2.- Texto: Gén 8:1-3“Y se acordó Dios de Noé, y de todos los
animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar
Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas. Y se cerraron las
fuentes del abismo y las cataratas de los cielos; y la lluvia de los cielos fue
detenida. Y las aguas decrecían gradualmente de sobre la tierra; y se retiraron
las aguas al cabo de ciento cincuenta días”.[1]
Al final del
capítulo 7, dejamos el mundo en ruinas. Ahora, la escena cambia, y aquellas
nubes tan negras muestran ahora su lado luminoso.
I.- Un acto de la gracia de Dios: Se acordó Dios de Noé y de todos los
animales. Ésta es una expresión antropomórfica; porque ninguna de sus
criaturas (Luc. 12:6) y, mucho menos, de los hombres, son olvidados por Dios (Isa.
49:15–16). El acordarse Dios de Noé fue el retorno de su misericordia hacia la
humanidad, pues Dios no había querido extinguirla. Noé mismo, aun cuando había
hallado gracia a los ojos del Señor, parecía estar olvidado en el arca, y quizá
comenzaba a pensarlo él mismo, pues no encontramos que Dios le dijera por
cuánto tiempo había de quedar confinado allí.
II.- Un acto del poder de Dios sobre el viento y
el agua.
1.- Mandó al viento y le dijo: Ve; y fue a cumplir su función sobre las
aguas: Hizo pasar Dios un viento
sobre la tierra. Véase aquí:
(a) Cómo recordó Dios a Noé: aliviándole.
(b) Qué dominio tan soberano tiene Dios sobre los vientos. Incluso los
huracanes tormentosos cumplen su palabra (Sal. 148:8). En este caso, Dios envió
un viento secador, semejante al que envió para dividir el Mar Rojo delante de
Israel (Éxo. 14:21).
2.- Mandó a las aguas y les dijo: Venid; y vinieron.
(a) Así quitó la causa del diluvio. Nótese que, así como Dios tiene una
llave para abrir, también tiene una llave para volver a cerrar y detener el
progreso de sus juicios haciendo que cesen las causas que los produjeron, y la
misma mano que trae la desolación, trae también la liberación. El que hiere es
el único que puede también curar (Job 12:14–15).
(b) Entonces cesaron los efectos; no de una vez, sino por grados. Dios
acostumbra a liberar los suyos gradualmente, para que no haya desprecio hacia
los días de las cosas pequeñas, ni desesperación ante los días de las cosas
grandes (Zac. 4:10; Pr. 4:18).[2]
3.- Aplicación:
Muchas veces grandes hombres de Dios han estado a
punto de llegar a la conclusión de que el Señor les había olvidado,
especialmente cuando sus aflicciones han sido inusitadamente serias y
prolongadas. Quizá Noé, aunque era un gran creyente, al ver que el diluvio se
prolongaba más de la cuenta, cuando parecía que ya debía haber concluido su
obra se vio tentado a temer si el que le había encerrado allí se iba a cuidar
de él, y comenzaría a decir: ¿Por cuánto tiempo me vas a tener en olvido? Pero,
por fin, Dios se volvió a él en misericordia.
Así como Dios
tiene una llave para abrir, también tiene una llave para volver a cerrar y
detener el progreso de sus juicios haciendo que cesen las causas que los
produjeron, y la misma mano que trae la desolación, trae también la liberación.
El que hiere es el único que puede también curar (Job 12:14–15).