Introducción
Las facultades mentales: cognitivas (pensamiento y conocimiento), volitivas (voluntad y motivación), emocionales (afectividad) y espirituales (sentido trascendente o fe). Cada disciplina enfatiza aspectos distintos del desarrollo adolescente. Desde la filosofía clásica se habla de alma racional y virtudes; la psicología del desarrollo describe etapas cognitivas y crisis de identidad; la teología cristiana resalta la formación en la verdad y el bien; la educación diseña métodos de enseñanza según supuestos sobre estos procesos. A continuación se comparan estas perspectivas (filosófica, psicológica, teológica, educativa), ilustrando con autores representativos (Aristóteles vs Tomás de Aquino; Piaget vs Vygotsky; psicología del desarrollo vs pedagogía crítica) cómo entienden el crecimiento intelectual, moral y espiritual de los adolescentes.
Perspectiva filosófica: Aristóteles y Tomás de Aquino
Aristóteles (s. IV a.C.) concebía el alma humana como forma del cuerpo, indivisible de él pero con potencias propias. Distingue facultades vegetativas (nutrición), sensitivas (percepción, apetito) y racionales (pensamiento y voluntad)[1]. En este último nivel sólo el ser humano razona (nous) y elige racionalmente (prohairesis). Para Aristóteles el desarrollo moral e intelectual se logra mediante la educación en las virtudes: los jóvenes adquieren hábitos virtuosos (templaza, justicia, sabiduría práctica y teórica) al practicar actos correctos bajo la guía de la razón. En la adolescencia comienza a fortalecerse la capacidad de deliberar sobre fines nobles (aretê), pues el pensamiento deja de ser puramente concreto y se aproxima al lógico-abstracto.
Santo Tomás de Aquino (s. XIII) retoma la visión aristotélica integrándola con el cristianismo. Confirma que el alma humana es intelectiva: posee entendimiento y voluntad inmortales[2]. La inteligencia (intellectus) permite al adolescente aprehender verdades universales, y la voluntad (voluntas) lo mueve hacia el amor al bien. Tomás subraya que conocer la verdad y amar el bien son fines esenciales del hombre, facultades dadas por Dios para orientar la vida hacia su perfección[2]. El desarrollo humano implica cultivar la razón y la libertad moral a la luz de la fe: la gracia cristiana puede reforzar estas potencias para que el joven avance en virtudes (teologales y cardinales) que trasciendan la sola naturaleza.
Comparación Aristóteles vs Aquinas: Ambos ven la razón y la voluntad como ejes del alma, pero difieren en el trasfondo. Aristóteles ubica el desarrollo en un marco natural y ético-teleológico: la educación forma el carácter mediante hábitos virtuosos, alcanzando la eudaimonía propia de la humanidad. Tomás de Aquino añade una dimensión sobrenatural: la razón humana y la voluntad se abren también a la verdad revelada y al amor divino, integrando filosofía con teología. La siguiente tabla sintetiza estas diferencias:
Perspectiva psicológica: Piaget, Vygotsky, Erikson, Steinberg
La psicología del desarrollo describe cambios estructurales en la mente adolescente. Jean Piaget propone que desde los ~12 años emerge la etapa de las operaciones formales: el joven puede pensar hipotéticamente, razonar en abstracto y resolver problemas complejos sin apoyarse en objetos concretos[4]. En esta etapa adquiere el pensamiento deductivo y la capacidad de cuestionar lo posible. Lev Vygotsky, en cambio, destaca el rol del entorno social: el adolescente alcanza un pensamiento conceptual cualitativamente nuevo al participar en intercambios culturales[5][6]. Para Vygotsky, los procesos cognitivos incorporan las herramientas simbólicas del entorno (especialmente el lenguaje), de modo que la abstracción integra lo general y lo particular en un todo relacional. Ambos autores coinciden en que la adolescencia supone mayor autonomía intelectual, pero difieren en el cómo: Piaget enfatiza etapas universales de maduración interna, mientras Vygotsky subraya la mediación cultural y la interacción en la zona de desarrollo próximo del joven.
