lunes, 3 de agosto de 2015

EL CEMENTERIO FAMILIAR

1.- Lección: El dolor, el sufrimiento y el sentimiento de pérdida de nuestros seres queridos viene tarde o temprano a nuestras vidas y debemos encontrar la manera sana y normal de expresar sus sentimientos.
2.- Texto: Gén 23:1-6 1Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara... Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo: 4Extranjero y forastero soy entre vosotros;a dadme propiedad para sepultura entre vosotros,b y sepultaré mi muerta de delante de mí... [1]

Este episodio se relata extensamente por su significado trascendente. Por lo menos es necesario mencionar tres aspectos importantes:
Primero, se relata la muerte de una madre. Sara, quien era diez años menor que Abraham (17:17) muere a los 127 años (v. 1). El lugar patriarcal de residencia en este entonces era Hebrón, lugar muy bien conocido y anteriormente ya habitado por Abraham. La reacción primera de Abraham es de profundo pesar y así lo expresa abiertamente. Esta es la mujer que le acompañó en todo su peregrinaje. La mujer que puso en peligro su integridad física y moral por salvaguardar la de su esposo. Esta es la mujer que dejó a su parentela y tierra de comodidad porque comprendió y aceptó el llamado de Dios al igual que Abraham. Recordemos que Dios llama originalmente a una pareja para la realización de su plan, ya que la descendencia era central a dicho plan. Y esta es la mujer, madre del hijo de la promesa y madre de todos los hijos de Abraham por la fe (Gál. 4:31; Rom. 9:7). A pesar de su complicidad con Abraham en engañar al faraón y a Abimelec, a pesar de su apresuramiento en precipitar la promesa de Dios con Agar, a pesar de su duda y risa ante la posibilidad de maternidad, Sara, por su fidelidad y fortaleza espiritual, figura en la lista de los grandes de la fe. En Hebreos 11:11 se resalta esa fe y su esfuerzo extremo al ser la madre de Isaac. En 1 Pedro 3:2–6 se la pone como modelo de obediencia a su marido y de una conducta doméstica casta, modesta y respetuosa que debe ser imitada por las esposas creyentes. Razón suficiente tenía Abraham para hacer duelo y llorar por Sara.

Segundo, pasada la expresión del duelo, viene la necesidad de sepultar a la muerta. Y en aquella sociedad como en la nuestra, ésta es la parte más desagradable y pesada, dada la comercialización excesiva que busca obtener ganancias ventajosas a costa de esta desgracia y de la sensibilidad humana. Abraham se reconoce como forastero y sin tierra y por ello pide a los pobladores locales una parcela de tierra para sepulcro. Los hititas (hijos de Het, v. 3) habitaban el lugar y eran propietarios de la tierra. Este pueblo era originario de Asia Menor (actual Turquía) y se expandieron a Canaán donde se establecieron por mucho tiempo. Después de mucho diálogo y actos de negociación, Abraham solicita y compra el campo de Efrón juntamente con la cueva de Macpela, lugar ideal para sepultura. Es interesante notar la cortesía y sagacidad durante el desarrollo de la negociación. Abraham originalmente sólo quería comprar la cueva y por su precio justo, pero el dueño aprovecha y vende todo el campo por un precio bastante elevado. Abraham, ante la oferta de sepultura gratis, insiste en adquirirla como su propiedad y así dar una sepultura digna y segura a su esposa. Nuevamente en el diálogo se nota la relación correcta y pacífica que Abraham mantenía con los diferentes grupos étnicos entre los cuales vivía como forastero, anclado siempre en la esperanza de la promesa de Dios. Estas relaciones hacían posible que pudiera acudir a los habitantes locales en situaciones de necesidad.

Tercero, debemos notar la trascendencia de la adquisición de esta propiedad.
(A), debemos reconocer que los sepulcros y las fuentes de aguas son las únicas propiedades privadas reconocidas en una economía política nómada y de población transeúnte. En la mayoría de las culturas contemporáneas a Abraham, las leyes o costumbres permitían a un extranjero poseer su sepulcro, lo cual era muy respetado. Abraham hace uso de este derecho y en la ocasión exacta de necesidad.
(B), la adquisición de este campo indica la aceptación de la promesa de Dios de que esa tierra será posesión de la descendencia de Abraham. Este acto, más allá de llenar una necesidad temporal, mira al futuro con fe y seguridad en las promesas de Dios. Al morir los patriarcas, este campo y otro adquirido por Jacob en Siquem (33:19) son las únicas propiedades de los patriarcas en Canaán. Pese a ello, mantuvieron su fe en Dios y su fidelidad en el plan de Dios.
(C), esta cueva se convierte en sepulcro familiar. Allí fueron sepultados también Abraham, Isaac, Rebeca, Lea (49:31) y allí pide ser sepultado Jacob como un memorial de que sus descendientes volverán a la tierra prometida por Dios. Este sepulcro entonces, se convierte en señal de confianza y en lugar donde las generaciones pasadas y presentes mantienen su unidad comunal y su fidelidad en el propósito de Dios para con ellos.[2]

Elena de White comenta al respecto: “La herencia que Dios prometió a su pueblo no está en este mundo. Abraham no tuvo posesión en la tierra, “ni aun para asentar un pie”. Hechos 7:5. Poseía grandes riquezas y las empleaba en honor de Dios y para el bien de sus prójimos; pero no consideraba este mundo como su hogar. El Señor le había ordenado que abandonara a sus compatriotas idólatras, con la promesa de darle la tierra de Canaán como posesión eterna; y sin embargo, ni él, ni su hijo, ni su nieto la recibieron. Cuando Abraham deseó un lugar donde sepultar sus muertos, tuvo que comprarlo a los cananeos. Su única posesión en la tierra prometida fue aquella tumba cavada en la peña en la cueva de Macpela”.[3]

3.- Aplicación:
La compra de la heredad es señal de que Abraham nunca consideró la posibilidad de volver a Mesopotamia para enterrar a su esposa, sino que demostró fe en la promesa de Dios de darle la tierra a él y a sus descendientes.
Sara no fue la única en ser sepultada en la cueva de Macpela, sino que sirvió también de tumba para Abraham, Isaac, Rebeca, Lea y Jacob.


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





a a 23.4: He. 11.13.
b b 23.4: Hch. 7.16.
[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 23.1-7.
[2]Daniel Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario Bı́blico Mundo Hispano Genesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 134.
[3]Elena de White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 166.

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