sábado, 8 de agosto de 2015

LA PRIMOGENITURA CANJEADA

1.- Lección: Nuestras acciones tienen sus consecuencias.
2.- Texto: Gén 27:17-23 18Entonces éste fue a su padre y dijo: Padre mío. E Isaac respondió: Heme aquí; ¿quién eres, hijo mío? 19Y Jacob dijo a su padre: Yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste: levántate ahora, y siéntate, y come de mi caza, para que me bendigas. 20Entonces Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo es que la hallaste tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí... [1]

Con cierta dificultad, Jacob se salió con la suya y obtuvo la bendición.
I.-        El arte y el aplomo con que ejecutó Jacob la intriga. ¿Quién podía imaginarse que este hombre sencillo pudiese jugar su papel tan astutamente en un plan de esta naturaleza? Nótese lo pronto que se aprende a mentir. Me asombra el que el honesto Jacob pudiese dirigir su lengua tan fácilmente para decir (v. 19): Yo soy Esaú tu primogénito. Y, ¿cómo pudo decir: He hecho como me dijiste, cuando no había recibido ningún encargo de su padre, sino que estaba haciendo lo que le había pedido su madre? ¿Cómo pudo decir: Come de mi caza, cuando sabía que no había venido del campo, sino del corral? Pero especialmente me asombra el que se atreviera a atribuírsela a Dios, y a usar el nombre de Jehová para cubrir la impostura: Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí (v. 20). ¿Es éste Jacob? ¿Es éste aquel Israel, de cierto, sin dolor? Verdaderamente, esto ha sido escrito, no para nuestra imitación, sino para nuestra amonestación.
II.-       El éxito de esta estratagema. Jacob consiguió, con alguna dificultad, su objetivo y obtuvo la bendición.
1. Isaac no se convenció al principio, y hubiese descubierto el fraude, si hubiese dado más crédito a sus oídos, porque la voz era la voz de Jacob (v. 22). Su voz era la voz de Jacob, pero sus manos eran las de Esaú. Habla el lenguaje de un santo, pero hace las obras de un pecador; pero el juicio será, como aquí, por las manos.
2. Al final se rindió al poder del engaño, porque las manos eran vellosas (v. 23), y no tuvo en cuenta lo fácil que era falsificar esa circunstancia. Y ahora Jacob continúa con toda destreza.
El único pequeño atenuante del pecado de Rebeca y Jacob está en que el fraude no tenía por objeto acelerar el cumplimiento tanto como impedir la frustración, del oráculo divino; la bendición iba precisamente a caer sobre la cabeza errónea y ellos pensaron que era hora de moverse y hacer algo para impedirlo. Veamos ahora cómo dio Isaac su bendición a Jacob (vv. 26–29).
(A) Lo abraza, en señal de especial afecto hacia él.
(B) Lo ensalza: Olió Isaac el olor de sus vestidos y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, como el olor del campo que Jehová ha bendecido.
(C) Ora por él y en esa oración, profetiza acerca de él. Con tres cosas es aquí Jacob bendecido: (a) Abundancia (v. 28). (b) Poder (v. 29). (c) Predominio ante Dios e influencia en el Cielo: «Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren.»[2]

Elena de White comenta al respecto: “Isaac amaba más a Esaú que a Jacob. Y cuando pensó que estaba por morir le pidió a Esaú que le preparara una vianda para bendecirlo luego, antes de morir... Rebeca oyó las palabras de Isaac, y recordó las de Jehová: “El mayor servirá al menor”, y además sabía que Esaú había menospreciado su primogenitura vendiéndosela a Jacob...
Rebeca conocía el favoritismo de Isaac hacia Esaú y estaba convencida de que razonando no lograría cambiar su propósito. En vez de confiar en Dios, el que dispone los hechos, manifestó falta de fe persuadiendo a Jacob que engañara a su padre...
Aunque Esaú hubiera recibido la bendición de su padre, que estaba destinada al primogénito, su prosperidad podría haber venido solamente de Dios, quien lo hubiera bendecido con prosperidad o con adversidad, de acuerdo con su forma de vida. Si amaba y reverenciaba a Dios, como el justo Abel, hubiera sido aceptado y bendecido por Dios. Si, como el impío Caín, no respetaba a Dios y sus mandamientos, sino seguía su propio camino corrupto, no hubiera recibido una bendición sino un rechazo de parte de Dios, como Caín. Si la conducta de Jacob era justa, si amaba y temía a Dios, él lo habría bendecido, y su mano bienhechora habría estado con él, aun cuando no hubiese recibido las bendiciones y los privilegios generalmente reservados para el primogénito”.[3]

