miércoles, 12 de agosto de 2015

DE SUPLANTADOR A PRÍNCIPE DE DIOS

1.- Lección: La oración ferviente es la oración eficaz.
2.- Texto: Gén 32:28 28Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob,b sino Israel;42 porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.[1]

Un buen rato antes del alba, estando solo, Jacob desplegó más plenamente sus temores orando a Dios. Mientras estaba así ocupado, Uno semejante a un hombre luchó con él. Cuando el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades y casi no hallamos palabras para expresar nuestros deseos más vastos y fervientes, y queremos decir más de lo que podemos expresar, entonces, la oración lucha, sin duda, con Dios.[2]
I.-        Cómo se entabló la lucha entre Jacob y este ángel (v. 24).
Jacob estaba ahora lleno de preocupación y temor por la entrevista que le esperaba, al día siguiente, con su hermano, y Dios mismo parece oponerse a que entre en la tierra de la promesa. Se nos dice por medio del profeta (Os. 12:3,4) que Jacob luchó con un ser divino. Luchó con el ángel, y prevaleció; lloró y le rogó. La oración y las lágrimas fueron sus armas.
II.-       Cuál fue el resultado de la lucha.
1. Jacob no perdió terreno, de tal manera que el ángel no pudo con él (v. 25), pues el desánimo no había podido sacudir la fe de Jacob ni silenciar su oración. No fue con una fuerza propia, sino con una fuerza derivada de lo alto, como Jacob luchó y prevaleció. Nótese que no podemos prevalecer con Dios si nos apoyamos en nuestras propias fuerzas; sólo es posible con las fuerzas mismas que Dios nos proporciona. Es su Espíritu el que intercede en nosotros y nos ayuda en nuestra debilidad (Ro. 8:26).
2. El ángel le descoyuntó a Jacob el muslo (v. 25). Algunos piensan que Jacob sintió poco o ningún dolor por ello, lo cual es probable, ya que no le impidió continuar la lucha (v. 26); si es así, ciertamente era evidencia de un toque divino, que hirió y curó al mismo tiempo.
3. El ángel, con admirable condescendencia, le pide a Jacob que le deje marchar, como dijo Dios a Moisés: Ahora, pues, déjame (Éx. 32:10). De este modo, honró la fe y la oración de Jacob, a la vez que ponía a prueba su constancia.
4. Jacob persiste en su santa importunidad: No te dejaré, si no me bendices. No le satisface el prestigio de una victoria sin el consuelo de una bendición. Al suplicar esta bendición, confiesa su inferioridad, a pesar de que parecía tener superioridad en la pelea.
5. El ángel le impone una especie de condecoración y marca perpetua de honor al cambiarle el nombre (vv. 27–28): «Tú eres un bravo combatiente» (viene a decirle el ángel), «un hombre de resolución heroica; ¿Cuál es tu nombre?—Jacob—, dice él, suplantador (pues eso quiere decir Jacob en hebreo). «Pues bien»—dice el ángel—«tú te llamarás Israel: príncipe, o luchador, con Dios». Así Jacob es armado caballero, por decirlo así, en el campo, y recibe un título de honor, que permanecerá, para alabanza suya, hasta el final de los tiempos. Pero esto no es todo; al haber tenido poder con Dios, tendrá también poder con los hombres (v. 28).
6. Le despide con una bendición (v. 29). En lugar de decirle su nombre, le da su bendición, que es por lo que había luchado. El interés por la bendición del ángel es mejor que el conocimiento de su nombre. El árbol de vida es mejor que el árbol de ciencia.
7. Jacob pone al lugar un nombre nuevo: Peniel, cara de Dios (v. 30). El nombre que le pone preserva y perpetúa, no el honor de su bravura o de su victoria, sino el honor de la libre y soberana gracia de Dios: «En este lugar vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma». No dice: «Es mi gloria que salí vencedor», sino: «Es misericordia de Dios que escapé con vida».
8. El memorial que de esto conservó Jacob en sus huesos: Cojeaba de su cadera (v. 31). El honor y el consuelo que alcanzó con esta lucha fue más que suficiente para contrarrestar el daño sufrido, aunque fue hasta el sepulcro cojeando. Queda registrado el detalle de que le salió el sol cuando había pasado Peniel, porque realmente le amanece el sol al alma que tiene íntima comunión con Dios. El escritor inspirado menciona una costumbre tradicional entre los descendientes de Jacob de no comer jamás del tendón, o músculo de ningún animal, que está en el encaje del muslo (v. 31). Así han preservado el recuerdo de esta historia.[3]
Elena de White comenta al respecto: “En la crisis suprema de su vida, Jacob se apartó para orar. Lo dominaba un solo propósito: buscar la transformación de su carácter. Pero mientras suplicaba a Dios, un enemigo, según le pareció, puso sobre él su mano, y toda la noche luchó por su vida. Pero ni aun el peligro de perder la vida alteró el propósito de su alma. Cuando estaba casi agotada su fuerza, ejerció el Ángel su poder divino, y a su toque supo Jacob con quién había luchado. Herido e impotente, cayó sobre el pecho del Salvador, rogando que lo bendijera. No pudo ser desviado ni interrumpido en su ruego y Cristo concedió el pedido de esta alma débil y penitente, conforme a su promesa: “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”. Jacob alegó con espíritu determinado: “No te dejaré, si no me bendices”. Este espíritu de persistencia fue inspirado por Aquel con quien luchaba el patriarca. Fue él también quien le dio la victoria y cambió su nombre, Jacob, por el de Israel, diciendo: “Porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”. Por medio de la entrega del yo y la fe imperturbable, Jacob ganó aquello por lo cual había luchado en vano con sus propias fuerzas”.[4]
3.- Aplicación:
Fue, pues, una experiencia en que se envolvió toda la naturaleza de Jacob: física, emocional, intelectual, y espiritual. Fue una experiencia también que un hombre como Jacob, que no estaba acostumbrado a la oración, como nosotros lo estamos, no hubiera podido tener, sin que Dios viniera a él en una forma palpable y corporal.[5]
Elena de White señala: “Por la entrega de sí mismo y por su confiada fe, Jacob alcanzó lo que no había podido alcanzar con su propia fuerza. Así el Señor enseñó a su siervo que sólo el poder y la gracia de Dios podían darle las bendiciones que anhelaba. Así ocurrirá con los que vivan en los últimos días. Cuando los peligros los rodeen, y la desesperación se apodere de su alma, deberán depender únicamente de los méritos de la expiación... Nadie perecerá jamás mientras haga esto...” (Conflicto y valor, 69)

Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015



b b 32.28: Gn. 35.10.
42 Esto es, El que lucha con Dios, o Dios lucha.
[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn. 32.28.
[2]Matthew Henry, Comentario De La Biblia Matthew Henry En Un Tomo. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 53.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 59.
[4]Elena de White, El discurso maestro de Jesucristo, 121, 122.
            [5]Carroll Gillis, El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia Y Literatura, Tomos I-V (El Paso, TX: Casa Bautista De Publicaciones, 1991), 1:221.

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