1.- Lección: Dios nunca deja al mundo sin
testigos suyos.
2.- Texto: Gén
11:1-4“Tenía
entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. 2Y
aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de
Sinar, y se establecieron allí. 3Y se dijeron unos a otros: Vamos,
hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de
piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. 4Y dijeron: Vamos,
edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos
un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra”.[1]
Al final del
capítulo anterior leíamos que de los hijos de Noé se esparcieron las
naciones en la tierra después del diluvio; es decir, estaban distribuidas
en tribus distintas, y estaba decidido, ya sea por disposición de Noé ya por
acuerdo tomado entre ellos, por qué camino había de dirigirse cada tribu o
colonia para establecerse en sus respectivos lugares. Pero parece ser que los
hijos de los hombres no estaban muy dispuestos a dispersarse hasta lugares
distantes. Pensaron que estar juntos era más seguro y más feliz, y fraguaron un
plan para lograrlo, teniéndose por más sabios que Noé o el mismo Dios. De modo
que aquí tenemos:
I.- Las ventajas que comportaba su plan de
mantenerse juntos:
1. Tenían una sola lengua (v. 1). Así, mientras podían entenderse
bien unos a otros, era lo más probable que se amasen unos a otros, que
estuviesen dispuestos a ayudarse mutuamente, y cada vez menos inclinados a
separarse.
2. Encontraron un lugar conveniente y cómodo para fijar en él su
residencia, una llanura en la tierra de Sinar (v. 2), es decir, una
explanada espaciosa y fértil, suficiente para contenerlos y mantenerlos a todos
ellos, de acuerdo con las cifras de la población de entonces.
II.- El método que usaron para unirse de esta
manera y mantenerse juntos en una sola corporación. En lugar de ambicionar una progresiva expansión
de sus fronteras, extendiéndose pacíficamente bajo la protección divina,
trataron de fortificarse y la resolución unánime fue: Edifiquémonos una
ciudad y una torre (v. 4). Obsérvese aquí:
1. Cómo se estimularon y animaron unos a otros a poner manos a la obra.
Decían: Vamos, hagamos ladrillo (v. 3); y de nuevo: Vamos,
edifiquémonos una ciudad (v. 4) animándose mutuamente, se hacían todos más
atrevidos y resueltos.
2. Qué materiales usaron en su construcción. Siendo llano el terreno, no
podía proporcionar piedra ni argamasa, pero esto no les hizo desistir de su empresa,
sino que cocieron ladrillos en vez de piedra y usaron asfalto en lugar de
argamasa. ¡Qué cantidad de recursos emplean los que están resueltos en sus
propósitos! Si tan celosos fuésemos nosotros para lo bueno, no cejaríamos en
nuestros trabajos con tanta frecuencia como lo hacemos, bajo pretexto de que
necesitamos comodidades para continuar.
3. Qué objetivos perseguían con esta obra. Parece ser que pretendían tres
cosas con la construcción de esta torre.
a) Parecía destinada a afrentar al mismo Dios, pues querían edificar una
torre cuya cúspide llegase al cielo (v. 4), lo que comporta un desafío a
Dios o, al menos, un intento de rivalizar con él.
b) Con ello esperaban hacerse un nombre y dar a conocer a la
posteridad que habían existido tales hombres en el mundo. Querían legar este
monumento de su orgullo, de su ambición y de su insensatez. El caso es que no
hallamos en ningún libro de historia ni un solo nombre de estos edificadores de
Babel.
c) Lo hicieron para impedir su dispersión. Es probable que en todo esto
anduviese la mano del ambicioso Nimrod. Él deseaba una monarquía universal,
para lo cual, bajo pretexto de una unión encaminada a dar seguridad a todos, se
amañaba para guardarlos en un solo cuerpo, a fin de que, al tener a todos bajo
su mirada, no le fallara el tenerlos a todos bajo su poder. Pero es
prerrogativa de Dios ser monarca universal, Señor de todos y Rey de reyes; el
hombre que ambiciona tal honor pretende escalar el trono del Altísimo, quien no
dará su gloria a otro.[2]
Elena
de White señala: “Los moradores de la llanura de Sinar establecieron su reino
para su exaltación propia, no para la gloria de Dios. Si hubieran tenido éxito,
hubiera nacido un imperio poderoso, que, proscribiendo la justicia, inauguraría
una nueva religión. El mundo se hubiera desmoralizado... Pero Dios nunca deja
al mundo sin testigos suyos. En esa época había hombres que se humillaban ante
Dios y oraban a él. “Oh, Señor”, rogaban, “interpónte entre tu causa y los
planes y métodos del hombre”.
Adelantada
la construcción de la torre, parte de ella fue habitada por los edificadores.
Otras secciones, magníficamente amuebladas y adornadas, las destinaron a sus
ídolos... [3]
De
repente, la obra que había estado avanzando tan prósperamente fue interrumpida.
Fueron enviados ángeles para anular los propósitos de los edificadores. La
torre había alcanzado una gran altura, y por ese motivo les era imposible a los
trabajadores que estaban arriba comunicarse directamente con los de abajo; por
lo tanto fueron colocados hombres en diferentes puntos para recibir y
transmitir al siguiente las órdenes acerca del material que se necesitaba, u
otras instrucciones tocante a la obra. Al pasar los mensajes de uno a otro, el
lenguaje se les confundía de modo que pedían un material que no se necesitaba,
y las instrucciones dadas eran a menudo contrarias a las recibidas. Esto
produjo confusión y consternación. Toda la obra se detuvo...[4]
Hasta
esa época, todos los hombres habían hablado el mismo idioma; ahora los que
podían entenderse se reunieron en grupos y unos tomaron un camino, y otros otro.
“Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra”. Esta
dispersión obligó a los hombres a poblar la tierra, y el propósito de Dios se
alcanzó por el medio empleado por ellos para evitarlo.[5]
3.- Aplicación:
La torre de Babel
fue un gran logro humano, una maravilla del mundo. Pero era un monumento
dedicado a la gente misma y no a Dios. A veces construimos monumentos a
nosotros mismos (ropas caras, una gran casa, un automóvil lujoso, un trabajo
importante) para llamar la atención. Esto puede no ser malo en sí, pero cuando
los usamos para jactarnos y gloriarnos, toman el lugar de Dios en nuestras
vidas. Somos libres para desarrollarnos, pero no para pensar que hemos reemplazado
a Dios. ¿Qué torres ha construido usted en su vida?
Elena
de White señala que en nuestros días el Señor desea que su pueblo sea
dispersado por toda la tierra. No deben colonizar. Jesús dijo: “Id por todo el
mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”.[6]
Pr. Wilbert Maluquish
Julio, 2015
[1]Reina
Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Gn
11.1-4.
[2]Matthew
Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bíblico De Matthew Henry (08224
TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 34.
[3]Elena
G. de White, Camino a Cristo (Buenos Aires: Casa
Editora Sudamericana, 1971),
43.3.