martes, 4 de agosto de 2015

UNA NOVIA PARA ISAAC

1.- Lección: ¡Qué contraste entre la conducta de Isaac y la de la juventud de nuestro tiempo, aun entre los que se dicen cristianos!
2.- Texto: Gén 24:3,4 3no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; 4sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac…[1]

En la ausencia de Sara, Abraham toma la iniciativa motivado por tres razones: Primera, era ya anciano y debía hacer los preparativos propios para la continuación de la descendencia. Segunda, Isaac ya tenía 40 años (25:20), edad ideal en aquella cultura para formar hogar (26:34). Tercera, se debía garantizar que la elección de la esposa de Isaac estuviera dentro de los términos de la promesa del pacto.[2]
Tres cosas son aquí de notar respecto a Abraham:
I.-        El cuidado que tuvo de casar bien a su hijo. Este cuidado se mostró:
1. Procura que no se case con ninguna cananea, sino con una de su propia estirpe, pues se percata de que los cananeos degeneraban hacia una perversidad creciente.
2. No obstante, procura igualmente que no se fuese de la tierra de Canaán para irse a donde vivían sus parientes, ni siquiera con el pretexto de buscarse allí la esposa, no fuese que se sintiese tentado a quedarse allí.

II.-       El encargo que dio a su buen criado Eliezer de Damasco, de cuya conducta, fidelidad y sincero afecto a él y a su familia tenía pruebas abundantes. A él le confió este importante asunto, y no a Isaac mismo pues no podía consentir que Isaac se fuese en modo alguno al país aquel (v. 6), sino que se había de concertar la boda por poderes; y ¿quién mejor apoderado que este fiel criado de su casa? (v. 15:2).
1. El criado debe comprometerse con juramento a poner de su parte todo lo posible para conseguir para Isaac una esposa de entre sus parientes (vv. 2–4). Quedará libre del juramento si, después de hacer todo cuanto esté en su mano, no tiene éxito en su misión (v. 8).

III.-     La confianza que puso en su Dios, de quien no duda que dará a su criado el éxito de su empresa (v. 7). Recuerda también la promesa que Dios le había hecho y confirmado de que daría la tierra de Canaán a su descendencia, y de ahí deduce que Dios le ha de ayudar en sus esfuerzos por casar a su hijo no entre aquellos condenados pueblos, sino con quien fuese la mujer adecuada para ser la madre de tal descendencia. Las promesas de Dios, y nuestras propias experiencias, son suficientes para animarnos a depender totalmente de Dios en todos los asuntos de esta vida.[3]

Elena de White comenta al respecto: “La fe habitual de Abrahán en Dios y su sumisión a la voluntad divina se reflejaban en el carácter de Isaac; pero el joven era de afectos profundos, y de naturaleza benigna y condescendiente. Si se unía con una mujer que no temiera a Dios, se vería en peligro de sacrificar sus principios en aras de la armonía. Para Abrahám elegir esposa para su hijo era asunto de suma importancia y anhelaba que se casara con quien no le apartase de Dios...”.[4]

3.- Aplicación:
Elena de White es enfática el peligro de los matrimonios entre un creyente con un incrédulo: “Nadie que tema a Dios puede unirse sin peligro con quien no le teme. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de concierto?”. Amós 3:3. La felicidad y la prosperidad del matrimonio dependen de la unidad que haya entre los esposos; pero entre el creyente y el incrédulo hay una diferencia radical de gustos, inclinaciones y propósitos. Sirven a dos señores entre los cuales la concordia es imposible. Por puros y rectos que sean los principios de una persona, la influencia de un cónyuge incrédulo tenderá a apartarla de Dios... El mandamiento del Señor dice: “No os juntéis en yugo con los infieles”. 2 Corintios 6:14.[5]
También ella tiene un consejo apropiado para los jóvenes y padres: “Los jóvenes creen con demasiada frecuencia que la entrega de sus afectos es un asunto en el cual tienen que consultarse únicamente a sí mismos, un asunto en el cual no deben intervenir ni Dios ni los padres. Mucho antes de llegar a la edad madura, se creen competentes para hacer su propia elección sin la ayuda de sus padres... Así han arruinado muchos su felicidad en esta vida y su esperanza de una vida venidera... Nunca deben los padres perder de vista su propia responsabilidad acerca de la futura felicidad de sus hijos. El respeto de Isaac por el juicio de su padre era resultado de su educación, que le había enseñado a amar una vida de obediencia. Al mismo tiempo que Abrahán exigía a sus hijos que respetasen la autoridad paterna, su vida diaria daba testimonio de que esta autoridad no era un dominio egoísta o arbitrario, sino que se basaba en el amor y procuraba su bienestar y dicha.[6]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 24.1-4.
[2]Daniel Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario Bı́blico Mundo Hispano Génesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 137.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 49.
[4]Elena de White, Conflicto y valor, 57.
[5]White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 168, 171, 172.
[6]Ibid., 173, 174.

