoque está respaldado por autores como Richard Davidson, quien en su obra publicada en Andrews University Seminary Studies afirma que “la ley moral es una expresión de la naturaleza misma de Dios, por tanto, eterna e inmutable” (Davidson, 2015).


La ley antes del Sinaí: ¿Es eterna?

Contrario a la creencia popular, la ley de Dios no fue dada por primera vez en el Sinaí. La evidencia bíblica indica que principios de la ley ya existían desde la creación. El pecado de Caín (Génesis 4), el juicio sobre el mundo antediluviano (Génesis 6-7), y el castigo a Sodoma y Gomorra (Génesis 19) reflejan que había un conocimiento del bien y del mal basado en normas divinas.

Ellen G. White confirma esta perspectiva al declarar: “La ley de Dios existía antes que el hombre fuese creado. Fue adaptada a la condición de los seres santos; incluso los ángeles eran gobernados por ella” (White, 1890, Patriarcas y Profetas, p. 32).


Cristo y la ley: Cumplimiento, no abolición

Uno de los textos más citados para entender la relación entre Jesús y la ley es Mateo 5:17: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”.

Desde la teología adventista, “cumplir” no significa eliminar, sino vivir y encarnar la ley en su máxima expresión. Jesús obedeció perfectamente la ley, y enseñó a Sus discípulos a hacer lo mismo (Juan 15:10; Mateo 19:17).

El teólogo adventista Ekkehardt Mueller señala: “Jesús no solo ratificó la ley moral, sino que la explicó y profundizó en el Sermón del Monte, revelando su verdadera intención espiritual” (Mueller, 2018, Journal of the Adventist Theological Society).


La función de la ley en la vida cristiana

1. Revelar el pecado

Romanos 3:20 dice: “Por medio de la ley es el conocimiento del pecado”. La ley actúa como un espejo que nos muestra nuestra condición espiritual. No es el remedio, sino el diagnóstico.

2. Guiarnos a Cristo

Gálatas 3:24 declara que “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo”. Nos conduce al Salvador al hacernos conscientes de nuestra necesidad de redención.

3. Normar la conducta cristiana

La ley es una guía para una vida santa. Salmo 119:105 expresa: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Vivir conforme a la ley no es legalismo, es vivir en libertad (Santiago 2:12).


La ley y la gracia: ¿Opuestas o complementarias?

Uno de los errores más comunes en la teología contemporánea es oponer la ley a la gracia. Sin embargo, desde la visión adventista, ambas son complementarias.

  • La gracia salva (Efesios 2:8).
  • La ley señala el pecado (Romanos 7:7).
  • La fe no anula la ley, sino que la establece (Romanos 3:31).

La gracia no nos libera para pecar, sino del poder del pecado. Nos capacita para obedecer por amor y no por obligación. En palabras de Ellen White: “La obediencia —el servicio y la lealtad de amor— es el verdadero signo del discipulado” (White, 1898, El Deseado de Todas las Gentes, p. 629).


El sábado: El sello de la ley divina

Dentro del Decálogo, el cuarto mandamiento sobre el sábado destaca por su profundidad teológica. No solo señala a Dios como Creador, sino que es una señal perpetua entre Él y su pueblo (Ezequiel 20:12).

Guardar el sábado es un acto de adoración, fidelidad y reconocimiento de la autoridad divina. Representa una protesta contra el materialismo y una afirmación de nuestra identidad como hijos de Dios.

Según Roy Gane, “el sábado es un elemento teológico clave para entender la relación entre ley, gracia y redención” (Gane, 2004, Andrews University Seminary Studies).


La ley en el juicio final

La Biblia declara que seremos juzgados por la ley de libertad (Santiago 2:12). En el juicio investigativo, según Daniel 7:10 y Apocalipsis 20:12, los libros serán abiertos y la norma será la ley de Dios.

Esto otorga a la ley una importancia escatológica crucial. La fidelidad a la ley, no como medio de salvación, sino como fruto de la fe, será uno de los temas centrales del conflicto final entre el bien y el mal.


La ley y el remanente fiel

Apocalipsis 14:12 describe al remanente como aquellos que “guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús”. Esta combinación sintetiza la esencia de la vida cristiana: obediencia por fe.

En tiempos de relativismo moral y de apostasía doctrinal, el pueblo de Dios será identificado por su lealtad inquebrantable a la ley divina, en medio de una sociedad que busca redefinir el bien y el mal.


Implicaciones prácticas: Vivir la ley con poder espiritual

1. Obediencia motivada por amor

No obedecemos para ser salvos, sino porque hemos sido salvos. Juan 14:15 es claro: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.

2. Dependencia del Espíritu Santo

Solo el Espíritu Santo puede escribir la ley en nuestro corazón (Hebreos 10:16). No se trata de fuerza humana, sino de una transformación sobrenatural.

3. Testimonio al mundo

Un pueblo obediente es una luz para las naciones. Mateo 5:16 nos llama a que nuestras obras glorifiquen al Padre. La ley no solo se predica, se vive.


Conclusión

La ley de Dios no ha sido abolida, ni es opcional, ni es una herencia exclusiva del judaísmo antiguo. Es un principio eterno, expresión de la justicia y el amor divinos. Vivir conforme a ella es vivir en armonía con el Reino de los cielos.

Como adventistas del séptimo día, creemos firmemente que la restauración del respeto a la ley divina será uno de los grandes mensajes de los últimos días. No es una cuestión de legalismo, sino de lealtad, de amor y de adoración verdadera.


Referencias bibliográficas

  1. Davidson, R. M. (2015). The Decalogue in the Old Testament: A Reflection of God’s Character and Moral Order. Andrews University Seminary Studies, 53(2), 235-260.
  2. Gane, R. (2004). Sabbath and Sanctification: The Biblical-Theological Roots of the Seventh-day Adventist Understanding. Andrews University Seminary Studies, 42(1), 5–22.
  3. Mueller, E. (2018). Jesus and the Law: A Christ-Centered Hermeneutical Approach. Journal of the Adventist Theological Society, 29(2), 78–95.
  4. Rodríguez, Á. M. (2006). La ley de Dios: Su naturaleza y propósito en la historia de la redención. Review and Herald.
  5. White, E. G. (1890). Patriarcas y profetas. Asociación Casa Editora Sudamericana.
  6. White, E. G. (1898). El Deseado de Todas las Gentes. Asociación Casa Editora Sudamericana.

El impacto del servicio cristiano en la vida espiritual

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