martes, 11 de agosto de 2015

TIEMPO DE VOLVER A CASA

1.- Lección: La sobrevaloración de la riqueza mundana que los hombres hacen es un error que es raíz de la codicia, la envidia y de todo mal.
2.- Texto: Gén 30:3 3También Jehová dijo a Jacob: Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo.[1]

Jacob toma la resolución de dejar inmediatamente el servicio de su tío y suegro, para tomar sus posesiones y volver a Canaán. Tomó esta decisión:
I.-        A causa de la mala manera con que Labán y sus hijos se portaban con él.
1. Los hijos de Labán mostraron su mala voluntad en lo que dijeron (v. 1).
2. El propio Labán no dijo mucho, pero su semblante para con Jacob ya no era el de antes, y Jacob se apercibió de ello (vv. 2, 5). Siempre había sido Labán un avaro y un maleducado, pero ahora lo era más que anteriormente.
II.-       Bajo la dirección de Dios y escoltado por una promesa: Jehová dijo a Jacob: Vuélvete… y yo estaré contigo (v. 3). Vino acá por orden del Cielo, y aquí se estaría hasta que recibiera orden de volver. Es nuestro deber ponernos bajo la dirección de Dios, tanto en el salir como en el entrar. También animó a Jacob lo que se dice en el versículo 13, Yo soy el Dios de Betel. Este había sido el lugar en que Dios le había renovado el pacto. Levántate ahora (v. 13)… y vuélvete:
(A) A tus devociones en Canaán; la solemnidad que habría quizás interrumpido en gran parte mientras estaba con Labán.
(B) A tus comodidades en Canaán: Vuélvete a la tierra de tu nacimiento.
III.- Con el conocimiento y consentimiento de sus esposas.
1. Envió a llamar a Raquel y a Lea al campo (v. 4), para consultar con ellas en privado. Los maridos que aman a sus esposas han de comunicarles sus planes e intenciones. Donde hay afecto mutuo, debe haber mutua confianza. Les dijo el mandato que Dios le había dado en sueños de volver a su país (v. 13), para que no sospecharan que su decisión era fruto de la inconstancia o de falta de afecto al país o a la familia de ellas, sino que vieran que se debía a la obediencia que había de prestar a su Dios.
2. Sus esposas consintieron de buena gana en lo que él había resuelto. Y deseaban marcharse con su marido y ponerse con él bajo la dirección divina: Haz todo lo que Dios te ha dicho (v. 16).[2]
Elena de White comenta al respecto: “Jacob habría dejado a su astuto pariente mucho antes, si no hubiera tenido el encuentro con Esaú. Ahora comprendió que estaba en peligro frente a los hijos de Labán, quienes, considerando suya la riqueza de Jacob, tratarían tal vez de obtenerla por la fuerza. Se encontraba en gran perplejidad y aflicción, sin saber qué camino tomar. Pero recordando la bondadosa promesa de Bet-el, llevó su problema ante Dios y buscó su consejo. En un sueño se contestó a su oración: “Vuélvete a la tierra de tus padres, a tu parentela; que yo estaré contigo”.[3]

3.- Aplicación:
La riqueza de Jacob provocó envidia en los hijos de Labán. A veces es muy difícil ser feliz cuando a otros les va mejor que a nosotros. Comparar nuestros éxitos con el de los demás es una forma peligrosa de juzgar la calidad de nuestra vida. Al compararnos con los demás podemos estar dándole pie a la envidia. Evitaremos la envidia si aprendemos a regocijarnos con el éxito de los demás (Romanos 12.15).
Griffith Thomas señala varios principios aquí para discernir la voluntad de Dios. Primero, Jacob tenía un deseo (30:25). Segundo, las circunstancias dictaban que un cambio era necesario. Tercero, la palabra de Dios vino con convicción. Y finalmente, hubo confirmación en el apoyo de sus esposas, a pesar del lazo natural con Labán…25 Notamos que el ángel de Dios (v. 11) es el Dios de Bet-el (v. 13).[4]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 31.3.
[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 57.
[3]Elena de White, Patriarcas y profetas, 171.
25 (31:1–18) W. H. Griffith Thomas, Genesis: A Devotional Commentary (Génesis: Un Comentario Devocional), pág. 288.
[4]William MacDonald, Comentario Bíblico De William MacDonald: Antiguo Testamento Y Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2004), 36.