lunes, 3 de agosto de 2015

EL CEMENTERIO FAMILIAR

1.- Lección: El dolor, el sufrimiento y el sentimiento de pérdida de nuestros seres queridos viene tarde o temprano a nuestras vidas y debemos encontrar la manera sana y normal de expresar sus sentimientos.
2.- Texto: Gén 23:1-6 1Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara... Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo: 4Extranjero y forastero soy entre vosotros;a dadme propiedad para sepultura entre vosotros,b y sepultaré mi muerta de delante de mí... [1]

Este episodio se relata extensamente por su significado trascendente. Por lo menos es necesario mencionar tres aspectos importantes:
Primero, se relata la muerte de una madre. Sara, quien era diez años menor que Abraham (17:17) muere a los 127 años (v. 1). El lugar patriarcal de residencia en este entonces era Hebrón, lugar muy bien conocido y anteriormente ya habitado por Abraham. La reacción primera de Abraham es de profundo pesar y así lo expresa abiertamente. Esta es la mujer que le acompañó en todo su peregrinaje. La mujer que puso en peligro su integridad física y moral por salvaguardar la de su esposo. Esta es la mujer que dejó a su parentela y tierra de comodidad porque comprendió y aceptó el llamado de Dios al igual que Abraham. Recordemos que Dios llama originalmente a una pareja para la realización de su plan, ya que la descendencia era central a dicho plan. Y esta es la mujer, madre del hijo de la promesa y madre de todos los hijos de Abraham por la fe (Gál. 4:31; Rom. 9:7). A pesar de su complicidad con Abraham en engañar al faraón y a Abimelec, a pesar de su apresuramiento en precipitar la promesa de Dios con Agar, a pesar de su duda y risa ante la posibilidad de maternidad, Sara, por su fidelidad y fortaleza espiritual, figura en la lista de los grandes de la fe. En Hebreos 11:11 se resalta esa fe y su esfuerzo extremo al ser la madre de Isaac. En 1 Pedro 3:2–6 se la pone como modelo de obediencia a su marido y de una conducta doméstica casta, modesta y respetuosa que debe ser imitada por las esposas creyentes. Razón suficiente tenía Abraham para hacer duelo y llorar por Sara.

Segundo, pasada la expresión del duelo, viene la necesidad de sepultar a la muerta. Y en aquella sociedad como en la nuestra, ésta es la parte más desagradable y pesada, dada la comercialización excesiva que busca obtener ganancias ventajosas a costa de esta desgracia y de la sensibilidad humana. Abraham se reconoce como forastero y sin tierra y por ello pide a los pobladores locales una parcela de tierra para sepulcro. Los hititas (hijos de Het, v. 3) habitaban el lugar y eran propietarios de la tierra. Este pueblo era originario de Asia Menor (actual Turquía) y se expandieron a Canaán donde se establecieron por mucho tiempo. Después de mucho diálogo y actos de negociación, Abraham solicita y compra el campo de Efrón juntamente con la cueva de Macpela, lugar ideal para sepultura. Es interesante notar la cortesía y sagacidad durante el desarrollo de la negociación. Abraham originalmente sólo quería comprar la cueva y por su precio justo, pero el dueño aprovecha y vende todo el campo por un precio bastante elevado. Abraham, ante la oferta de sepultura gratis, insiste en adquirirla como su propiedad y así dar una sepultura digna y segura a su esposa. Nuevamente en el diálogo se nota la relación correcta y pacífica que Abraham mantenía con los diferentes grupos étnicos entre los cuales vivía como forastero, anclado siempre en la esperanza de la promesa de Dios. Estas relaciones hacían posible que pudiera acudir a los habitantes locales en situaciones de necesidad.

Tercero, debemos notar la trascendencia de la adquisición de esta propiedad.
(A), debemos reconocer que los sepulcros y las fuentes de aguas son las únicas propiedades privadas reconocidas en una economía política nómada y de población transeúnte. En la mayoría de las culturas contemporáneas a Abraham, las leyes o costumbres permitían a un extranjero poseer su sepulcro, lo cual era muy respetado. Abraham hace uso de este derecho y en la ocasión exacta de necesidad.
(B), la adquisición de este campo indica la aceptación de la promesa de Dios de que esa tierra será posesión de la descendencia de Abraham. Este acto, más allá de llenar una necesidad temporal, mira al futuro con fe y seguridad en las promesas de Dios. Al morir los patriarcas, este campo y otro adquirido por Jacob en Siquem (33:19) son las únicas propiedades de los patriarcas en Canaán. Pese a ello, mantuvieron su fe en Dios y su fidelidad en el plan de Dios.
(C), esta cueva se convierte en sepulcro familiar. Allí fueron sepultados también Abraham, Isaac, Rebeca, Lea (49:31) y allí pide ser sepultado Jacob como un memorial de que sus descendientes volverán a la tierra prometida por Dios. Este sepulcro entonces, se convierte en señal de confianza y en lugar donde las generaciones pasadas y presentes mantienen su unidad comunal y su fidelidad en el propósito de Dios para con ellos.[2]

