2.- Texto: Gén 44:16 “6Entonces
dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos
justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros
somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada
la copa”.[1]
Llega el momento
cuando José decide enviar a sus hermanos con los alimentos de regreso a Canaán.
Cuando todos pensaban que las cosas se habían mejorado, José tenía otro plan
que pone a sus hermanos en medio de una nueva crisis. Esta crisis pone en
evidencia que cuando no hemos resuelto adecuadamente los asuntos espirituales y
la relación con Dios, nuestros valores se confunden y aunque deseamos hacer lo
mejor no siempre es posible. [2]
I.- Aquí
tenemos la humilde sumisión de ellos (v. 16).
1. Reconocen la justicia de
Dios: Dios ha hallado
la maldad de tus siervos (v. 16), quizá refiriéndose a la injuria que
habían hecho anteriormente a José, por la que pensarían que Dios les estaba
ahora ajustando las cuentas.
2. Se entregaron a José como
prisioneros: Nosotros
somos siervos de mi señor. Ahora los sueños de José se cumplían al máximo.[3]
II.- José, con aires de justicia, sentencia que sólo
Benjamín se quede como esclavo, y que los demás sean despedidos, ya que ¿por
qué habría de sufrir ningún otro, sino el culpable? Los hechos de esconder la
copa en el costal de Benjamín y detener a Benjamín tenían como propósito traer
a sus hermanos al punto de confesar su culpabilidad. [4]George Williams escribe:
“Actuó de tal manera que recordaran su pecado, para
hacerlos confesar con sus propios labios… Su propósito al detener a Simeón, y
luego a Benjamín, fue hábilmente diseñado para ver si aún eran indiferentes a
los gritos de un hermano cautivo y a las lágrimas de un padre inconsolable. Su
plan funcionó a perfección; su severidad y bondad conspiraron para
inquietarles; y su benevolencia les ayudó a llegar al arrepentimiento”.32
Elena de White comenta al respecto: En su profundo dolor,
Judá se acercó al gobernador y exclamó: “¡Ay, señor mío!, te ruego que permitas
a tu siervo decir una palabra a oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo
contra tu siervo, pues tú eres como el faraón”. Con palabras de conmovedora elocuencia
describió el profundo pesar de su padre por la pérdida de José, y su rechazo a
permitir que Benjamín viajara con ellos a Egipto, pues era el único hijo que le
quedaba de su madre Raquel, a quien Jacob había amado tan tiernamente...”.[5]
3.- Aplicación:
“Te ruego… que quede ahora tu siervo en lugar del joven”. Esas elocuentes palabras de Judá son una figura de
la obra vicaria que realizó Jesucristo, el más ilustre descendiente de Judá. (2
Corintios 5:21, 1 Pedro 2:21–22 y 3:18).[6]
Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015
[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades
Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 44.16.
[2]Daniel
Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo
Hispano (El Paso, Comentario Bı́blico Mundo Hispano Genesis, 1. ed. (El
Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 237.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario
Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE,
1999), 68.
[4]William MacDonald, Comentario Bíblico De William
MacDonald: Antiguo Testamento Y Nuevo Testamento (Viladecavalls
(Barcelona), España: Editorial CLIE, 2004), 40.
[5]Elena de White,
Historia de los Patriarcas y Profetas, 207.
[6]Arturo Collins, Estudios Bı́blicos ELA: Ası́
Comenzó Todo (Génesis) (Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas,
A. C., 1992), 114.