lunes, 10 de agosto de 2015

JACOB ES BENDECIDO

1.- Lección: Las bendiciones de Dios siempre pueden exceder a los fraudes humanos.
2.- Texto: Gén 30:37-43  37Tomó luego Jacob varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas. 38Y puso las varas que había mondado delante del ganado, en los canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, las cuales procreaban cuando venían a beber. 39Así concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores. 40Y apartaba Jacob los corderos, y ponía con su propio rebaño los listados y todo lo que era oscuro del hato de Labán. Y ponía su hato aparte, y no lo ponía con las ovejas de Labán.[1]

Esta es una historia poco común que relata la forma en que Jacob adquirió sus riquezas. Ese hombre superó a su opositor en astucia, o cuando menos, así lo parecía. Pero la victoria de Jacob se debió más a Dios que lo que Jacob pudo entender entonces.[2]

Dios bendijo a Jacob de una manera poco común. Aquí se encuentra un juego de palabras con el nombre Labán (“blanco”), porque en la medida en que Jacob descortezó las varas para descubrir lo blanco (lāḇān) de ellas, veía cómo aumentaban sus rebaños. Le siguió el juego a Labán y ganó—fue más listo que “Blanco”.

Posteriormente, Jacob aceptó claramente (31:7–12) que Dios había intervenido para cumplir las expectativas que él había puesto en las varas blancas. Parecía que las varas, puestas en los abrevaderos, hacían que sus animales fueran más fértiles, ya que se apareaban frente a los abrevaderos. Además, Jacob usó la cruza selectiva para aparear los animales más fuertes para su rebaño y las ovejas más débiles (las hembras) para Labán. Pero esta no fue la única ocasión en que la intervención de Dios en el éxito de Jacob fue mucho más grande de lo que un observador podría pensar.

Así que Jacob se enriqueció muchísimo (30:43) en cumplimiento de la promesa que Dios le hizo en Bet-el y a costa de Labán, que así recibió parte de la recompensa que se merecía. Entre Labán y Jacob se desarrolló una lucha fascinante. Las injusticias y artimañas de Labán se adelantaron al plan de Jacob, así como la intención de Isaac de bendecir a Esaú había precipitado el engaño de Jacob. En ambos casos, las intenciones de defraudarlo, de hecho fueron superadas por Jacob mismo. Sin embargo, posteriormente Jacob consideró que su ganancia real se debía a la bendición divina, aunque tuvo que aceptar las consecuencias (temor y peligro) de sus tretas.[3]

3.- Aplicación:
Lo más probable es que la cría selectiva y la promesa de Dios de provisión fueran las razones fundamentales del incremento en los rebaños de Jacob.
El Señor de una u otra manera defenderá la causa del oprimido y honrará a los que sencillamente confían en su providencia. Que todas nuestras misericordias sean recibidas con acción de gracias y oración, para que viniendo de su generosidad, nos lleven a alabarle.
En realidad, Dios le prometió hacer esto en sueños (31:10), así Jacob llegó a ser rico (v. 43).[4]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015



[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 30.37-40.
[2]John F. Walvoord and Roy B. Zuck, El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo: Antiguo Testamento, Tomo 1: Génesis-Números (Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C., 1996), 88.
[3]John F. Walvoord and Roy B. Zuck, El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo: Antiguo Testamento, Tomo 1: Génesis-Números (Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C., 1996), 88.

[4]Nuevo Comentario Ilustrado De La Biblia (Nashville: Editorial Caribe, 2003), 57.

domingo, 9 de agosto de 2015

SIETE BREVES AÑOS

1.- Lección: El amor hace cortos y fáciles los servicios largos y difíciles.
2.- Texto: Gén 29:20 20Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba.[1]