Elena de White comenta al respecto: “La herencia que Dios prometió a su pueblo no está en este mundo. Abraham no tuvo posesión en la tierra, “ni aun para asentar un pie”. Hechos 7:5. Poseía grandes riquezas y las empleaba en honor de Dios y para el bien de sus prójimos; pero no consideraba este mundo como su hogar. El Señor le había ordenado que abandonara a sus compatriotas idólatras, con la promesa de darle la tierra de Canaán como posesión eterna; y sin embargo, ni él, ni su hijo, ni su nieto la recibieron. Cuando Abraham deseó un lugar donde sepultar sus muertos, tuvo que comprarlo a los cananeos. Su única posesión en la tierra prometida fue aquella tumba cavada en la peña en la cueva de Macpela”.[3]

3.- Aplicación:
La compra de la heredad es señal de que Abraham nunca consideró la posibilidad de volver a Mesopotamia para enterrar a su esposa, sino que demostró fe en la promesa de Dios de darle la tierra a él y a sus descendientes.
Sara no fue la única en ser sepultada en la cueva de Macpela, sino que sirvió también de tumba para Abraham, Isaac, Rebeca, Lea y Jacob.


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





a a 23.4: He. 11.13.
b b 23.4: Hch. 7.16.
[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 23.1-7.
[2]Daniel Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario Bı́blico Mundo Hispano Genesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 134.
[3]Elena de White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 166.

domingo, 2 de agosto de 2015

UN SERVICIO DE FE Y OBEDIENCIA

1.- Lección: La fe y obediencia de Abraham probada para ser refinada.
2.- Texto: Gén 22:1,2 1Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.[1]

La prueba suprema de la fe de Abraham vino cuando Dios ordenó que ofreciera a Isaac en holocausto en la tierra de Moriah. En realidad Dios no tenía la intención de que Abraham cumpliera su mandamiento; Dios siempre se ha opuesto al sacrificio humano. Moriah es la cordillera donde está situada Jerusalén (2 Cro. 3:1) y también es el sitio del Calvario.

I.-        Quizás Abraham comenzaba a pensar que se habían acabado todas las tormentas; pero ahora le sobreviene una prueba mucho más difícil que todas las anteriores.
II.-       El autor de esta prueba: Dios puso a prueba a Abraham, no para inducirle al pecado, sino para descubrir cuán grande era su gracia en él, resultando en alabanza, gloria y honra (1 Pe. 1:7). Así probó Dios a Job, para que se mostrase, no sólo como un buen hombre, sino como un gran hombre. Dios tentó a Abraham, como dice el hebreo o, según leen otros, levantó a Abraham; como un escolar que es promovido a una clase superior, después de haber pasado con toda brillantez la prueba de un examen difícil.
III.-     La prueba misma. Probablemente, Abraham esperaba ahora alguna nueva promesa como en 15:1 y 17:1. Pero, para su asombro, lo que Dios le dice es simplemente: Abraham, anda y mata a tu hijo. Cada palabra es como una espada que llega hasta los huesos; la prueba es endurecida con frases de acero.
1. La persona a quien tenía que ofrecer. (A) «Toma tu hijo, no tus becerros ni tus corderos». «No, no tomaré de tu casa becerros» (Sal. 50:9). «Quiero tu hijo.» «Toma a Isaac, tu risa tu hijo único» (17:19), «a quien amas». En el hebreo se percibe mejor el énfasis, y podría leerse así: Toma ahora a ese hijo de ti, a ese único de ti, al que tú amas, a ese Isaac.
2. El lugar: En la tierra de Moriah, tres días de camino; para que tenga tiempo de reflexionar, y así el servicio de su fe y de su obediencia sea más razonable y más honorable.
3. El modo: Ofrécelo allí en holocausto. No sólo debe dar muerte a su hijo, sino que tiene que sacrificarlo en holocausto.[2]


Elena de White comenta al respecto: “Este gran acto de fe está registrado en las páginas de la historia sagrada para que resplandezca sobre el mundo como ilustre ejemplo hasta el fin del tiempo. Abraham no alegó que su vejez le dispensaba de obedecer a Dios. No dijo: “Mi cabello ha encanecido, ha desaparecido el vigor de mi virilidad; ¿quién consolará mi desfalleciente vida cuando Isaac no exista más? ¿Cómo puede un anciano padre derramar la sangre de su hijo unigénito?” No, Dios había hablado, y el hombre debía obedecer sin preguntas, murmuraciones ni desmayos en el camino”.[3]