3.- Aplicación:
A pesar de que Jacob obtuvo la bendición que quería, pagó un precio demasiado alto por haber engañado a su padre. Estas son algunas de las consecuencias de sus acciones:
(1) nunca más volvió a ver a su madre;
(2) su hermano quiso matarlo;
(3) su propio tío, Labán, lo engaño;
(4) su familia se dividió a causa de la rivalidad;
(5) Esaú llegó a ser fundador de una nación de enemigos;
(6) vivió lejos de su familia durante años. Irónicamente, Jacob hubiera recibido de todos modos la primogenitura y la bendición (Gén. 25:23). ¡Imagínese cuán diferente hubiera sido su vida si él y su madre hubieran permitido que Dios hiciera las cosas a su modo, y en su tiempo![4]
Al respecto Elena de White, señala:
“Jacob y Rebeca triunfaron en su propósito, pero por su engaño no se granjearon más que tristeza y aflicción. Dios había declarado que Jacob debía recibir la primogenitura y si hubiesen esperado con confianza hasta que Dios obrara en su favor, la promesa se habría cumplido a su debido tiempo. Pero, como muchos que hoy profesan ser hijos de Dios, no quisieron dejar el asunto en las manos del Señor. Rebeca se arrepintió amargamente del mal consejo que había dado a su hijo; pues fue la causa de que quedara separada de él y nunca más volviera a ver su rostro”.[5]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015




[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 27.18-21.
[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 53.
[3]Elena de White, The Story of Redemption, 88, 89.
[4]Biblia Del Diario Vivir, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 2000, c1996), Gn 27.24.
[5]White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 179.

viernes, 7 de agosto de 2015

ABRAHÁN OBEDECIÓ LA VOZ DE DIOS

1.- Lección: El valor real de las promesas de Dios no puede disminuir para el creyente por ninguna providencia contraria que le sobrevenga.
2.- Texto: Gén 26:5 Oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.[1]

La obediencia de Abraham a la orden divina fue la evidencia de esa fe por la cual, como pecador, fue justificado ante Dios, y el efecto de ese amor por el cual obra la fe verdadera. Dios testifica que él aprobó esta obediencia para animar a otros, especialmente a Isaac.[2]
I.-        Dios puso a prueba a Isaac en su providencia. Había hambre en la tierra (v. 1). ¿Qué pensará de la promesa, si la tierra prometida no le da pan? Sí, Isaac se mantendrá adherido al pacto. Nótese que el valor intrínseco de las promesas de Dios no puede quedar menguado a los ojos de un creyente por un revés de la providencia.

II.-       Dios le dirigió por medio de su palabra en medio de la prueba. Isaac debía ir en busca de provisiones. Así que marchó a Egipto, adonde su padre había ido en una ocasión similar, pero se detuvo primeramente en Gerar. 1. Entonces Dios le dijo que se quedase allí y no descendiera a Egipto (vv. 2–3). Hubo hambre en los días de Jacob, y Dios le dijo que bajase a Egipto (46:34); hubo hambre en los días de Isaac, y Dios le dijo que no bajase a Egipto (26:2); hubo hambre en los días de Abraham, y Dios le dejó en libertad para que hiciese lo que mejor le pareciera (12:10). Esta variedad de procedimientos por parte de Dios encuentra cierta base en los distintos caracteres de estos tres patriarcas. Abraham era un hombre de grandes alcances y de íntima comunión con Dios así que para él todos los lugares y condiciones eran similares. Isaac era buena persona, pero no estaba hecho a grandes dificultades; por tanto, se le prohíbe ir a Egipto. Jacob estaba avezado a las dificultades; era fuerte y paciente; por ello, era necesario que fuese a Egipto. De esta manera, Dios proporciona a sus hijos las pruebas de acuerdo a sus respectivas fuerzas. «Abraham oyó mi voz (v. 5); haz tú lo mismo, y la promesa te será asegurada.» Aquí es alabada la obediencia de Abraham en honor suyo, porque por ella adquirió buen testimonio ante Dios y ante los hombres.[3]

Elena de White comenta al respecto: “Su propio ejemplo [de Abrahán], la silenciosa influencia de su vida cotidiana, era una constante lección. La integridad inalterable, la benevolencia y la desinteresada cortesía, que le habían granjeado la admiración de los reyes, se manifestaban en el hogar. Había en esa vida una fragancia, una nobleza y una dulzura de carácter que revelaban a todos que Abrahán estaba en relación con el Cielo. No descuidaba siquiera al más humilde de sus siervos. En su casa no había una ley para el amo, y otra para el siervo; no había un camino real para el rico, y otro para el pobre. Todos eran tratados con justicia y simpatía, como coherederos de la gracia de la vida”.[4]

3.- Aplicación:
La auténtica fe en las promesas de Dios produce un valeroso andar con él; pero retraerse por temor pone en peligro la bendición y hace burla de la fe.
La obediencia de un hombre trajo bendición a sus descendientes. Abraham aprendió que la verdadera fe obedece la palabra de Dios.[5]
Elena de White señala que: Los que procuran disminuir los requerimientos de la santa ley de Dios están socavando directamente el fundamento del gobierno de familias y naciones”.[6]

Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 26.5.
[2]Matthew Henry, Comentario De La Biblia Matthew Henry En Un Tomo. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 46.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 52.
[4]Elena de White, Reflejemos a Jesús, 186.
[5]John F. Walvoord and Roy B. Zuck, El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo: Antiguo Testamento, Tomo 1: Génesis-Números (Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C., 1996), 80.
[6]White, Reflejemos a Jesús, 186.

