1.- Lección: ¡Qué contraste entre la conducta de Isaac y la de la juventud de nuestro
tiempo, aun entre los que se dicen cristianos!
2.- Texto: Gén 24:3,4 3no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales
yo habito; 4sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás
mujer para mi hijo Isaac…[1]
En la ausencia de
Sara, Abraham toma la iniciativa motivado por tres razones: Primera, era ya
anciano y debía hacer los preparativos propios para la continuación de la
descendencia. Segunda, Isaac ya tenía 40 años (25:20), edad ideal en aquella
cultura para formar hogar (26:34). Tercera, se debía garantizar que la elección
de la esposa de Isaac estuviera dentro de los términos de la promesa del pacto.[2]
Tres cosas son
aquí de notar respecto a Abraham:
I.- El
cuidado que tuvo de casar bien a su hijo. Este cuidado se mostró:
1. Procura que no se case con ninguna cananea, sino con una de su propia
estirpe, pues se percata de que los cananeos degeneraban hacia una perversidad
creciente.
2. No obstante, procura igualmente que no se fuese de la tierra de Canaán
para irse a donde vivían sus parientes, ni siquiera con el pretexto de buscarse
allí la esposa, no fuese que se sintiese tentado a quedarse allí.
II.- El
encargo que dio a su buen criado Eliezer de Damasco, de cuya conducta, fidelidad y sincero afecto a
él y a su familia tenía pruebas abundantes. A él le confió este importante
asunto, y no a Isaac mismo pues no podía consentir que Isaac se fuese en modo
alguno al país aquel (v. 6), sino que se había de concertar la boda por
poderes; y ¿quién mejor apoderado que este fiel criado de su casa? (v.
15:2).
1. El criado debe comprometerse con juramento a poner de su parte todo lo
posible para conseguir para Isaac una esposa de entre sus parientes (vv. 2–4).
Quedará libre del juramento si, después de hacer todo cuanto esté en su mano,
no tiene éxito en su misión (v. 8).
III.- La
confianza que puso en su Dios, de quien no duda que dará a su criado el éxito
de su empresa (v. 7). Recuerda
también la promesa que Dios le había hecho y confirmado de que daría la tierra
de Canaán a su descendencia, y de ahí deduce que Dios le ha de ayudar en sus
esfuerzos por casar a su hijo no entre aquellos condenados pueblos, sino con
quien fuese la mujer adecuada para ser la madre de tal descendencia. Las
promesas de Dios, y nuestras propias experiencias, son suficientes para
animarnos a depender totalmente de Dios en todos los asuntos de esta vida.[3]
Elena
de White comenta al respecto: “La fe habitual de Abrahán en Dios y su sumisión
a la voluntad divina se reflejaban en el carácter de Isaac; pero el joven era
de afectos profundos, y de naturaleza benigna y condescendiente. Si se unía con
una mujer que no temiera a Dios, se vería en peligro de sacrificar sus
principios en aras de la armonía. Para Abrahám elegir esposa para su hijo era
asunto de suma importancia y anhelaba que se casara con quien no le apartase de
Dios...”.[4]
3.- Aplicación:
Elena de White es
enfática el peligro de los matrimonios entre un creyente con un incrédulo: “Nadie
que tema a Dios puede unirse sin peligro con quien no le teme. “¿Andarán dos
juntos, si no estuvieren de concierto?”. Amós 3:3. La felicidad y la
prosperidad del matrimonio dependen de la unidad que haya entre los esposos;
pero entre el creyente y el incrédulo hay una diferencia radical de gustos,
inclinaciones y propósitos. Sirven a dos señores entre los cuales la concordia
es imposible. Por puros y rectos que sean los principios de una persona, la
influencia de un cónyuge incrédulo tenderá a apartarla de Dios... El
mandamiento del Señor dice: “No os juntéis en yugo con los infieles”. 2
Corintios 6:14.[5]
También ella tiene un consejo apropiado para los jóvenes y
padres: “Los jóvenes creen con demasiada frecuencia que la entrega de sus
afectos es un asunto en el cual tienen que consultarse únicamente a sí mismos,
un asunto en el cual no deben intervenir ni Dios ni los padres. Mucho antes de
llegar a la edad madura, se creen competentes para hacer su propia elección sin
la ayuda de sus padres... Así han arruinado muchos su felicidad en esta vida y
su esperanza de una vida venidera... Nunca deben los padres perder de vista su
propia responsabilidad acerca de la futura felicidad de sus hijos. El respeto
de Isaac por el juicio de su padre era resultado de su educación, que le había
enseñado a amar una vida de obediencia. Al mismo tiempo que Abrahán exigía a
sus hijos que respetasen la autoridad paterna, su vida diaria daba testimonio
de que esta autoridad no era un dominio egoísta o arbitrario, sino que se
basaba en el amor y procuraba su bienestar y dicha.[6]
Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015
[1]Reina
Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn
24.1-4.
[2]Daniel Carro, José Tomás Poe,
Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario
Bı́blico Mundo Hispano Génesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo
Hispano, 1993-<1997), 137.
[3]Matthew
Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224
TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 49.
[4]Elena de White, Conflicto y valor, 57.
[5]White,
Historia de los Patriarcas y Profetas,
168, 171, 172.
[6]Ibid.,
173, 174.