3.- Aplicación:
Dios probó a Abraham, no para hacerlo tropezar y caer, sino para incrementar la capacidad de Abraham de obedecer a Dios, y así desarrollar su carácter. De la misma manera que el fuego refina al mineral para extraer metales preciosos, Dios nos refina por medio de circunstancias difíciles. Cuando somos probados nos podemos quejar, o podemos tratar de ver cómo Dios nos está forzando para forjar nuestro carácter.
“Necesitamos hoy la fe de Abraham en nuestras iglesias, para iluminar las tinieblas que se acumulan en derredor de ellas, oscureciendo la suave luz del amor de Dios y atrofiando el sentimiento espiritual. La edad no nos excusará nunca de obedecer a Dios. Nuestra fe debe ser prolífica en buenas obras, porque la fe sin obras es muerta. Cada deber cumplido, cada sacrificio hecho en el nombre de Jesús, produce una excelsa recompensa. En el mismo acto del deber, Dios habla y da su bendición. Pero requiere de nosotros que le entreguemos completamente nuestras facultades. La mente y el corazón, el ser entero, deben serle dados, o no llegaremos a ser verdaderos cristianos”.[4]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015




[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Gn 22.1-3.

[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bíblico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 47.

[3]Elena de White, Testimonios para la iglesia, Tomo 4:146.

[4]Ibid., 145.

sábado, 1 de agosto de 2015

ORIGEN A DOS PUEBLOS (JUDÍOS Y ÁRABES) GRANDES Y EXTRAORDINARIOS

1.- Lección: Nuestros grandes problemas no parecerían tan imposibles si permitiéramos que Dios los manejara.
2.- Texto: Gén 21:9-13 9Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. 10Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.c 11Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo. 12Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia.d 13Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente.[1]

Todo parece andar a la perfección. Abraham había hecho la paz con Abimelec y obtenido el usufructo de un territorio. Ahora Dios le concede un hijo de Sara. Pero surge un nuevo problema que se relaciona con la descendencia. La presencia de Ismael causa un conflicto familiar que afecta a Isaac. Sara, quien tenía a su cargo el manejo de la casa, nota dicho conflicto y toma la iniciativa en pedir a Abraham que expulse a Agar e Ismael. La acción no era sólo para solucionar un conflicto familiar entre los dos medio hermanos, sino tiene que ver con el futuro, con la herencia que tenía relación con la promesa de Dios. La reacción de Abraham ante tal posibilidad es de angustia ya que él reconocía y había aceptado a Ismael como su hijo y querría retenerlo consigo. ¿Qué hace el hombre de fe en esta circunstancia tan delicada? Acude a Dios, quien le indica que hiciera caso a Sara en referencia a Agar e Ismael. Esta indicación se basa en que la promesa de descendencia se ha de cumplir a través de Isaac. Y también en que Dios se ha de hacer cargo de Ismael de quien ya había prometido hacerle una gran nación (17:2). Así Abraham despide a Agar e Ismael proveyéndoles de todo lo necesario para el viaje hacia el sur, aparentemente hacia Egipto.[2]

I.-        Ismael dio ocasión a este despido por las afrentas que hizo a Isaac su hermanito. Sara fue ella misma testigo de vista de ello. A Ismael se le llama aquí hijo de la egipcia porque, como muchos piensan con razón, los 400 años de aflicción de la descendencia de Abraham a manos de los egipcios comenzaron ahora (15:13). Ismael era catorce años mayor que Isaac; y denotaba una ruin disposición en Ismael el burlarse de un niño que no podía habérselas con él.
II.-       Sara tomó la iniciativa en este asunto: Echa a esta sierva y a su hijo (v. 10). Esto parece dicho en un acaloramiento y, con todo, es citado (Gál. 4:30) como dicho en espíritu de profecía.
III.-     Abraham era reacio a hacerlo: Este dicho apesadumbró en gran manera a Abraham (v. 11).
1. Le apesadumbró el que se hiciese este reproche a Ismael.
2. Le apesadumbró el que Sara insistiese en tal castigo. “¿No sería suficiente corregirle? - Se diría - ¿No hay otro remedio menos drástico que echarles?”
IV.-     Dios lo determinó (vv. 12–13). La descendencia de Abraham según el pacto debe ser un pueblo especial, distinto de los demás desde el principio, no mezclado con los que no pertenecen al pacto; por esta razón, Ismael debía ser separado. El despedir a Ismael no tenía por qué ser su ruina. (v. 13). Será cabeza de una nación, porque es tu descendiente. Es una presunción decir que todos los que son excluidos de la externa dispensación del pacto de Dios están, por ello, excluidos de todas sus gracias. Aunque fue echado del pueblo elegido, no fue echado fuera de este mundo. Yo haré de él una nación. Nótese:
1. Las naciones son hechura de Dios; Dios las funda, las forma y las fija.
2. Muchos que son extraños a las bendiciones del pacto están llenos de las bendiciones de la providencia de Dios.[3]