miércoles, 5 de agosto de 2015

UN CONTRASTE DE CARÁCTERES

1.- Lección: Si bien eran gemelos, el carácter de cada uno de ellos se desarrolló en forma diferente. Jacob llegó a ser frío, calculador y hogareño, mientras que Esaú llegó a ser impetuoso y activo hombre de campo.
2.- Texto: Gén 25:23 “…Un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”[1]
Tenemos ahora un relato del nacimiento de Jacob y Esaú los hijos gemelos de Isaac y Rebeca; su venida al mundo fue una de las más importantes partes de su historia (lo cual no es corriente). Parece ser que Isaac no era hombre activo, ni había experimentado muchas pruebas, sino que había pasado su vida en quietud y silencio. Respecto de Jacob y Esaú, se nos dice:
I.-        Que se había orado por ellos. Sus padres después de pasar algún tiempo sin tener hijos, los obtuvieron mediante la oración (vv. 20–21). Isaac tenía cuarenta años cuando se casó (v. 20), pero tenía ya sesenta cuando nacieron sus hijos (v. 26); así que estuvieron sin hijos durante veinte años. Pero: 1. «Oró Isaac a Jehová por su mujer» (v. 21). Una tradición judía dice que Isaac tomó consigo a su esposa y fueron al monte Moriha, donde Dios había prometido que multiplicaría la descendencia de Abraham (22:17), y allí, en su oración por ella y con ella, apeló a la promesa hecha en aquel mismo lugar. 2. Dios escuchó su oración y la respondió favorablemente. Nótese que los maridos y las mujeres deben orar juntos.

II.-       Que hubo profecía acerca de ellos antes que naciesen, y en esa profecía se incluían grandes misterios (vv. 22–23). Rebeca estaba encinta de ellos; obsérvese aquí:
1. Cuán perpleja estaba en su mente acerca de su caso: Los hijos luchaban dentro de ella (v. 22). Esta lucha entre Jacob y Esaú en el vientre de su madre bien podría representar la lucha que se mantiene entre el reino de Dios y el reino de Satanás. Una guerra santa es mejor que la paz en el palacio del diablo.
2. Lo que hizo para encontrar alivio: Fue a consultar a Jehová (v. 22). Es un gran alivio para nuestra mente exponer nuestro caso delante del Señor y pedir consejo de sus labios: Ir al santuario (Sal. 73:17).
3. La información que se le dio, en respuesta a su demanda, y que explicaba el misterio: Dos naciones hay en tu seno (v. 23). Estaba encinta, no sólo de dos hijos, sino de dos naciones, las cuales no sólo iban a diferenciarse grandemente entre sí en sus costumbres y disposiciones, sino que habrían de enfrentarse entre sí por sus intereses respectivos; y el resultado de todo ello vendría a ser que el mayor serviría al menor, lo cual se cumplió en la sumisión de los idumeos, por mucho tiempo, a la casa de David, hasta que se rebelaron (2 Cr. 21:8). En la lucha que el pecado y la gracia mantienen en el alma, la gracia, más joven, ganará de cierto la última batalla.

III.-     Ya al nacer, había gran diferencia entre ellos.
1. Había gran diferencia en sus cuerpos (v. 25). Esaú salio pelirrojo y velludo como si ya fuese un hombre crecido. Era una indicación de una complexión muy fuerte y cabía esperar de él que sería robusto, atrevido y activo. El Midrash judío dice que los que tienen esta clase de pelo parecen predispuestos para la caza y el derramamiento de sangre. En cambio, Jacob salió suave y delicado, como cualquier otro niño normal. Dios suele escoger lo débil del mundo y dejar a un lado lo fuerte (1. Co. 1:27).
2. Hubo entre ellos pugna por salir el primero (v. Os. 12:3). Jacob trabó del talón de su hermano (v. 26), como si quisiera dejarlo atrás e impedir que fuese el primogénito.
3. Eran muy diferentes en su mentalidad y en el estilo de vida que cada uno escogió (v. 27).
(A) Esaú era un hombre de mundo, deportista como buen cazador, y campestre como Nimrod e Ismael.
(B) Jacob era hombre del mundo de arriba: no estaba hecho para estadista ni con ambición de grandezas mundanas, sino que era quieto, enemigo de pendencias, y habitaba en tiendas acostumbrado a pensar bien y a obrar honestamente, prefería los deleites de la soledad y del retiro a todo el pretendido placer del deporte inquieto y ruidoso. Habitaba en tiendas, (a) como pastor. Ligado a ese oficio sano y tranquilo de apacentar ovejas en el cual crió también a sus hijos (46:34): (b) como estudiante. Piensan algunos que frecuentaba las tiendas de Melquisedec o de Heber, para que le enseñasen las cosas de Dios. En todo caso, el Midrash judío explica que «tiendas» equivale a «escuelas de estudio religioso». Este fue el hijo de Isaac al que fue vinculado el pacto.
4. También fueron diferentes en el afecto de sus padres. No tenían más que estos dos hijos, y parece ser que el uno era el favorito del padre, y el otro el favorito de la madre (v. 28).
(A) Isaac amaba a Esaú, porque era activo, sabía cómo agradar a su padre: le mostraba gran respeto y le conseguía aquella caza que tanto le gustaba a Isaac.
(B) Rebeca recordaba la profecía de Dios, que daba la preferencia a Jacob, y, por eso, ella también le prefería en su afecto.[2]

