1.- Lección: Si bien eran gemelos, el carácter de cada uno de
ellos se desarrolló en forma diferente. Jacob llegó a ser frío, calculador y
hogareño, mientras que Esaú llegó a ser impetuoso y activo hombre de campo.
2.- Texto: Gén 25:23 “…Un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el
mayor servirá al menor”[1]
Tenemos ahora un
relato del nacimiento de Jacob y Esaú los hijos gemelos de Isaac y Rebeca; su
venida al mundo fue una de las más importantes partes de su historia (lo cual
no es corriente). Parece ser que Isaac no era hombre activo, ni había
experimentado muchas pruebas, sino que había pasado su vida en quietud y
silencio. Respecto de Jacob y Esaú, se nos dice:
I.- Que
se había orado por ellos. Sus padres después de pasar algún tiempo sin tener
hijos, los obtuvieron mediante la oración (vv. 20–21). Isaac tenía cuarenta años cuando se casó (v. 20),
pero tenía ya sesenta cuando nacieron sus hijos (v. 26); así que estuvieron sin
hijos durante veinte años. Pero: 1. «Oró Isaac a Jehová por su mujer»
(v. 21). Una tradición judía dice que Isaac tomó consigo a su esposa y fueron
al monte Moriha, donde Dios había prometido que multiplicaría la descendencia de
Abraham (22:17), y allí, en su oración por ella y con ella, apeló a la promesa
hecha en aquel mismo lugar. 2. Dios escuchó su oración y la respondió favorablemente.
Nótese que los maridos y las mujeres deben orar juntos.
II.- Que
hubo profecía acerca de ellos antes que naciesen, y en esa profecía se incluían
grandes misterios (vv. 22–23). Rebeca estaba encinta de ellos; obsérvese aquí:
1. Cuán perpleja estaba en su mente acerca de su caso: Los hijos
luchaban dentro de ella (v. 22). Esta lucha entre Jacob y Esaú en el
vientre de su madre bien podría representar la lucha que se mantiene entre el
reino de Dios y el reino de Satanás. Una guerra santa es mejor que la paz en el
palacio del diablo.
2. Lo que hizo para encontrar alivio: Fue a consultar a Jehová (v.
22). Es un gran alivio para nuestra mente exponer nuestro caso delante del
Señor y pedir consejo de sus labios: Ir al santuario (Sal. 73:17).
3. La información que se le dio, en respuesta a su demanda, y que explicaba
el misterio: Dos naciones hay en tu seno (v. 23). Estaba encinta, no
sólo de dos hijos, sino de dos naciones, las cuales no sólo iban a
diferenciarse grandemente entre sí en sus costumbres y disposiciones, sino que
habrían de enfrentarse entre sí por sus intereses respectivos; y el resultado
de todo ello vendría a ser que el mayor serviría al menor, lo cual se cumplió
en la sumisión de los idumeos, por mucho tiempo, a la casa de David, hasta que
se rebelaron (2 Cr. 21:8). En la lucha que el pecado y la gracia mantienen en
el alma, la gracia, más joven, ganará de cierto la última batalla.
III.- Ya
al nacer, había gran diferencia entre ellos.
1. Había gran diferencia en sus cuerpos (v. 25). Esaú salio pelirrojo y
velludo como si ya fuese un hombre crecido. Era una indicación de una
complexión muy fuerte y cabía esperar de él que sería robusto, atrevido y
activo. El Midrash judío dice que los que tienen esta clase de pelo
parecen predispuestos para la caza y el derramamiento de sangre. En cambio,
Jacob salió suave y delicado, como cualquier otro niño normal. Dios suele
escoger lo débil del mundo y dejar a un lado lo fuerte (1. Co. 1:27).
2. Hubo entre ellos pugna por salir el primero (v. Os. 12:3). Jacob trabó
del talón de su hermano (v. 26), como si quisiera dejarlo atrás e impedir que
fuese el primogénito.
3. Eran muy diferentes en su mentalidad y en el estilo de vida que cada uno
escogió (v. 27).
(A) Esaú era un hombre de mundo, deportista como buen cazador, y campestre
como Nimrod e Ismael.