I.-        El amistoso convenio entre Labán y Jacob durante el mes que éste pasó allí como huésped (v. 14). Ahora tuvo Jacob una buena oportunidad para notificar a Labán el afecto que sentía por su hija Raquel, y al no tener en su mano bienes materiales con que dotarla, le promete servirle durante siete años, bajo condición de que, al final de los siete años, ha de concedérsela por esposa.
II.-       Honesto cumplimiento por parte de Jacob, de la tarea que le correspondía en el convenio (v. 20). Jacob le sirvió honradamente los siete años. Le parecieron como pocos días, porque la amaba, como si el deseo de ganarla fuese mayor que el de tenerla.
III.-     El engaño vil que Labán hizo a Jacob; le puso a Lea en los brazos en lugar de Raquel (v. 23). Labán cometió así un pecado contra Jacob, y a la vez, contra Raquel. Fácilmente puede observarse cómo le pagaron a Jacob con su misma moneda. Él había engañado a su padre, haciéndose pasar por Esaú, y ahora su suegro le engañaba a él, haciéndole pasar a Lea por Raquel.
IV.-     La excusa y la reparación que Labán hizo por su engaño:
1. La excusa fue frívola: No se hace así en nuestro lugar (v. 26). Pero no había en su país tal costumbre como él dice en su pretexto; sólo pretende burlarse de Jacob y reírse del error que ha sufrido.
2. Su manera de deshacer el entuerto fue todavía peor: Se te dará también la otra (v. 27). Con esto, indujo a Jacob al pecado, trampa, y desasosiego, de multiplicar esposas, lo que constituye un borrón en su blasón. El honrado Jacob no lo planeó, pero no pudo tampoco evitarlo. No podía rehusar a Raquel, porque se había comprometido con ella; menos aún podía rehusar a Lea, por cuanto se había casado con ella. La poligamia de los patriarcas tenía cierta excusa en ellos, porque, aun cuando había contra ella una razón tan antigua como el matrimonio de Adán (Mal. 2:15), con todo no había un mandato explícito contra ella; en ellos era pecado de ignorancia. No hay justificación alguna para practicarla ahora, cuando es notoria la voluntad de Dios de que, como en el principio, el matrimonio sea de uno con una (1 Co. 7:2). El doctor Lightfoot hace de Lea y Raquel figuras respectivamente de la sinagoga y de la Iglesia; los judíos bajo la Ley, y los gentiles en el Evangelio; la más joven es la más bella, y la que más estaba en el pensamiento de Cristo, cuando vino en forma de siervo; pero la otra, como Lea, la que primeramente estuvo en sus brazos.[2]

El comentario de Elena de White con relación al texto dice: “En los tiempos antiguos era costumbre que el novio, antes de confirmar el compromiso del matrimonio, pagara al padre de su novia, según las circunstancias, cierta suma de dinero o su valor en otros efectos. Esto se consideraba como garantía del matrimonio... Pero se hacían arreglos para probar a los que no tenían con que pagar la dote de la esposa. Se les permitía trabajar para el padre cuya hija amaban, durante un tiempo, que variaba según la dote requerida. Cuando el pretendiente era fiel en sus servicios, y se mostraba digno también en otros aspectos, recibía a la hija por esposa, y generalmente, la dote que el padre había recibido se la daba a ella el día de la boda...”.[3]

3.- Aplicación:
La gente a menudo se pregunta si vale la pena esperar un largo tiempo por lo que uno desea. Jacob esperó siete años para casarse con Raquel. Cuando se vio engañado, acordó trabajar otros siete años por ella (aunque se casó con Raquel al poco tiempo). Las metas y los deseos más importantes bien valen la espera y el precio. El cine y la televisión han creado la ilusión de que la gente tiene que esperar sólo una o dos horas para resolver sus problemas o para conseguir lo que desean. No se deje atrapar al pensar que pasa lo mismo en la vida real. La paciencia es más difícil de conseguir cuando más la necesitamos, pero es la llave para alcanzar nuestras metas.[4]
Elena de White comenta: “Cuando se pedía al pretendiente que trabajara para conseguir a su esposa, se evitaba un casamiento precipitado, y se le permitía probar la profundidad de sus afectos y su capacidad para mantener a su familia. Muchos descubren demasiado tarde que no se adaptan el uno al otro, y el resultado de su unión es una vida miserable”. (Historia de los Patriarcas y Profetas, 186, 187)

Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 29.20.
[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 55.
[3]Elena de White, Conflicto y valor, 66.
[4]Biblia Del Diario Vivir, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 2000, c1996), Gn 29.20.