Elena de White comenta al respecto: “Esaú se crió deleitándose en la complacencia propia y concentrando todo su interés en lo presente. Contrario a toda restricción, se deleitaba en la libertad montaraz de la caza, y desde joven eligió la vida de cazador. Sin embargo, era el hijo favorito de su padre. El pastor tranquilo y pacífico se sintió atraído por la osadía y la fuerza de su hijo mayor, que corría sin temor por montes y desiertos, y volvía con caza para su padre y con relatos palpitantes de su vida aventurera.
Jacob, reflexivo, aplicado y cuidadoso, pensando siempre más en el porvenir que en el presente, se conformaba con vivir en casa, ocupado en cuidar los rebaños y en labrar la tierra. Su perseverancia paciente, su economía y su previsión eran apreciadas por su madre. Sus afectos eran profundos y fuertes, y sus gentiles e infatigables atenciones contribuían mucho más a su felicidad que la amabilidad bulliciosa y ocasional de Esaú. Para Rebeca, Jacob era el hijo predilecto...”.[3]

3.- Aplicación:
Los nombres dados a los hijos hacen alusión a sus respectivas características sobresalientes en el momento del nacimiento. Esaú (velludo), el primogénito recibe dicho nombre por su abundancia de vello. Jacob (suplantador), el segundo, recibe dicho nombre por nacer tomado del talón de su hermano. Detrás de estas diferencias físicas están diferencias de carácter y de espiritualidad que tendrán mucho que ver en el desarrollo de esta familia y que llegan a poner en peligro la descendencia en continuación del pacto.

Elena de White señala que: Esaú no amaba la devoción, ni tenía inclinación hacia la vida religiosa. Las exigencias que acompañaban a la primogenitura espiritual eran para él una restricción desagradable y hasta odiosa. La ley de Dios, condición del pacto divino con Abrahám, era considerada por Esaú como un yugo servil. Inclinado a la complacencia propia, nada deseaba tanto como la libertad para hacer su gusto. Para él, el poder y la riqueza, los festines y el alboroto, constituían la felicidad. Se jactaba de la libertad ilimitada de su vida indómita y errante... Jacob había oído a su madre referirse a la indicación divina de que él recibiría la primogenitura, y desde entonces tuvo un deseo indecible de alcanzar los privilegios que ésta confería... El objeto de sus anhelos era la primogenitura espiritual. Tener comunión con Dios, como el justo Abrahám, ofrecer el sacrificio expiatorio por su familia, ser el progenitor del pueblo escogido y del Mesías prometido, y heredar las posesiones inmortales que estaban contenidas en las bendiciones del pacto: éstos eran los honores y prerrogativas que encendían sus deseos más ardientes”.[4]

Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 25.23.
[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 51.
[3]Elena de White, El Cristo triunfante, 84.
[4]Ibid., 86.

martes, 4 de agosto de 2015

UNA NOVIA PARA ISAAC

1.- Lección: ¡Qué contraste entre la conducta de Isaac y la de la juventud de nuestro tiempo, aun entre los que se dicen cristianos!
2.- Texto: Gén 24:3,4 3no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; 4sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac…[1]

En la ausencia de Sara, Abraham toma la iniciativa motivado por tres razones: Primera, era ya anciano y debía hacer los preparativos propios para la continuación de la descendencia. Segunda, Isaac ya tenía 40 años (25:20), edad ideal en aquella cultura para formar hogar (26:34). Tercera, se debía garantizar que la elección de la esposa de Isaac estuviera dentro de los términos de la promesa del pacto.[2]
Tres cosas son aquí de notar respecto a Abraham:
I.-        El cuidado que tuvo de casar bien a su hijo. Este cuidado se mostró:
1. Procura que no se case con ninguna cananea, sino con una de su propia estirpe, pues se percata de que los cananeos degeneraban hacia una perversidad creciente.
2. No obstante, procura igualmente que no se fuese de la tierra de Canaán para irse a donde vivían sus parientes, ni siquiera con el pretexto de buscarse allí la esposa, no fuese que se sintiese tentado a quedarse allí.

II.-       El encargo que dio a su buen criado Eliezer de Damasco, de cuya conducta, fidelidad y sincero afecto a él y a su familia tenía pruebas abundantes. A él le confió este importante asunto, y no a Isaac mismo pues no podía consentir que Isaac se fuese en modo alguno al país aquel (v. 6), sino que se había de concertar la boda por poderes; y ¿quién mejor apoderado que este fiel criado de su casa? (v. 15:2).
1. El criado debe comprometerse con juramento a poner de su parte todo lo posible para conseguir para Isaac una esposa de entre sus parientes (vv. 2–4). Quedará libre del juramento si, después de hacer todo cuanto esté en su mano, no tiene éxito en su misión (v. 8).

