lunes, 20 de julio de 2015

EL PACTO

1.- Lección: Dios es fiel con su pacto.
2.- Texto: Gén 9:8-11Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: 9He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; 10y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra. 11Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra”.[1]

El primero de los cinco pactos entre Dios y la humanidad en el AT fue su promesa incondicional de que nunca más la tierra sería arrasada por las aguas.

I.- El establecimiento general del pacto de Dios con este mundo nuevo, y la extensión de dicho pacto (vv. 9–10). Obsérvese:
1.- Que Dios se complace benignamente en tratar con la humanidad en términos de un pacto, con lo que estimula grandemente el sentido del deber y la obediencia del hombre.
2.- Que Dios estipula sus pactos con el hombre por propia iniciativa: Yo, sí, yo (v. 9).
3.- Que los pactos de Dios quedan establecidos más sólidamente que las columnas de los cielos o los cimientos de la tierra, y no pueden ser anulados.
4.- Que los pactos de Dios se hacen con los destinatarios y con sus descendientes; la promesa es para ellos y para sus hijos.

II.- La intención particular de este pacto. Fue instituido para preservar al mundo de otro diluvio: No exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio (vv. 11, 15). A la bondad y fidelidad de Dios se debe, y no a ninguna reforma introducida en el mundo el que la tierra no haya sido inundada muchas veces con diluvio, y aun el que no esté inundada al presente. Así como el viejo mundo fue destruido para que fuese un monumento de justicia, así también el mundo actual permanece hasta el día de hoy para ser monumento de misericordia, de acuerdo con el juramento de Dios de que las aguas de Noé nunca más pasaran sobre la tierra (Isa. 54:9). Si el mar se abalanzara sobre la tierra durante unos pocos días al ritmo que lo hace durante unas pocas horas dos veces al día, ¡qué desolación se produciría! Glorifiquemos a Dios por su misericordia en prometer y por su fidelidad en cumplir.[2]

Elena de White comenta al respecto: “¡Qué condescendencia de parte de Dios! ¡Qué compasión con el hombre falible fue poner el hermoso y multicolor arco iris en las nubes como prueba del pacto del gran Dios con el hombre! Ese arco debía manifestar a todas las generaciones el hecho de que Dios destruyó a los habitantes de la tierra mediante un diluvio a causa de su gran maldad. Era su propósito que cuando los niños de las generaciones sucesivas lo vieran en las nubes y preguntaran por qué se extendía por los cielos ese magnífico arco, sus padres se refirieran a la destrucción del mundo antiguo por medio del diluvio porque la gente se había entregado a toda clase de impiedad, y las manos del Altísimo le habían dado forma y lo habían colocado en el cielo como señal de que Dios nunca más enviaría las aguas de un diluvio sobre la tierra.[3]

3.- Aplicación:
Este es un pacto para siempre, que no cambiará (v. 11-12). Por último, es un compromiso unilateral de Dios, porque el Señor se obliga a sí mismo en virtud de una promesa solemne, sin imponer ninguna obligación a Noé. Que grandioso en nuestro Dios. ¿Hasta cuándo Señor tus bondades?


Pr. Wilbert Maluquish
Julio, 2015



[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Gn 7.1-4.

[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 32.

[3]White, Elena, Historia de la redención (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1970), 73.

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