DEVUELVE A DIOS LO SUYO

1.- Lección: Diezmar era un acto por medio del cual una persona aceptaba que todas sus posesiones pertenecían a Dios.
2.- Texto: Gén 28:20-22 20E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.[1]

Jacob hizo un solemne voto en esta ocasión: si Dios le daba la protección prometida de su viaje, y lo traía de regreso a salvo a la casa de su padre, Yahvé sería su Dios (וְהָיָה en el ver. 21 comienza la apódosis), la piedra que había erigido sería una casa de Dios, y Yahvé recibiría un diez por ciento de lo que le diera. [2]
1. La fe de Jacob. Dios había dicho: Yo estoy contigo, y te guardaré. Jacob toma nota de esta promesa, y viene a decir: “dependo de ella” es decir, “pongo toda mi confianza en ella”.
2. La moderación de Jacob en sus deseos. Se contenta alegremente con pan para comer y vestido para vestir (v. 20). La naturaleza tiene bastante con poco, y la gracia con menos.
3. La piedad de Jacob y su atención puesta en Dios, lo que se echa de ver aquí:
(A) En lo que deseaba: que Dios estuviera con él y le guardara (v. 20).
(B) En lo que se proponía. Su resolución era:
(a) En general, aferrarse al Señor, como a Dios del pacto: Jehová será mi Dios (v. 21).
(b) En particular, realizar ciertos actos especiales de devoción, como muestra de su gratitud. Primeramente, “Esta piedra tomará posesión del lugar hasta que yo vuelva en paz, y después será erigido aquí un altar para honra y gloria de Dios”. En segundo lugar, “La casa de Dios no quedará desabastecida, ni su altar quedará sin sacrificio: De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti (v. 22), para ser empleado o en el altar de Dios o en los pobres de Dios, pues éstos son los dos consignatarios de Dios en este mundo”.[3]

El comentario de Elena de White con relación al texto dice: “El sistema del diezmo se remonta hasta más allá del tiempo de Moisés. Ya en los días de Adán, se requería de los hombres que ofreciesen a Dios donativos de índole religiosa, es decir, antes que el sistema fuese dado a Moisés en forma definida. Al cumplir lo requerido por Dios, debían manifestar, mediante sus ofrendas, aprecio por las misericordias y las bendiciones de Dios para con ellos. Esto continuó durante las generaciones sucesivas y fue practicado por Abrahán, quien dio diezmos a Melquisedec, sacerdote del Altísimo. El mismo principio existía en los días de Job. Mientras Jacob estaba en Betel, peregrino, desterrado y sin dinero, se acostó una noche, solitario y abandonado, teniendo una piedra por almohada, y allí prometió al Señor: “De todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti.” Génesis 28:22. Dios no obliga a los hombres a dar. Todo lo que ellos dan debe ser voluntario. Él no quiere que afluyan a su tesorería ofrendas que no se presenten con buena voluntad”.[4]

3.- Aplicación:
Jacob se estaba comprometiendo a dar un diezmo sin condiciones (Núm. 21:2; Jue. 11:30, 31; 1 Sam. 1:11 para juramentos hebreos similares).[5]
Como nos recuerda Elena de White: “Nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes debieran dedicarse en forma sagrada al que nos confió estas bendiciones. Cada vez que se obra en nuestro favor una liberación especial, o recibimos nuevos e inesperados favores, debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando nuestra gratitud no sólo en palabras, sino, como Jacob, mediante ofrendas y dones para su causa. Así como recibimos constantemente las bendiciones de Dios, también hemos de dar sin cesar”. (Historia de los Patriarcas y Profetas, 184, 185)

Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015




[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 28.20-22.
[2]Carl Friedrich Keil and Franz Delitzsch, Comentario Al Texto Hebreo Del Antiguo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2008), 128.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 55.
[4]Elena de White, Joya de los testimonios, Tomo 1:372.
[5]William MacDonald, Comentario Bíblico De William MacDonald: Antiguo Testamento Y Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2004), 35.

sábado, 8 de agosto de 2015

LA PRIMOGENITURA CANJEADA

1.- Lección: Nuestras acciones tienen sus consecuencias.
2.- Texto: Gén 27:17-23 18Entonces éste fue a su padre y dijo: Padre mío. E Isaac respondió: Heme aquí; ¿quién eres, hijo mío? 19Y Jacob dijo a su padre: Yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste: levántate ahora, y siéntate, y come de mi caza, para que me bendigas. 20Entonces Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo es que la hallaste tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí... [1]