Elena de White comenta al respecto, “Sara vio en la inclinación turbulenta de Ismael una fuente perpetua de discordia, y le pidió a Abrahán que alejara del campamento a Ismael y a Agar. El patriarca se llenó de angustia. ¿Cómo podría desterrar a Ismael, su hijo, a quien todavía amaba entrañablemente? En su perplejidad, Abrahán pidió la dirección divina. Mediante un santo ángel, el Señor le ordenó que accediera a la petición de Sara... Y el ángel le dio la promesa consoladora de que aunque estuviese separado del hogar de su padre, Ismael no sería abandonado por Dios; su vida sería conservada, y llegaría a ser padre de una gran nación. Abrahán obedeció la palabra del ángel, aunque no sin sufrir gran pena. Su corazón de padre se llenó de una indescriptible tristeza al separar de su casa a Agar y a su hijo”.[4]

3.- Aplicación:
Este incidente nos provee el testimonio de varias normas para la relación con Dios y la relación familiar.
Primero, jamás un plan humano ha de substituir al plan divino. La voluntad humana, por más sabia que sea, no podrá ocupar el lugar de la voluntad de Dios. Lo que el hombre debe hacer es buscar la voluntad de Dios en su Palabra y a través de la oración, y aceptarla. Dios es fiel a su propósito el cual se ha de cumplir en las condiciones y términos que él determina.
Segundo, una vez más se expresa la misericordia de Dios. ¡Él se hace cargo del error humano! Ismael es fruto del recurso humano que duda en la promesa y decide no esperar en Dios. En una palabra, es el resultado del pecado humano. Pero Dios escoge hacerse cargo de ello. Aquí se confirma la fidelidad y bondad de Dios que a pesar de que el hombre cometa pecado, Dios se hace cargo del pecado. El apóstol Pedro, haciendo eco del profeta Isaías (53:6) nos declara que Jesucristo en la cruz se hace cargo de todas nuestras iniquidades (1 Ped. 2:24). Ciertamente la descendencia de Abraham y el mundo entero ha tenido que soportar la consecuencia de este error humano, pero Dios, no Abraham, fue quien se hizo cargo de Ismael.
Tercero, nos llama a una reflexión sobre la imperiosa necesidad de matrimonios monógamos y hogares estables para la crianza de los hijos. En América Latina el problema es grave, pues hay hombres que procrean hijos de diferentes mujeres sin compromiso matrimonial o responsabilidad paterna. Estos niños son producto de la desobediencia del hombre a las normas de Dios. Refleja el desenfreno sexual y la irresponsabilidad del ser humano para con la descendencia. Se crían en conflictos, privaciones y sin el privilegio de un hogar estable. El presente de esos niños es precario y el futuro peligroso. Es urgente que la iglesia atienda a este problema.[5]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015



c c 21.10: Gá. 4.29–30.

d d 21.12: Ro. 9.7; He. 11.18.

[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Gn 21.9-14.

[2]Daniel Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario Bíblico Mundo Hispano Génesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 126.

[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bíblico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 46.

[4]Elena de White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 142-143.

[5]Carro, 126.

viernes, 31 de julio de 2015

ABRAHAM EN LA CORTE DEL REY DE GERAR ABIMELEC

1.- Lección: A pesar de los fracasos de Abraham, Dios lo protegió junto con Sara, los enriqueció y les concedió derechos.
2.- Texto: Gén 20:3-7 3Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche, y le dijo: He aquí, muerto eres, a causa de la mujer que has tomado, la cual es casada con marido. 4Mas Abimelec no se había llegado a ella, y dijo: Señor, ¿matarás también al inocente? 5¿No me dijo él: Mi hermana es; y ella también dijo: Es mi hermano?...[1]

El incidente con Abimelec en Gerar es casi una repetición del engaño en Egipto (Gén. 12:10–17). Dios intervino para llevar a cabo Su propósito en el nacimiento de Isaac, el cual, de otra manera, hubiera sido frustrado. Amenazó a Abimelec con la muerte. Él es más que sólo un espectador de la historia.[2]

I.-        Dios hace saber en sueños a Abimelec el peligro que corre (v. 3) —peligro de pecado—advirtiéndole que aquella mujer que ha tomado está casada. Con el pecado, va de la mano el peligro de muerte: Muerto eres. Si eres malo, de cierto que eres muerto.

II.-       Abimelec alega ignorancia de que fuesen otra cosa que hermanos (v. 6). Su corazón no le acusa (1 Jn. 3:21). Si la conciencia testifica de nuestra integridad y no pecamos voluntaria y conscientemente contra Dios, por grande que sea la trampa en que nos hayan hecho caer, podremos regocijarnos en el día malo.

