1.- Lección: Dios es fiel con su pacto.
2.- Texto: Gén
9:8-11“Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo:
9He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros
descendientes después de vosotros; 10y con todo ser viviente que
está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con
vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra.
11Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne
con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra”.[1]
El
primero de los cinco pactos entre Dios y la humanidad en el AT fue su promesa
incondicional de que nunca más la tierra sería arrasada por las aguas.
I.- El establecimiento general del pacto de Dios
con este mundo nuevo, y la extensión de dicho pacto (vv. 9–10). Obsérvese:
1.- Que Dios se complace benignamente en
tratar con la humanidad en términos de un pacto, con lo que estimula
grandemente el sentido del deber y la obediencia del hombre.
2.- Que Dios estipula sus pactos con el hombre por propia iniciativa: Yo,
sí, yo (v. 9).
3.- Que los pactos de Dios quedan
establecidos más sólidamente que las columnas de los cielos o los cimientos de
la tierra, y no pueden ser anulados.
4.- Que los pactos de Dios se hacen con
los destinatarios y con sus descendientes; la promesa es para ellos y para sus
hijos.
II.- La intención particular de este pacto. Fue instituido para preservar al mundo de
otro diluvio: No exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio (vv.
11, 15). A la bondad y fidelidad de Dios se debe, y no a ninguna reforma
introducida en el mundo el que la tierra no haya sido inundada muchas veces con
diluvio, y aun el que no esté inundada al presente. Así como el viejo mundo fue
destruido para que fuese un monumento de justicia, así también el mundo actual
permanece hasta el día de hoy para ser monumento de misericordia, de acuerdo
con el juramento de Dios de que las aguas de Noé nunca más pasaran sobre la
tierra (Isa. 54:9). Si el mar se abalanzara sobre la tierra durante unos
pocos días al ritmo que lo hace durante unas pocas horas dos veces al día, ¡qué
desolación se produciría! Glorifiquemos a Dios por su misericordia en prometer
y por su fidelidad en cumplir.[2]
Elena
de White comenta al respecto: “¡Qué condescendencia de parte de Dios! ¡Qué
compasión con el hombre falible fue poner el hermoso y multicolor arco iris en
las nubes como prueba del pacto del gran Dios con el hombre! Ese arco debía
manifestar a todas las generaciones el hecho de que Dios destruyó a los
habitantes de la tierra mediante un diluvio a causa de su gran maldad. Era su
propósito que cuando los niños de las generaciones sucesivas lo vieran en las
nubes y preguntaran por qué se extendía por los cielos ese magnífico arco, sus
padres se refirieran a la destrucción del mundo antiguo por medio del diluvio
porque la gente se había entregado a toda clase de impiedad, y las manos del
Altísimo le habían dado forma y lo habían colocado en el cielo como señal de
que Dios nunca más enviaría las aguas de un diluvio sobre la tierra.[3]
3.- Aplicación:
Este es un pacto para siempre, que no cambiará (v.
11-12). Por último, es un compromiso unilateral de Dios, porque el Señor se
obliga a sí mismo en virtud de una promesa solemne, sin imponer ninguna obligación
a Noé. Que grandioso en
nuestro Dios. ¿Hasta cuándo Señor tus bondades?
Pr. Wilbert
Maluquish
Julio, 2015