1.- Lección: La fe y obediencia de Abraham probada para ser refinada.
2.- Texto: Gén 22:1,2 1Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a
Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2Y dijo:
Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y
ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.[1]
La prueba suprema
de la fe de Abraham vino cuando Dios ordenó que ofreciera a Isaac en
holocausto en la tierra de Moriah. En realidad Dios no tenía la
intención de que Abraham cumpliera su mandamiento; Dios siempre se ha opuesto
al sacrificio humano. Moriah es
la cordillera donde está situada Jerusalén (2 Cro. 3:1) y también es el sitio
del Calvario.
I.- Quizás
Abraham comenzaba a
pensar que se habían acabado todas las tormentas; pero ahora le sobreviene una
prueba mucho más difícil que todas las anteriores.
II.- El
autor de esta prueba: Dios
puso a prueba a Abraham, no para inducirle al pecado, sino para
descubrir cuán grande era su gracia en él, resultando en alabanza, gloria y
honra (1 Pe. 1:7). Así probó Dios a Job, para que se mostrase, no sólo como
un buen hombre, sino como un gran hombre. Dios tentó a Abraham, como
dice el hebreo o, según leen otros, levantó a Abraham; como un escolar
que es promovido a una clase superior, después de haber pasado con toda
brillantez la prueba de un examen difícil.
III.- La
prueba misma.
Probablemente, Abraham esperaba ahora alguna nueva promesa como en 15:1 y 17:1.
Pero, para su asombro, lo que Dios le dice es simplemente: Abraham, anda y
mata a tu hijo. Cada palabra es como una espada que llega hasta los huesos;
la prueba es endurecida con frases de acero.
1. La persona a quien tenía que ofrecer. (A) «Toma tu hijo, no tus
becerros ni tus corderos». «No, no tomaré de tu casa becerros» (Sal.
50:9). «Quiero tu hijo.» «Toma a Isaac, tu risa tu hijo
único» (17:19), «a quien amas». En el hebreo se percibe mejor el
énfasis, y podría leerse así: Toma ahora a ese hijo de ti, a ese único de
ti, al que tú amas, a ese Isaac.
2. El lugar: En la tierra de Moriah, tres días de camino; para que
tenga tiempo de reflexionar, y así el servicio de su fe y de su obediencia sea
más razonable y más honorable.
3. El modo: Ofrécelo allí en holocausto. No sólo debe dar muerte a
su hijo, sino que tiene que sacrificarlo en holocausto.[2]
Elena
de White comenta al respecto: “Este gran acto de fe está registrado en las
páginas de la historia sagrada para que resplandezca sobre el mundo como
ilustre ejemplo hasta el fin del tiempo. Abraham no alegó que su vejez le
dispensaba de obedecer a Dios. No dijo: “Mi cabello ha encanecido, ha
desaparecido el vigor de mi virilidad; ¿quién consolará mi desfalleciente vida
cuando Isaac no exista más? ¿Cómo puede un anciano padre derramar la sangre de
su hijo unigénito?” No, Dios había hablado, y el hombre debía obedecer sin
preguntas, murmuraciones ni desmayos en el camino”.[3]
3.- Aplicación:
Dios probó a Abraham, no para hacerlo tropezar y caer, sino
para incrementar la capacidad de Abraham de obedecer a Dios, y así desarrollar
su carácter. De la misma manera que el fuego refina al mineral para extraer
metales preciosos, Dios nos refina por medio de circunstancias difíciles.
Cuando somos probados nos podemos quejar, o podemos tratar de ver cómo Dios nos
está forzando para forjar nuestro carácter.
“Necesitamos hoy la fe de Abraham en nuestras
iglesias, para iluminar las tinieblas que se acumulan en derredor de ellas,
oscureciendo la suave luz del amor de Dios y atrofiando el sentimiento
espiritual. La edad no nos excusará nunca de obedecer a Dios. Nuestra fe debe
ser prolífica en buenas obras, porque la fe sin obras es muerta. Cada deber
cumplido, cada sacrificio hecho en el nombre de Jesús, produce una excelsa
recompensa. En el mismo acto del deber, Dios habla y da su bendición. Pero
requiere de nosotros que le entreguemos completamente nuestras facultades. La
mente y el corazón, el ser entero, deben serle dados, o no llegaremos a ser
verdaderos cristianos”.[4]
Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015