III.-     La confianza que puso en su Dios, de quien no duda que dará a su criado el éxito de su empresa (v. 7). Recuerda también la promesa que Dios le había hecho y confirmado de que daría la tierra de Canaán a su descendencia, y de ahí deduce que Dios le ha de ayudar en sus esfuerzos por casar a su hijo no entre aquellos condenados pueblos, sino con quien fuese la mujer adecuada para ser la madre de tal descendencia. Las promesas de Dios, y nuestras propias experiencias, son suficientes para animarnos a depender totalmente de Dios en todos los asuntos de esta vida.[3]

Elena de White comenta al respecto: “La fe habitual de Abrahán en Dios y su sumisión a la voluntad divina se reflejaban en el carácter de Isaac; pero el joven era de afectos profundos, y de naturaleza benigna y condescendiente. Si se unía con una mujer que no temiera a Dios, se vería en peligro de sacrificar sus principios en aras de la armonía. Para Abrahám elegir esposa para su hijo era asunto de suma importancia y anhelaba que se casara con quien no le apartase de Dios...”.[4]

3.- Aplicación:
Elena de White es enfática el peligro de los matrimonios entre un creyente con un incrédulo: “Nadie que tema a Dios puede unirse sin peligro con quien no le teme. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de concierto?”. Amós 3:3. La felicidad y la prosperidad del matrimonio dependen de la unidad que haya entre los esposos; pero entre el creyente y el incrédulo hay una diferencia radical de gustos, inclinaciones y propósitos. Sirven a dos señores entre los cuales la concordia es imposible. Por puros y rectos que sean los principios de una persona, la influencia de un cónyuge incrédulo tenderá a apartarla de Dios... El mandamiento del Señor dice: “No os juntéis en yugo con los infieles”. 2 Corintios 6:14.[5]
También ella tiene un consejo apropiado para los jóvenes y padres: “Los jóvenes creen con demasiada frecuencia que la entrega de sus afectos es un asunto en el cual tienen que consultarse únicamente a sí mismos, un asunto en el cual no deben intervenir ni Dios ni los padres. Mucho antes de llegar a la edad madura, se creen competentes para hacer su propia elección sin la ayuda de sus padres... Así han arruinado muchos su felicidad en esta vida y su esperanza de una vida venidera... Nunca deben los padres perder de vista su propia responsabilidad acerca de la futura felicidad de sus hijos. El respeto de Isaac por el juicio de su padre era resultado de su educación, que le había enseñado a amar una vida de obediencia. Al mismo tiempo que Abrahán exigía a sus hijos que respetasen la autoridad paterna, su vida diaria daba testimonio de que esta autoridad no era un dominio egoísta o arbitrario, sino que se basaba en el amor y procuraba su bienestar y dicha.[6]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 24.1-4.
[2]Daniel Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario Bı́blico Mundo Hispano Génesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 137.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 49.
[4]Elena de White, Conflicto y valor, 57.
[5]White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 168, 171, 172.
[6]Ibid., 173, 174.

lunes, 3 de agosto de 2015

EL CEMENTERIO FAMILIAR

1.- Lección: El dolor, el sufrimiento y el sentimiento de pérdida de nuestros seres queridos viene tarde o temprano a nuestras vidas y debemos encontrar la manera sana y normal de expresar sus sentimientos.
2.- Texto: Gén 23:1-6 1Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara... Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo: 4Extranjero y forastero soy entre vosotros;a dadme propiedad para sepultura entre vosotros,b y sepultaré mi muerta de delante de mí... [1]

Este episodio se relata extensamente por su significado trascendente. Por lo menos es necesario mencionar tres aspectos importantes:
Primero, se relata la muerte de una madre. Sara, quien era diez años menor que Abraham (17:17) muere a los 127 años (v. 1). El lugar patriarcal de residencia en este entonces era Hebrón, lugar muy bien conocido y anteriormente ya habitado por Abraham. La reacción primera de Abraham es de profundo pesar y así lo expresa abiertamente. Esta es la mujer que le acompañó en todo su peregrinaje. La mujer que puso en peligro su integridad física y moral por salvaguardar la de su esposo. Esta es la mujer que dejó a su parentela y tierra de comodidad porque comprendió y aceptó el llamado de Dios al igual que Abraham. Recordemos que Dios llama originalmente a una pareja para la realización de su plan, ya que la descendencia era central a dicho plan. Y esta es la mujer, madre del hijo de la promesa y madre de todos los hijos de Abraham por la fe (Gál. 4:31; Rom. 9:7). A pesar de su complicidad con Abraham en engañar al faraón y a Abimelec, a pesar de su apresuramiento en precipitar la promesa de Dios con Agar, a pesar de su duda y risa ante la posibilidad de maternidad, Sara, por su fidelidad y fortaleza espiritual, figura en la lista de los grandes de la fe. En Hebreos 11:11 se resalta esa fe y su esfuerzo extremo al ser la madre de Isaac. En 1 Pedro 3:2–6 se la pone como modelo de obediencia a su marido y de una conducta doméstica casta, modesta y respetuosa que debe ser imitada por las esposas creyentes. Razón suficiente tenía Abraham para hacer duelo y llorar por Sara.