III.-     Dios da una respuesta completa a lo que él acaba de decir.
1. Admite su apelación a que lo hizo en la integridad de su corazón: Yo también sé… (v. 6). Nótese que es motivo de consuelo para los que son honestos saber que Dios conoce su honestidad, y la ha de reconocer públicamente, aunque quizá los hombres que tengan prejuicios contra ellos no estén dispuestos a convencerse de dicha honestidad o no quieran confesar que están convencidos.
2. Le manda hacer una compensación: Ahora pues, que ya estás informado, devuelve la mujer a su marido (v. 7). Nótese que la ignorancia deja de ser una excusa desde el momento en que tenemos la necesaria información. Si, por ignorancia, hemos tomado un camino falso, salgamos de ese camino tan pronto como nos apercibamos del error (Lv. 5:3–5).[3]

3.- Aplicación:
No importa cuánto amemos a Dios, ciertas tentaciones son especialmente difíciles de resistir. Estos son los puntos vulnerables de nuestra armadura espiritual. Mientras luchamos con estas debilidades, podemos animarnos al saber que Dios nos está cuidando al igual que hizo con Abraham.
¿Cuántas veces Dios ha hecho lo mismo por nosotros, deteniéndonos para que no pequemos, en formas que ni siquiera podemos detectar? No tenemos manera de saberlo, pero a través de esta historia conocemos que Él puede hacerlo. A menudo Dios actúa tanto en formas que podemos ver como en formas que no podemos ver.
¡Es vergonzoso cuando un creyente tiene que ser reprendido por un hombre del mundo! Cuando una media verdad se presenta como la verdad completa, no es la verdad. Incluso, Abraham trató de echar parte de la culpa sobre Dios por haberlo dejado salir errante. Le hubiera sido mejor reconocer humildemente su culpa. Sin embargo, aún era hombre de Dios. De modo que Dios mandó a Abimelec a Abraham para que orara a Dios para que la casa de Abimelec tuviera hijos de nuevo.


Pr. Wilbert Maluquish
Julio, 2015




[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 20.3-5.

[2]William MacDonald, Comentario Bíblico De William MacDonald: Antiguo Testamento Y Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2004), 33.

[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 45.

jueves, 30 de julio de 2015

ESCAPA POR TU VIDA

1.- Lección: Dios es misericordioso con sus hijos fieles.
2.- Texto: Gén 19:17 Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas.[1]

Al rayar el alba, los ángeles acompañaron a Lot, su mujer, y a sus hijas fuera de Sodoma.
Incluso en esta situación, Lot enfocó lo temporal, prefiriendo quedarse en Zoar, una ciudad satélite de pecado. Dios destruyó la ciudad de Sodoma porque no encontró ni siquiera diez hombres justos allí. Sin embargo, la oración de Abraham fue oída, pues Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción.
Aunque la mujer de Lot salió de la ciudad, su corazón aún estaba allí, y cayó bajo el juicio de Dios. En las palabras: «Acordaos de la mujer de Lot» (Lc. 17:32), Cristo la tomó como una advertencia a todos los que desprecian Su oferta de salvación.[2]

I.-        El rescate de Lot fuera de Sodoma (Ez. 14:14). A la mañana temprano, sus huéspedes, por amor a él, le sacaron de casa y a su familia con él (v. 15).
1. Con qué benigna violencia fue sacado Lot de Sodoma (v. 16). Parece ser que no se dio tanta prisa como el caso requería. Podía haberle sido fatal, si no le hubieran asido de la mano los ángeles y le hubiesen sacado de allí, salvándolo con temor (Judas 23). La salvación de los hombres más justos debe ser atribuida a la misericordia de Dios, no a sus propios méritos. Somos salvos por gracia (Efe. 2:8).
2. Con qué benigna vehemencia le urgieron a escapar cuando lo llevaron ya fuera (v. 17). No debe sentir nostalgia de Sodoma: No mires tras ti. No debe perder tiempo por el camino: Ni pares en toda esta llanura. No debe detenerse hasta que llegue al lugar del refugio que le ha sido señalado: Escapa al monte. Semejantes a estos son los mandatos que se dan a los que, por gracia son liberados de la esclavitud del pecado.
(A) No vuelvas al pecado y a Satanás, porque eso es volverse a mirar a Sodoma.
(B) No te detengas en ti mismo y en el pecado, porque eso es quedarse en el llano.
(C) Refúgiate en Cristo y en el Cielo, porque eso es escapar al monte, y no debemos parar hasta que lo consigamos.

II.-       Le fijaron un lugar en el que había de refugiarse. Primeramente se le había indicado un monte para que escapase a él, pero:
1. Él pidió que fuese una ciudad de refugio, una de las cinco que están próximas entre sí, llamada Bela (14:2, 18-20). Fue una debilidad por parte de Lot pensar en una ciudad de su propia elección como más segura que el monte que Dios le había fijado. Él que le había salvado de mayores males, ¿acaso no podía salvarle de males menores? Él insiste en su petición sobre la pequeñez de la ciudad: ¿No es ella pequeña? (v. 20). Eso le dio al lugar un nuevo nombre, pues se le llamó Zoar, es decir, pequeña (v. 22).
2. Dios le concedió lo que pedía, a pesar de la debilidad carnal que la petición entrañaba (vv. 21-22). Véase qué favor otorgó Dios a un verdadero justo, aunque débil. Y Zoar quedó exenta del castigo, en atención a él.