Con cierta dificultad, Jacob se salió con la suya y obtuvo la bendición.
I.-        El arte y el aplomo con que ejecutó Jacob la intriga. ¿Quién podía imaginarse que este hombre sencillo pudiese jugar su papel tan astutamente en un plan de esta naturaleza? Nótese lo pronto que se aprende a mentir. Me asombra el que el honesto Jacob pudiese dirigir su lengua tan fácilmente para decir (v. 19): Yo soy Esaú tu primogénito. Y, ¿cómo pudo decir: He hecho como me dijiste, cuando no había recibido ningún encargo de su padre, sino que estaba haciendo lo que le había pedido su madre? ¿Cómo pudo decir: Come de mi caza, cuando sabía que no había venido del campo, sino del corral? Pero especialmente me asombra el que se atreviera a atribuírsela a Dios, y a usar el nombre de Jehová para cubrir la impostura: Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí (v. 20). ¿Es éste Jacob? ¿Es éste aquel Israel, de cierto, sin dolor? Verdaderamente, esto ha sido escrito, no para nuestra imitación, sino para nuestra amonestación.
II.-       El éxito de esta estratagema. Jacob consiguió, con alguna dificultad, su objetivo y obtuvo la bendición.
1. Isaac no se convenció al principio, y hubiese descubierto el fraude, si hubiese dado más crédito a sus oídos, porque la voz era la voz de Jacob (v. 22). Su voz era la voz de Jacob, pero sus manos eran las de Esaú. Habla el lenguaje de un santo, pero hace las obras de un pecador; pero el juicio será, como aquí, por las manos.
2. Al final se rindió al poder del engaño, porque las manos eran vellosas (v. 23), y no tuvo en cuenta lo fácil que era falsificar esa circunstancia. Y ahora Jacob continúa con toda destreza.
El único pequeño atenuante del pecado de Rebeca y Jacob está en que el fraude no tenía por objeto acelerar el cumplimiento tanto como impedir la frustración, del oráculo divino; la bendición iba precisamente a caer sobre la cabeza errónea y ellos pensaron que era hora de moverse y hacer algo para impedirlo. Veamos ahora cómo dio Isaac su bendición a Jacob (vv. 26–29).
(A) Lo abraza, en señal de especial afecto hacia él.
(B) Lo ensalza: Olió Isaac el olor de sus vestidos y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, como el olor del campo que Jehová ha bendecido.
(C) Ora por él y en esa oración, profetiza acerca de él. Con tres cosas es aquí Jacob bendecido: (a) Abundancia (v. 28). (b) Poder (v. 29). (c) Predominio ante Dios e influencia en el Cielo: «Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren.»[2]

Elena de White comenta al respecto: “Isaac amaba más a Esaú que a Jacob. Y cuando pensó que estaba por morir le pidió a Esaú que le preparara una vianda para bendecirlo luego, antes de morir... Rebeca oyó las palabras de Isaac, y recordó las de Jehová: “El mayor servirá al menor”, y además sabía que Esaú había menospreciado su primogenitura vendiéndosela a Jacob...
Rebeca conocía el favoritismo de Isaac hacia Esaú y estaba convencida de que razonando no lograría cambiar su propósito. En vez de confiar en Dios, el que dispone los hechos, manifestó falta de fe persuadiendo a Jacob que engañara a su padre...
Aunque Esaú hubiera recibido la bendición de su padre, que estaba destinada al primogénito, su prosperidad podría haber venido solamente de Dios, quien lo hubiera bendecido con prosperidad o con adversidad, de acuerdo con su forma de vida. Si amaba y reverenciaba a Dios, como el justo Abel, hubiera sido aceptado y bendecido por Dios. Si, como el impío Caín, no respetaba a Dios y sus mandamientos, sino seguía su propio camino corrupto, no hubiera recibido una bendición sino un rechazo de parte de Dios, como Caín. Si la conducta de Jacob era justa, si amaba y temía a Dios, él lo habría bendecido, y su mano bienhechora habría estado con él, aun cuando no hubiese recibido las bendiciones y los privilegios generalmente reservados para el primogénito”.[3]

3.- Aplicación:
A pesar de que Jacob obtuvo la bendición que quería, pagó un precio demasiado alto por haber engañado a su padre. Estas son algunas de las consecuencias de sus acciones:
(1) nunca más volvió a ver a su madre;
(2) su hermano quiso matarlo;
(3) su propio tío, Labán, lo engaño;
(4) su familia se dividió a causa de la rivalidad;
(5) Esaú llegó a ser fundador de una nación de enemigos;
(6) vivió lejos de su familia durante años. Irónicamente, Jacob hubiera recibido de todos modos la primogenitura y la bendición (Gén. 25:23). ¡Imagínese cuán diferente hubiera sido su vida si él y su madre hubieran permitido que Dios hiciera las cosas a su modo, y en su tiempo![4]
Al respecto Elena de White, señala:
“Jacob y Rebeca triunfaron en su propósito, pero por su engaño no se granjearon más que tristeza y aflicción. Dios había declarado que Jacob debía recibir la primogenitura y si hubiesen esperado con confianza hasta que Dios obrara en su favor, la promesa se habría cumplido a su debido tiempo. Pero, como muchos que hoy profesan ser hijos de Dios, no quisieron dejar el asunto en las manos del Señor. Rebeca se arrepintió amargamente del mal consejo que había dado a su hijo; pues fue la causa de que quedara separada de él y nunca más volviera a ver su rostro”.[5]


Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015




[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 27.18-21.
[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 53.
[3]Elena de White, The Story of Redemption, 88, 89.
[4]Biblia Del Diario Vivir, electronic ed. (Nashville: Editorial Caribe, 2000, c1996), Gn 27.24.
[5]White, Historia de los Patriarcas y Profetas, 179.

viernes, 7 de agosto de 2015

ABRAHÁN OBEDECIÓ LA VOZ DE DIOS

1.- Lección: El valor real de las promesas de Dios no puede disminuir para el creyente por ninguna providencia contraria que le sobrevenga.
2.- Texto: Gén 26:5 Oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.[1]

La obediencia de Abraham a la orden divina fue la evidencia de esa fe por la cual, como pecador, fue justificado ante Dios, y el efecto de ese amor por el cual obra la fe verdadera. Dios testifica que él aprobó esta obediencia para animar a otros, especialmente a Isaac.[2]
I.-        Dios puso a prueba a Isaac en su providencia. Había hambre en la tierra (v. 1). ¿Qué pensará de la promesa, si la tierra prometida no le da pan? Sí, Isaac se mantendrá adherido al pacto. Nótese que el valor intrínseco de las promesas de Dios no puede quedar menguado a los ojos de un creyente por un revés de la providencia.

II.-       Dios le dirigió por medio de su palabra en medio de la prueba. Isaac debía ir en busca de provisiones. Así que marchó a Egipto, adonde su padre había ido en una ocasión similar, pero se detuvo primeramente en Gerar. 1. Entonces Dios le dijo que se quedase allí y no descendiera a Egipto (vv. 2–3). Hubo hambre en los días de Jacob, y Dios le dijo que bajase a Egipto (46:34); hubo hambre en los días de Isaac, y Dios le dijo que no bajase a Egipto (26:2); hubo hambre en los días de Abraham, y Dios le dejó en libertad para que hiciese lo que mejor le pareciera (12:10). Esta variedad de procedimientos por parte de Dios encuentra cierta base en los distintos caracteres de estos tres patriarcas. Abraham era un hombre de grandes alcances y de íntima comunión con Dios así que para él todos los lugares y condiciones eran similares. Isaac era buena persona, pero no estaba hecho a grandes dificultades; por tanto, se le prohíbe ir a Egipto. Jacob estaba avezado a las dificultades; era fuerte y paciente; por ello, era necesario que fuese a Egipto. De esta manera, Dios proporciona a sus hijos las pruebas de acuerdo a sus respectivas fuerzas. «Abraham oyó mi voz (v. 5); haz tú lo mismo, y la promesa te será asegurada.» Aquí es alabada la obediencia de Abraham en honor suyo, porque por ella adquirió buen testimonio ante Dios y ante los hombres.[3]

Elena de White comenta al respecto: “Su propio ejemplo [de Abrahán], la silenciosa influencia de su vida cotidiana, era una constante lección. La integridad inalterable, la benevolencia y la desinteresada cortesía, que le habían granjeado la admiración de los reyes, se manifestaban en el hogar. Había en esa vida una fragancia, una nobleza y una dulzura de carácter que revelaban a todos que Abrahán estaba en relación con el Cielo. No descuidaba siquiera al más humilde de sus siervos. En su casa no había una ley para el amo, y otra para el siervo; no había un camino real para el rico, y otro para el pobre. Todos eran tratados con justicia y simpatía, como coherederos de la gracia de la vida”.[4]

3.- Aplicación:
La auténtica fe en las promesas de Dios produce un valeroso andar con él; pero retraerse por temor pone en peligro la bendición y hace burla de la fe.
La obediencia de un hombre trajo bendición a sus descendientes. Abraham aprendió que la verdadera fe obedece la palabra de Dios.[5]
Elena de White señala que: Los que procuran disminuir los requerimientos de la santa ley de Dios están socavando directamente el fundamento del gobierno de familias y naciones”.[6]

Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 26.5.
[2]Matthew Henry, Comentario De La Biblia Matthew Henry En Un Tomo. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 46.
[3]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 52.
[4]Elena de White, Reflejemos a Jesús, 186.
[5]John F. Walvoord and Roy B. Zuck, El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo: Antiguo Testamento, Tomo 1: Génesis-Números (Puebla, México: Ediciones Las Américas, A.C., 1996), 80.
[6]White, Reflejemos a Jesús, 186.

miércoles, 5 de agosto de 2015

UN CONTRASTE DE CARÁCTERES

1.- Lección: Si bien eran gemelos, el carácter de cada uno de ellos se desarrolló en forma diferente. Jacob llegó a ser frío, calculador y hogareño, mientras que Esaú llegó a ser impetuoso y activo hombre de campo.
2.- Texto: Gén 25:23 “…Un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”[1]
Tenemos ahora un relato del nacimiento de Jacob y Esaú los hijos gemelos de Isaac y Rebeca; su venida al mundo fue una de las más importantes partes de su historia (lo cual no es corriente). Parece ser que Isaac no era hombre activo, ni había experimentado muchas pruebas, sino que había pasado su vida en quietud y silencio. Respecto de Jacob y Esaú, se nos dice:
I.-        Que se había orado por ellos. Sus padres después de pasar algún tiempo sin tener hijos, los obtuvieron mediante la oración (vv. 20–21). Isaac tenía cuarenta años cuando se casó (v. 20), pero tenía ya sesenta cuando nacieron sus hijos (v. 26); así que estuvieron sin hijos durante veinte años. Pero: 1. «Oró Isaac a Jehová por su mujer» (v. 21). Una tradición judía dice que Isaac tomó consigo a su esposa y fueron al monte Moriha, donde Dios había prometido que multiplicaría la descendencia de Abraham (22:17), y allí, en su oración por ella y con ella, apeló a la promesa hecha en aquel mismo lugar. 2. Dios escuchó su oración y la respondió favorablemente. Nótese que los maridos y las mujeres deben orar juntos.

II.-       Que hubo profecía acerca de ellos antes que naciesen, y en esa profecía se incluían grandes misterios (vv. 22–23). Rebeca estaba encinta de ellos; obsérvese aquí:
1. Cuán perpleja estaba en su mente acerca de su caso: Los hijos luchaban dentro de ella (v. 22). Esta lucha entre Jacob y Esaú en el vientre de su madre bien podría representar la lucha que se mantiene entre el reino de Dios y el reino de Satanás. Una guerra santa es mejor que la paz en el palacio del diablo.
2. Lo que hizo para encontrar alivio: Fue a consultar a Jehová (v. 22). Es un gran alivio para nuestra mente exponer nuestro caso delante del Señor y pedir consejo de sus labios: Ir al santuario (Sal. 73:17).
3. La información que se le dio, en respuesta a su demanda, y que explicaba el misterio: Dos naciones hay en tu seno (v. 23). Estaba encinta, no sólo de dos hijos, sino de dos naciones, las cuales no sólo iban a diferenciarse grandemente entre sí en sus costumbres y disposiciones, sino que habrían de enfrentarse entre sí por sus intereses respectivos; y el resultado de todo ello vendría a ser que el mayor serviría al menor, lo cual se cumplió en la sumisión de los idumeos, por mucho tiempo, a la casa de David, hasta que se rebelaron (2 Cr. 21:8). En la lucha que el pecado y la gracia mantienen en el alma, la gracia, más joven, ganará de cierto la última batalla.