Segundo, pasada la expresión del duelo, viene la necesidad de sepultar a la muerta. Y en aquella sociedad como en la nuestra, ésta es la parte más desagradable y pesada, dada la comercialización excesiva que busca obtener ganancias ventajosas a costa de esta desgracia y de la sensibilidad humana. Abraham se reconoce como forastero y sin tierra y por ello pide a los pobladores locales una parcela de tierra para sepulcro. Los hititas (hijos de Het, v. 3) habitaban el lugar y eran propietarios de la tierra. Este pueblo era originario de Asia Menor (actual Turquía) y se expandieron a Canaán donde se establecieron por mucho tiempo. Después de mucho diálogo y actos de negociación, Abraham solicita y compra el campo de Efrón juntamente con la cueva de Macpela, lugar ideal para sepultura. Es interesante notar la cortesía y sagacidad durante el desarrollo de la negociación. Abraham originalmente sólo quería comprar la cueva y por su precio justo, pero el dueño aprovecha y vende todo el campo por un precio bastante elevado. Abraham, ante la oferta de sepultura gratis, insiste en adquirirla como su propiedad y así dar una sepultura digna y segura a su esposa. Nuevamente en el diálogo se nota la relación correcta y pacífica que Abraham mantenía con los diferentes grupos étnicos entre los cuales vivía como forastero, anclado siempre en la esperanza de la promesa de Dios. Estas relaciones hacían posible que pudiera acudir a los habitantes locales en situaciones de necesidad.

Tercero, debemos notar la trascendencia de la adquisición de esta propiedad.
(A), debemos reconocer que los sepulcros y las fuentes de aguas son las únicas propiedades privadas reconocidas en una economía política nómada y de población transeúnte. En la mayoría de las culturas contemporáneas a Abraham, las leyes o costumbres permitían a un extranjero poseer su sepulcro, lo cual era muy respetado. Abraham hace uso de este derecho y en la ocasión exacta de necesidad.
(B), la adquisición de este campo indica la aceptación de la promesa de Dios de que esa tierra será posesión de la descendencia de Abraham. Este acto, más allá de llenar una necesidad temporal, mira al futuro con fe y seguridad en las promesas de Dios. Al morir los patriarcas, este campo y otro adquirido por Jacob en Siquem (33:19) son las únicas propiedades de los patriarcas en Canaán. Pese a ello, mantuvieron su fe en Dios y su fidelidad en el plan de Dios.
(C), esta cueva se convierte en sepulcro familiar. Allí fueron sepultados también Abraham, Isaac, Rebeca, Lea (49:31) y allí pide ser sepultado Jacob como un memorial de que sus descendientes volverán a la tierra prometida por Dios. Este sepulcro entonces, se convierte en señal de confianza y en lugar donde las generaciones pasadas y presentes mantienen su unidad comunal y su fidelidad en el propósito de Dios para con ellos.[2]

Elena de White comenta al respecto: “La herencia que Dios prometió a su pueblo no está en este mundo. Abraham no tuvo posesión en la tierra, “ni aun para asentar un pie”. Hechos 7:5. Poseía grandes riquezas y las empleaba en honor de Dios y para el bien de sus prójimos; pero no consideraba este mundo como su hogar. El Señor le había ordenado que abandonara a sus compatriotas idólatras, con la promesa de darle la tierra de Canaán como posesión eterna; y sin embargo, ni él, ni su hijo, ni su nieto la recibieron. Cuando Abraham deseó un lugar donde sepultar sus muertos, tuvo que comprarlo a los cananeos. Su única posesión en la tierra prometida fue aquella tumba cavada en la peña en la cueva de Macpela”.[3]

3.- Aplicación:
La compra de la heredad es señal de que Abraham nunca consideró la posibilidad de volver a Mesopotamia para enterrar a su esposa, sino que demostró fe en la promesa de Dios de darle la tierra a él y a sus descendientes.
Sara no fue la única en ser sepultada en la cueva de Macpela, sino que sirvió también de tumba para Abraham, Isaac, Rebeca, Lea y Jacob.


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





a a 23.4: He. 11.13.
b b 23.4: Hch. 7.16.
[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 23.1-7.
[2]Daniel Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario Bı́blico Mundo Hispano Genesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 134.
[3]Elena de White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 166.

domingo, 2 de agosto de 2015

UN SERVICIO DE FE Y OBEDIENCIA

1.- Lección: La fe y obediencia de Abraham probada para ser refinada.
2.- Texto: Gén 22:1,2 1Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.[1]

La prueba suprema de la fe de Abraham vino cuando Dios ordenó que ofreciera a Isaac en holocausto en la tierra de Moriah. En realidad Dios no tenía la intención de que Abraham cumpliera su mandamiento; Dios siempre se ha opuesto al sacrificio humano. Moriah es la cordillera donde está situada Jerusalén (2 Cro. 3:1) y también es el sitio del Calvario.