En el plano emocional y social, Erik Erikson señala que la crisis central de la adolescencia es la “identidad vs. confusión de roles”: los jóvenes exploran distintos modos de ser, valores y proyectos para forjar un sentido coherente de sí mismos[7]. El éxito de esta etapa produce fidelidad (compromiso auténtico con las propias convicciones)[7]. Sin esta exploración, el adolescente puede quedar estancado o confundido sobre su lugar en el mundo. Además, los cambios emocionales son intensos: junto con hitos cognitivos, hay oscilaciones en el estado de ánimo, mayor sensibilidad social y búsqueda de autonomía (deseo de independencia familiar y aceptación social, que influyen en la identidad emocional).
En cuanto a la volición y el autocontrol, Laurence Steinberg observa que el sistema límbico (motivado por recompensa) madura antes que la corteza prefrontal (responsable de control cognitivo). Esto significa que en la pubertad temprana los adolescentes buscan más las emociones intensas sin pleno freno racional[8]. Solo hacia los 15-18 años se fortalece la autorregulación futura: se incrementa el esfuerzo de planificación, la toma de perspectiva y la resistencia a impulsos. En resumen, la psicología del desarrollo muestra que el adolescente gana en capacidad reflexiva y socialización cognitiva (Piaget/Vygotsky), pero aún equilibra su creciente razonamiento con afectos cambiantes y un autocontrol en construcción.
Comparación Piaget vs Vygotsky: Para sintetizar estas visiones, la tabla siguiente resume sus enfoques sobre la cognición adolescente:
Perspectiva teológica: Formación de la fe y la conciencia
Desde la teología cristiana, la adolescencia es un momento clave para la formación espiritual y moral. Retomando la antropología tomista, se considera que el alma intelectiva adolescente se va configurando para captar verdades más universales y para orientar la voluntad hacia el bien trascendente. En la práctica pastoral se enfatiza la evangelización de la fe en este período. Por ejemplo, James Fowler propone que los adolescentes típicamente viven la Etapa 3 de la fe (“fe sintético-convencional”, 12/13–16 años), en la que interiorizan creencias sociales y religiosas formando una visión del mundo coherente[9]. Más adelante, en la adolescencia tardía emerge gradualmente la Etapa 4 (“fe individual-reflexiva”, desde 17 años), donde el joven somete sus valores a examen crítico y asume su propia fe[10]. Según Fowler, este tránsito de una fe convencional a una más personal coincide con la maduración cognitiva y afectiva del joven.
Teológicamente, también se insiste en las virtudes cristianas: se motiva al adolescente a vivir oracion y doctrinas para desarrollar servicio, esperanza y fortaleza. El énfasis volitivo recae en alinear la voluntad personal con la voluntad de Dios (el bien supremo). La formación espiritual complementa el desarrollo cognitivo: la verdad religiosa se ofrece para dar sentido profundo a la vida, y el ejercicio de la fe ayuda a manejar las pasiones juveniles con esperanza. En suma, la mirada teológica vincula el crecimiento intelectual con un cultivo de la interioridad y los valores trascendentes, proyectando la adolescencia como etapa de búsqueda de identidad moral y de una relación más madura con lo divino.
Perspectiva educativa: Psicología del desarrollo vs pedagogía crítica
En el ámbito educativo se delinean enfoques distintos. La educación basada en la psicología del desarrollo asume que los adolescentes atraviesan etapas previsibles: por eso el currículo escolar se articula según niveles cognitivos (lenguaje abstracto, razonamiento lógico) y psicosexuales (necesidad de autonomía, grupos de pares). Se promueven métodos adecuados a la edad (por ej. aprendizaje experimental para operaciones formales, proyectos de identidad personal en tutorías). En este modelo tradicional el profesor guía el aprendizaje disciplinar y social con normas claras y evaluación de competencias (visión banking o tecnocrática de la enseñanza). Por ejemplo, desde esta óptica se considera que reforzar el pensamiento crítico y la autorregulación contribuye al desarrollo de la voluntad y el bienestar emocional del estudiante.