III.-     Ya al nacer, había gran diferencia entre ellos.
1. Había gran diferencia en sus cuerpos (v. 25). Esaú salio pelirrojo y velludo como si ya fuese un hombre crecido. Era una indicación de una complexión muy fuerte y cabía esperar de él que sería robusto, atrevido y activo. El Midrash judío dice que los que tienen esta clase de pelo parecen predispuestos para la caza y el derramamiento de sangre. En cambio, Jacob salió suave y delicado, como cualquier otro niño normal. Dios suele escoger lo débil del mundo y dejar a un lado lo fuerte (1. Co. 1:27).
2. Hubo entre ellos pugna por salir el primero (v. Os. 12:3). Jacob trabó del talón de su hermano (v. 26), como si quisiera dejarlo atrás e impedir que fuese el primogénito.
3. Eran muy diferentes en su mentalidad y en el estilo de vida que cada uno escogió (v. 27).
(A) Esaú era un hombre de mundo, deportista como buen cazador, y campestre como Nimrod e Ismael.
(B) Jacob era hombre del mundo de arriba: no estaba hecho para estadista ni con ambición de grandezas mundanas, sino que era quieto, enemigo de pendencias, y habitaba en tiendas acostumbrado a pensar bien y a obrar honestamente, prefería los deleites de la soledad y del retiro a todo el pretendido placer del deporte inquieto y ruidoso. Habitaba en tiendas, (a) como pastor. Ligado a ese oficio sano y tranquilo de apacentar ovejas en el cual crió también a sus hijos (46:34): (b) como estudiante. Piensan algunos que frecuentaba las tiendas de Melquisedec o de Heber, para que le enseñasen las cosas de Dios. En todo caso, el Midrash judío explica que «tiendas» equivale a «escuelas de estudio religioso». Este fue el hijo de Isaac al que fue vinculado el pacto.
4. También fueron diferentes en el afecto de sus padres. No tenían más que estos dos hijos, y parece ser que el uno era el favorito del padre, y el otro el favorito de la madre (v. 28).
(A) Isaac amaba a Esaú, porque era activo, sabía cómo agradar a su padre: le mostraba gran respeto y le conseguía aquella caza que tanto le gustaba a Isaac.
(B) Rebeca recordaba la profecía de Dios, que daba la preferencia a Jacob, y, por eso, ella también le prefería en su afecto.[2]

Elena de White comenta al respecto: “Esaú se crió deleitándose en la complacencia propia y concentrando todo su interés en lo presente. Contrario a toda restricción, se deleitaba en la libertad montaraz de la caza, y desde joven eligió la vida de cazador. Sin embargo, era el hijo favorito de su padre. El pastor tranquilo y pacífico se sintió atraído por la osadía y la fuerza de su hijo mayor, que corría sin temor por montes y desiertos, y volvía con caza para su padre y con relatos palpitantes de su vida aventurera.
Jacob, reflexivo, aplicado y cuidadoso, pensando siempre más en el porvenir que en el presente, se conformaba con vivir en casa, ocupado en cuidar los rebaños y en labrar la tierra. Su perseverancia paciente, su economía y su previsión eran apreciadas por su madre. Sus afectos eran profundos y fuertes, y sus gentiles e infatigables atenciones contribuían mucho más a su felicidad que la amabilidad bulliciosa y ocasional de Esaú. Para Rebeca, Jacob era el hijo predilecto...”.[3]

3.- Aplicación:
Los nombres dados a los hijos hacen alusión a sus respectivas características sobresalientes en el momento del nacimiento. Esaú (velludo), el primogénito recibe dicho nombre por su abundancia de vello. Jacob (suplantador), el segundo, recibe dicho nombre por nacer tomado del talón de su hermano. Detrás de estas diferencias físicas están diferencias de carácter y de espiritualidad que tendrán mucho que ver en el desarrollo de esta familia y que llegan a poner en peligro la descendencia en continuación del pacto.

Elena de White señala que: Esaú no amaba la devoción, ni tenía inclinación hacia la vida religiosa. Las exigencias que acompañaban a la primogenitura espiritual eran para él una restricción desagradable y hasta odiosa. La ley de Dios, condición del pacto divino con Abrahám, era considerada por Esaú como un yugo servil. Inclinado a la complacencia propia, nada deseaba tanto como la libertad para hacer su gusto. Para él, el poder y la riqueza, los festines y el alboroto, constituían la felicidad. Se jactaba de la libertad ilimitada de su vida indómita y errante... Jacob había oído a su madre referirse a la indicación divina de que él recibiría la primogenitura, y desde entonces tuvo un deseo indecible de alcanzar los privilegios que ésta confería... El objeto de sus anhelos era la primogenitura espiritual. Tener comunión con Dios, como el justo Abrahám, ofrecer el sacrificio expiatorio por su familia, ser el progenitor del pueblo escogido y del Mesías prometido, y heredar las posesiones inmortales que estaban contenidas en las bendiciones del pacto: éstos eran los honores y prerrogativas que encendían sus deseos más ardientes”.[4]

Pr. Wilbert Maluquish
Agosto, 2015





[1]Reina Valera Revisada (1960) (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998), Gn 25.23.
[2]Matthew Henry and Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico De Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 51.
[3]Elena de White, El Cristo triunfante, 84.
[4]Ibid., 86.

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