I.-        Quizás Abraham comenzaba a pensar que se habían acabado todas las tormentas; pero ahora le sobreviene una prueba mucho más difícil que todas las anteriores.
II.-       El autor de esta prueba: Dios puso a prueba a Abraham, no para inducirle al pecado, sino para descubrir cuán grande era su gracia en él, resultando en alabanza, gloria y honra (1 Pe. 1:7). Así probó Dios a Job, para que se mostrase, no sólo como un buen hombre, sino como un gran hombre. Dios tentó a Abraham, como dice el hebreo o, según leen otros, levantó a Abraham; como un escolar que es promovido a una clase superior, después de haber pasado con toda brillantez la prueba de un examen difícil.
III.-     La prueba misma. Probablemente, Abraham esperaba ahora alguna nueva promesa como en 15:1 y 17:1. Pero, para su asombro, lo que Dios le dice es simplemente: Abraham, anda y mata a tu hijo. Cada palabra es como una espada que llega hasta los huesos; la prueba es endurecida con frases de acero.
1. La persona a quien tenía que ofrecer. (A) «Toma tu hijo, no tus becerros ni tus corderos». «No, no tomaré de tu casa becerros» (Sal. 50:9). «Quiero tu hijo.» «Toma a Isaac, tu risa tu hijo único» (17:19), «a quien amas». En el hebreo se percibe mejor el énfasis, y podría leerse así: Toma ahora a ese hijo de ti, a ese único de ti, al que tú amas, a ese Isaac.
2. El lugar: En la tierra de Moriah, tres días de camino; para que tenga tiempo de reflexionar, y así el servicio de su fe y de su obediencia sea más razonable y más honorable.
3. El modo: Ofrécelo allí en holocausto. No sólo debe dar muerte a su hijo, sino que tiene que sacrificarlo en holocausto.[2]


Elena de White comenta al respecto: “Este gran acto de fe está registrado en las páginas de la historia sagrada para que resplandezca sobre el mundo como ilustre ejemplo hasta el fin del tiempo. Abraham no alegó que su vejez le dispensaba de obedecer a Dios. No dijo: “Mi cabello ha encanecido, ha desaparecido el vigor de mi virilidad; ¿quién consolará mi desfalleciente vida cuando Isaac no exista más? ¿Cómo puede un anciano padre derramar la sangre de su hijo unigénito?” No, Dios había hablado, y el hombre debía obedecer sin preguntas, murmuraciones ni desmayos en el camino”.[3]

3.- Aplicación:
Dios probó a Abraham, no para hacerlo tropezar y caer, sino para incrementar la capacidad de Abraham de obedecer a Dios, y así desarrollar su carácter. De la misma manera que el fuego refina al mineral para extraer metales preciosos, Dios nos refina por medio de circunstancias difíciles. Cuando somos probados nos podemos quejar, o podemos tratar de ver cómo Dios nos está forzando para forjar nuestro carácter.
“Necesitamos hoy la fe de Abraham en nuestras iglesias, para iluminar las tinieblas que se acumulan en derredor de ellas, oscureciendo la suave luz del amor de Dios y atrofiando el sentimiento espiritual. La edad no nos excusará nunca de obedecer a Dios. Nuestra fe debe ser prolífica en buenas obras, porque la fe sin obras es muerta. Cada deber cumplido, cada sacrificio hecho en el nombre de Jesús, produce una excelsa recompensa. En el mismo acto del deber, Dios habla y da su bendición. Pero requiere de nosotros que le entreguemos completamente nuestras facultades. La mente y el corazón, el ser entero, deben serle dados, o no llegaremos a ser verdaderos cristianos”.[4]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015




[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Gn 22.1-3.

[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bíblico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 47.

[3]Elena de White, Testimonios para la iglesia, Tomo 4:146.

[4]Ibid., 145.

sábado, 1 de agosto de 2015

ORIGEN A DOS PUEBLOS (JUDÍOS Y ÁRABES) GRANDES Y EXTRAORDINARIOS

1.- Lección: Nuestros grandes problemas no parecerían tan imposibles si permitiéramos que Dios los manejara.
2.- Texto: Gén 21:9-13 9Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. 10Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.c 11Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo. 12Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia.d 13Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente.[1]

Todo parece andar a la perfección. Abraham había hecho la paz con Abimelec y obtenido el usufructo de un territorio. Ahora Dios le concede un hijo de Sara. Pero surge un nuevo problema que se relaciona con la descendencia. La presencia de Ismael causa un conflicto familiar que afecta a Isaac. Sara, quien tenía a su cargo el manejo de la casa, nota dicho conflicto y toma la iniciativa en pedir a Abraham que expulse a Agar e Ismael. La acción no era sólo para solucionar un conflicto familiar entre los dos medio hermanos, sino tiene que ver con el futuro, con la herencia que tenía relación con la promesa de Dios. La reacción de Abraham ante tal posibilidad es de angustia ya que él reconocía y había aceptado a Ismael como su hijo y querría retenerlo consigo. ¿Qué hace el hombre de fe en esta circunstancia tan delicada? Acude a Dios, quien le indica que hiciera caso a Sara en referencia a Agar e Ismael. Esta indicación se basa en que la promesa de descendencia se ha de cumplir a través de Isaac. Y también en que Dios se ha de hacer cargo de Ismael de quien ya había prometido hacerle una gran nación (17:2). Así Abraham despide a Agar e Ismael proveyéndoles de todo lo necesario para el viaje hacia el sur, aparentemente hacia Egipto.[2]