(B) Jacob era hombre del mundo de arriba: no estaba hecho para estadista ni
con ambición de grandezas mundanas, sino que era quieto, enemigo de
pendencias, y habitaba en tiendas acostumbrado a pensar bien y a obrar
honestamente, prefería los deleites de la soledad y del retiro a todo el
pretendido placer del deporte inquieto y ruidoso. Habitaba en tiendas, (a) como
pastor. Ligado a ese oficio sano y tranquilo de apacentar ovejas en el cual
crió también a sus hijos (46:34): (b) como estudiante. Piensan algunos que frecuentaba
las tiendas de Melquisedec o de Heber, para que le enseñasen las cosas de Dios.
En todo caso, el Midrash judío explica que «tiendas» equivale a
«escuelas de estudio religioso». Este fue el hijo de Isaac al que fue vinculado
el pacto.
4. También fueron diferentes en el afecto de sus padres. No tenían más que
estos dos hijos, y parece ser que el uno era el favorito del padre, y el otro
el favorito de la madre (v. 28).
(A) Isaac amaba a Esaú, porque era activo, sabía cómo agradar a su padre:
le mostraba gran respeto y le conseguía aquella caza que tanto le gustaba a
Isaac.
(B) Rebeca recordaba la profecía de Dios, que daba la preferencia a Jacob,
y, por eso, ella también le prefería en su afecto.[2]
Elena
de White comenta al respecto: “Esaú se crió deleitándose en la complacencia
propia y concentrando todo su interés en lo presente. Contrario a toda
restricción, se deleitaba en la libertad montaraz de la caza, y desde joven
eligió la vida de cazador. Sin embargo, era el hijo favorito de su padre. El
pastor tranquilo y pacífico se sintió atraído por la osadía y la fuerza de su
hijo mayor, que corría sin temor por montes y desiertos, y volvía con caza para
su padre y con relatos palpitantes de su vida aventurera.
Jacob,
reflexivo, aplicado y cuidadoso, pensando siempre más en el porvenir que en el
presente, se conformaba con vivir en casa, ocupado en cuidar los rebaños y en
labrar la tierra. Su perseverancia paciente, su economía y su previsión eran
apreciadas por su madre. Sus afectos eran profundos y fuertes, y sus gentiles e
infatigables atenciones contribuían mucho más a su felicidad que la amabilidad
bulliciosa y ocasional de Esaú. Para Rebeca, Jacob era el hijo predilecto...”.[3]
3.- Aplicación:
Los
nombres dados a los hijos hacen alusión a sus respectivas características
sobresalientes en el momento del nacimiento. Esaú (velludo), el primogénito
recibe dicho nombre por su abundancia de vello. Jacob (suplantador), el
segundo, recibe dicho nombre por nacer tomado del talón de su hermano. Detrás
de estas diferencias físicas están diferencias de carácter y de espiritualidad
que tendrán mucho que ver en el desarrollo de esta familia y que llegan a poner
en peligro la descendencia en continuación del pacto.
Elena de White señala
que: “Esaú no
amaba la devoción, ni tenía inclinación hacia la vida religiosa. Las exigencias
que acompañaban a la primogenitura espiritual eran para él una restricción
desagradable y hasta odiosa. La ley de Dios, condición del pacto divino con
Abrahám, era considerada por Esaú como un yugo servil. Inclinado a la
complacencia propia, nada deseaba tanto como la libertad para hacer su gusto.
Para él, el poder y la riqueza, los festines y el alboroto, constituían la
felicidad. Se jactaba de la libertad ilimitada de su vida indómita y errante...
Jacob había oído a su madre referirse a la indicación divina de que él
recibiría la primogenitura, y desde entonces tuvo un deseo indecible de
alcanzar los privilegios que ésta confería... El objeto de sus anhelos era la
primogenitura espiritual. Tener comunión con Dios, como el justo Abrahám,
ofrecer el sacrificio expiatorio por su familia, ser el progenitor del pueblo
escogido y del Mesías prometido, y heredar las posesiones inmortales que
estaban contenidas en las bendiciones del pacto: éstos eran los honores y
prerrogativas que encendían sus deseos más ardientes”.[4]
Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015