Frente a esto, la pedagogía crítica (Freire, Giroux, MacLaren) propone que la educación no es neutral ni descontextualizada. Se entiende que enseñar es también un acto político: los contenidos reflejan intereses sociales y de poder[11][12]. En este enfoque, el objetivo es empoderar a los adolescentes para que analicen críticamente su realidad, cuestionen injusticias y participen en su transformación social. El rol del docente es dialogante y facilitador: fomenta en los jóvenes la concientización (concepto de Freire) y la participación activa en movimientos culturales de su tiempo[11][12]. Por ejemplo, en lugar de dictar conocimientos, se plantean problemáticas reales del entorno y se anima a debatirlas, vinculando el aprendizaje con la ética y la acción comunitaria.
La siguiente tabla compara brevemente estos dos enfoques educativos:
Resumen
Cada disciplina aporta una faceta para comprender la maduración adolescente: la filosofía destaca la educación en la razón y la virtud (Aristóteles) y, teológicamente, en la fe y el amor (Tomás de Aquino) como fines de las facultades intelectuales y volitivas. La psicología del desarrollo revela los patrones cognitivos y emocionales internos (Piaget, Erikson) y la influencia del entorno sociocultural (Vygotsky) en la formación de la identidad. La educación, a su vez, puede servir para reforzar el desarrollo natural del adolescente o para cuestionar creativamente su mundo (contraste entre enfoques tradicional y crítico)[4][11]. En conjunto, estas perspectivas ofrecen un panorama integrado: a un adolescente cognoscente (pensador abstracto) y en búsqueda de identidad, corresponde un acompañamiento formativo que estimule su voluntad hacia metas significativas, su equilibrio emocional y su apertura a los valores trascendentes. Solo combinando hallazgos de la filosofía, la ciencia y la praxis educativa se obtiene un entendimiento completo del crecimiento mental y espiritual durante la adolescencia.
Fuentes
Los contenidos se basan en literatura académica reciente y clásica de psicología del desarrollo[4][5][7], filosofía clásica y escolástica[1][2], teología cristiana[2][9] y pedagogía comparativa[11][12]. Cada afirmación principal está respaldada por las referencias señaladas.
Referencias bibliográficas
[1] [3] ¿Qué pensaba Aristóteles sobre el alma? - filosofía en la red » plataforma de divulgación filosófica. https://filosofiaenlared.com/2021/01/alma-segun-aristoteles/
[2] Inteligencia y voluntad en Tomás de Aquino – SOFIME. https://sofime.eu/inteligencia-y-voluntad-en-tomas-de-aquino/
[4] Etapa de operaciones formales: qué es y cuáles son sus características. https://psicologiaymente.com/desarrollo/etapa-operaciones-formales
[5] [6] Adolescencia y escuelas: Interpelando a Vygotsky en el siglo XXI: Unidades de analisis que entrelazan tramas y recorridos, encuentros y desencuentro. https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4839/pr.4839.pdf
[7] 15.1: Erik Erikson - Teoría del desarrollo psicosocial - LibreTexts Español. https://espanol.libretexts.org/Bookshelves/Ciencias_Sociales/Educacion_de_la_Primera_Infancia/Libro%3A_Desarrollo_y_crecimiento_en_la_ninez__(Paris_Ricardo_Rymond_y_Johnson)/15%3A_Adolescencia_-_Desarrollo_social_y_emocional/15.01%3A_Erik_Erikson_%E2%80%93_Theory_of_Psychosocial_Development
[8] 6.2: Desarrollo del adolescente - LibreTexts Español. https://espanol.libretexts.org/Ciencias_Sociales/Psicologia/Libro%3A_La_psicolog%C3%ADa_como_ciencia_biol%C3%B3gica_(Noba)/06%3A_Desarrollo/6.02%3A_Desarrollo_del_adolescente
[9] [10] catholic-resources.org. https://catholic-resources.org/ADLA-DF/Yr1/2021-09-11_James_Fowler's_Stages_of_Faith_Development_Spanish.pdf
[11] [12] Pedagogía crítica: qué es, características y objetivos. https://psicologiaymente.com/desarrollo/pedagogia-critica

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