III.-     La Palabra de Dios hace notar el detalle de que el sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar, porque cuando una persona buena entra en un lugar, es como si entrara una luz con ella, al menos así debería ser.[3]
Elena de White comenta: “Antes de destruir a Sodoma, Dios mandó un mensaje a Lot: “Escapa por tu vida; no mires atrás, ni te detengas en ningún lugar de esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas”. Génesis 19:17. La misma voz amonestadora fue escuchada por los discípulos de Cristo antes de la destrucción de Jerusalén: “Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea huyan a los montes”. Lucas 21:20, 21. No debían detenerse para salvar algo de su hacienda, sino aprovechar lo mejor posible la ocasión para la huida”.[4]

3.- Aplicación:
Somos salvados por gracia. El poder de Dios debe también reconocerse al sacar almas de un estado de pecado. Si Dios no hubiera sido misericordioso con nosotros, nuestra demora hubiera sido nuestra ruina. —Lot debe correr por su vida. Él no debe anhelar Sodoma. Se dan órdenes como estas a quienes, por medio de la gracia, son librados de un estado y condición de pecado. No volváis al pecado ni a Satanás. No descanséis en el yo ni en el mundo. Acudid a Cristo y al cielo, pues eso es escapar a la montaña, no debiendo deteneros antes de llegar.
Hubo una salida, una separación decidida de los impíos, una fuga para salvar la vida. Así fue en los días de Noé; así ocurrió en el caso de Lot; así en el de los discípulos antes de la destrucción de Jerusalén, y así será en los últimos días. De nuevo se oye la voz de Dios en un mensaje de advertencia, que manda a su pueblo separarse de la impiedad creciente.[5]


Pr. Wilbert Maluquish
Julio, 2015



[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 19.17.

[2]William MacDonald, Comentario Bíblico De William MacDonald: Antiguo Testamento Y Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2004), 33.

[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 44.

[4]Elena G. de White, Patriarcas y profetas, 143.

[5]White, Patriarcas y profetas, 144.

miércoles, 29 de julio de 2015

DIOS ESCUCHA NUESTRAS ORACIONES INTERCESORAS

1.- Lección: Dios escucha nuestras oraciones intercesoras.
2.- Texto: Gén 18:23-33 23Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? 24Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? 25Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas... 32Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez. 33Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar.[1]

Después de que Jehová reveló a Abraham que iba a destruir Sodoma, y mientras los dos ángeles caminaban hacia aquella ciudad, empezó Abraham con su gran cuenta atrás de intercesión: cincuenta, cuarenta y cinco, cuarenta, treinta, veinte, diez. ¡Aun por diez personas justas el Señor no destruiría a Sodoma! La oración de Abraham es un ejemplo maravilloso de intercesión efectiva. Se basó en el carácter justo del Juez de toda la tierra (v. 25) y dio evidencia de cierto valor, pero con gran humildad, que solamente se puede tener con un conocimiento íntimo de Dios. El Señor no cerró el tema ni se fue hasta que Abraham había cesado en su petición (v. 33).[2]

I.-        La solemnidad de la alocución que Abraham dirige a Dios en esta ocasión: Se acercó Abraham (v. 23). Esta expresión insinúa:
1. Un santo interés: Puso su corazón (es decir, se jugó la vida) para acercarse a Dios (Jer. 30:21; hebreo).
2. Una santa confianza: Se acercó con seguridad de fe.
II.-       El objetivo general de esta oración. Es la primera oración solemne, registrada en la Biblia; y es una oración para que se perdone a Sodoma. Aun cuando se ha de odiar el pecado, se ha de tener compasión de los pecadores y hay que orar por ellos. Dios no se complace en su muerte, así que nosotros no hemos de desear, sino lamentar, el lastimoso día que les espera.
1. Comienza con una plegaria para que queden exentos del castigo los justos que se hallen entre ellos, con la vista puesta especialmente en su sobrino Lot.
2. Da un paso más, y pide que perdone a todos por amor a los justos que haya entre ellos; Dios mismo da su aquiescencia a esta demanda.
III.-     Consideremos las grandes cualidades, gracias de Dios al fin, que resplandecen en esta oración:
1. Una gran fe; y es precisamente la oración de fe la que tiene un valor eficaz (Stg. 5:15–16). (A) Nótese: (a) Que los justos están mezclados con los malvados en este mundo. Entre los mejores hay, de ordinario, algunos malos; y entre los peores, algunos buenos; incluso en Sodoma, hay un Lot. (b) Aun cuando los justos estén entre los malvados, sin embargo Dios no destruirá a los justos con los malvados.
A) Que los justos no serán como los impíos (v. 25). Aunque sufran con ellos, no sufren como ellos.
2. Una gran humildad.
(A) Un profundo sentido de su propia indignidad (v. 27): He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza; y de nuevo en el versículo 31 habla como si estuviese asombrado de su propia osadía. Nótese que el acceso que tenemos al trono de la gracia, y la libertad de palabra que se nos permite, son materia de humilde asombro (2 S. 7:18).
B) Un tremendo temor de desagradar a Dios. Pero Aquel con quien tenemos que tratar es Dios y no hombre; y, aunque parezca airado, no está realmente indignado con las oraciones de los justos (Sal. 80:4), porque son su delicia (Pr. 15:8), y le agrada que se luche con Él en oración.
3. Una gran caridad.
(A) Una opinión caritativa del carácter de Sodoma; aun siendo tan malos, él pensó que habría allí unas cuantas buenas personas. Nos va muy bien el esperar lo mejor aún en los peores lugares. De los dos extremos, es preferible equivocarse por ese lado.
(B) Un deseo caritativo del bienestar de Sodoma; puso todo su interés ante el trono de la gracia para alcanzar misericordia en favor de ellos.
4. Un gran atrevimiento y una confianza absoluta: Quizá haya cincuenta justos (v. 24). Una y otra vez fue arrancando a Dios mayores concesiones.