I.-        Ismael dio ocasión a este despido por las afrentas que hizo a Isaac su hermanito. Sara fue ella misma testigo de vista de ello. A Ismael se le llama aquí hijo de la egipcia porque, como muchos piensan con razón, los 400 años de aflicción de la descendencia de Abraham a manos de los egipcios comenzaron ahora (15:13). Ismael era catorce años mayor que Isaac; y denotaba una ruin disposición en Ismael el burlarse de un niño que no podía habérselas con él.
II.-       Sara tomó la iniciativa en este asunto: Echa a esta sierva y a su hijo (v. 10). Esto parece dicho en un acaloramiento y, con todo, es citado (Gál. 4:30) como dicho en espíritu de profecía.
III.-     Abraham era reacio a hacerlo: Este dicho apesadumbró en gran manera a Abraham (v. 11).
1. Le apesadumbró el que se hiciese este reproche a Ismael.
2. Le apesadumbró el que Sara insistiese en tal castigo. “¿No sería suficiente corregirle? - Se diría - ¿No hay otro remedio menos drástico que echarles?”
IV.-     Dios lo determinó (vv. 12–13). La descendencia de Abraham según el pacto debe ser un pueblo especial, distinto de los demás desde el principio, no mezclado con los que no pertenecen al pacto; por esta razón, Ismael debía ser separado. El despedir a Ismael no tenía por qué ser su ruina. (v. 13). Será cabeza de una nación, porque es tu descendiente. Es una presunción decir que todos los que son excluidos de la externa dispensación del pacto de Dios están, por ello, excluidos de todas sus gracias. Aunque fue echado del pueblo elegido, no fue echado fuera de este mundo. Yo haré de él una nación. Nótese:
1. Las naciones son hechura de Dios; Dios las funda, las forma y las fija.
2. Muchos que son extraños a las bendiciones del pacto están llenos de las bendiciones de la providencia de Dios.[3]

Elena de White comenta al respecto, “Sara vio en la inclinación turbulenta de Ismael una fuente perpetua de discordia, y le pidió a Abrahán que alejara del campamento a Ismael y a Agar. El patriarca se llenó de angustia. ¿Cómo podría desterrar a Ismael, su hijo, a quien todavía amaba entrañablemente? En su perplejidad, Abrahán pidió la dirección divina. Mediante un santo ángel, el Señor le ordenó que accediera a la petición de Sara... Y el ángel le dio la promesa consoladora de que aunque estuviese separado del hogar de su padre, Ismael no sería abandonado por Dios; su vida sería conservada, y llegaría a ser padre de una gran nación. Abrahán obedeció la palabra del ángel, aunque no sin sufrir gran pena. Su corazón de padre se llenó de una indescriptible tristeza al separar de su casa a Agar y a su hijo”.[4]

3.- Aplicación:
Este incidente nos provee el testimonio de varias normas para la relación con Dios y la relación familiar.
Primero, jamás un plan humano ha de substituir al plan divino. La voluntad humana, por más sabia que sea, no podrá ocupar el lugar de la voluntad de Dios. Lo que el hombre debe hacer es buscar la voluntad de Dios en su Palabra y a través de la oración, y aceptarla. Dios es fiel a su propósito el cual se ha de cumplir en las condiciones y términos que él determina.
Segundo, una vez más se expresa la misericordia de Dios. ¡Él se hace cargo del error humano! Ismael es fruto del recurso humano que duda en la promesa y decide no esperar en Dios. En una palabra, es el resultado del pecado humano. Pero Dios escoge hacerse cargo de ello. Aquí se confirma la fidelidad y bondad de Dios que a pesar de que el hombre cometa pecado, Dios se hace cargo del pecado. El apóstol Pedro, haciendo eco del profeta Isaías (53:6) nos declara que Jesucristo en la cruz se hace cargo de todas nuestras iniquidades (1 Ped. 2:24). Ciertamente la descendencia de Abraham y el mundo entero ha tenido que soportar la consecuencia de este error humano, pero Dios, no Abraham, fue quien se hizo cargo de Ismael.
Tercero, nos llama a una reflexión sobre la imperiosa necesidad de matrimonios monógamos y hogares estables para la crianza de los hijos. En América Latina el problema es grave, pues hay hombres que procrean hijos de diferentes mujeres sin compromiso matrimonial o responsabilidad paterna. Estos niños son producto de la desobediencia del hombre a las normas de Dios. Refleja el desenfreno sexual y la irresponsabilidad del ser humano para con la descendencia. Se crían en conflictos, privaciones y sin el privilegio de un hogar estable. El presente de esos niños es precario y el futuro peligroso. Es urgente que la iglesia atienda a este problema.[5]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015



c c 21.10: Gá. 4.29–30.

d d 21.12: Ro. 9.7; He. 11.18.

[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998), Gn 21.9-14.

[2]Daniel Carro, José Tomás Poe, Rubén O. Zorzoli and Tex.) Editorial Mundo Hispano (El Paso, Comentario Bíblico Mundo Hispano Génesis, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 1993-<1997), 126.

[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bíblico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 46.

[4]Elena de White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 142-143.

[5]Carro, 126.

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