IV.-     El éxito de su oración. La buena voluntad universal de Dios se echa de ver en que consintió en perdonar a los impíos por amor a los justos. Nótese qué gran bendición son los buenos para cualquier lugar. El favor especial que dispensó a Abraham se manifestó en que no dejó de conceder hasta que Abraham dejó de pedir. Tal es el poder de la oración.[3]

Elena de White comenta: “Se nos dice que Abrahán se acercó y dijo: “¿Destruirás también al justo con el impío?” Si bien Abrahán tenía un sentido de humildad como el que cada hijo de Dios debiera poseer, también tenía un intenso interés en las almas de los pecadores. La narración bíblica lo describe como acercándose. Se aproximó a los mensajeros celestiales e intercedió ante ellos como un niño lo haría ante sus padres. Recordó que Lot moraba en Sodoma y había establecido lazos matrimoniales con familias de aquella ciudad. Por lo tanto, Abrahán comenzó a interceder por cincuenta y el Señor le dijo que la preservaría si había cincuenta justos allí; llegó a diez, y Dios le dijo que la libraría de destrucción en virtud de esos diez. No hizo ninguna otra petición, porque esperaba que hubiera diez justos en Sodoma.
Sin embargo, cuando los ángeles llegaron a Sodoma, no pudieron encontrar ni a cinco justos en aquella estupenda ciudad, por lo que podemos deducir que aunque haya ciudades espléndidas, que gozan del mayor bienestar, es posible que no se encuentren en ella ni siquiera cinco justos. Mientras buscamos la vida perdurable, cada uno debiera buscar establecer las mejores relaciones que nos permitan desarrollar un carácter cristiano. Con frecuencia Dios nos llama a romper todo vínculo que nos une con las influencias profanas y a salir de en medio de ellas”.[4]

3.- Aplicación:
¿Por qué permitió Dios que Abraham cuestionara su justicia e intercediera por una ciudad malvada? Abraham sabía que Dios debía castigar el pecado, pero sabía por experiencia propia que Dios es misericordioso con los pecadores. Dios sabía que ni siquiera había diez hombres justos en la ciudad; sin embargo, fue tan misericordioso que permitió que Abraham intercediera. Además fue igualmente misericordioso al ayudar a Lot, el sobrino de Abraham, a salir de Sodoma antes de que fuera destruida. Dios no se goza al destruir al malo, pero debe castigar el pecado. Es justo y misericordioso. Debemos estar agradecidos de que la misericordia de Dios se extienda hacia nosotros.[5]

Abrahán era un representante de Dios y su historia llega hasta nuestros días. La preocupación de Abrahán por Sodoma es una lección a fin de que nos interesemos intensamente por quienes nos rodean. Si bien odiamos el pecado, debemos amar a las almas por las que Cristo murió. Y deberíamos estar agradecidos a Dios porque tenemos Uno que intercede en los cielos en favor nuestro.[6]

Jesús conoce el valor de cada alma porque ha pagado el precio de cada una. Cuando padecía la agonía de la crucifixión, oró por sus enemigos y dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Y esto es lo que vemos en el caso de Abrahán, que intercedió por el culpable como una persona intercede por otra. Debemos [ofrecer] esta [misma] ferviente oración por quienes están en tinieblas.[7]


Pr. Wilbert Maluquish
Julio, 2015




[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 18.23-33.

[2]William MacDonald, Comentario Bíblico De William MacDonald: Antiguo Testamento Y Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2004), 32.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bíblico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 43.

[4]Elena G. de White, Cristo triunfante, 77.

[5]Biblia Del Diario Vivir, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 2000, c1996), Gn 18.20.

[6]Ibid.

[7]White, Manuscrito 19, 1886.

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